miércoles, 20 de febrero de 2013

PROEMIO

PROEMIO

Si es una empresa dificil escribir la historia de un hombre particular, lo es mucho más sin duda escribir la de una República. Lo primero, por vasto que sea el asunto, solo se ciñe á representar un héroe, cuyas ruidosas acciones fijan toda la atencion del historiador; y tengan de extraordinario y maravilloso cuanto se quiera, al fin siempre son momentáneas, y limitadas á la vida de un varon, que por más esclarecido que sea, nunca está exento de la mortalidad, la cual juntamente con la existencia del individuo acaba sus proezas, y las arrastra á los horrores del sepulcro. Pero poner á vista de todo el mundo un cuadro donde se retratan los sucesos más célebres que durante el discurso de muchos siglos han ocurrido en un pueblo, y han formado sus principales revoluciones y épocas, es obra que requiere investigaciones más laboriosas, una meditacion profunda que alcance hasta los primitivos tiempos, un cálculo y una crítica muy delicada sobre monumentos los más inveterados y auténticos. La historia de un hombre ilustre, si no propasa los límites de su intento, ó bien describe á un Soberano cuyo reinado merece ser memorable en los fastos de la nacion, ó bien refiere las acciones virtuosas y conducta de aquellos distinguidos ciudadanos que han sido ornamento de la humanidad: el valor y las hazañas de héroes guerreros que con su espada defendieron ó acrecentaron los derechos de la pátria; la' política sábia de unos ministros que con las combinaciones más ajustadas fijaron el sistema fundamental de los Estados: los ejemplares más piadosos que nos dejaron aquellos prodigiosos hombres, á quienes la Religion levantó simulacros en sus templos para la pública veneracion: la inmensa erudicion y doctrina de aquellos astros de primera magnitud en la República de las letras, que ilustraron al mundo con sus producciones literarias. Este es el carácter de una historia privada ¿pero la de un pueblo numeroso, á más de comprender todos estos notables ramos, si es que hayan florecido en él tan aventajados sujetos, qué campo no presenta al que hace oficio de su historiógrafo? Su primera existencia y fundacion, sus adelantamientos en cada siglo, los sucesos más estrepitosos de diferentes épocas, su legislacion, sus fueros y privilegios: su industria y comercio: las obras públicas que sirven á la necesidad ó utilidad de los hombres: el génio é índole de sus habitadores: las relaciones de paz y guerra, si es presidio de armas: en una palabra, cuanto es digno de saberse debe ocupar la mente del historiador, que de todo formará un adecuado extracto. Ahora no me maravillo, que como quiera que sea cosa muy árdua escribir bien la historia, segun frase de Ciceron: Magnum quid Historiam recte scribere et summi oratoris proprium. Lib. 2 de Orat., pero siempre hayan sufrido una censura ménos rígida aquellos autores cuyo designio fué referir las vidas de los héroes en particular, que los que tomaron por asunto hablar de ciudades y provincias enteras. Plutarco, Herodiano, Suetonio, Cornelio Nepote y otros escritores de esta índole se han visto ménos expuestos á los tiros de la crítica, que Herodoto, Jenofonte, Dionisio Halicarnasio, Tácito, Josefo, aunque estos fuesen más aventajados, y hubiesen servido de regla á otros para emplear su talento en obras históricas. Mariana mismo á pesar de su cuidadosa exactitud y de hallarse aplaudido por uno de los historiadores magistrales, ¿qué severidad no ha padecido de la crítica acaso nímiamente delicada é inexorable de muchos escritores? Tan cierto es ser trabajo muy superior desempeñar justamente la formacion de una historia que abarca muchos ramos.
A la verdad, confieso no ser nuestra idea tan extendida, ni mucho ménos, pues solo se reduce á poner delante la historia de una poblacion con lo más notable de la provincia en que se halla situada. No obstante debia retraernos de este empeño la consideracion de nuestra insuficiencia que tal vez pudiera exponerse al juicio riguroso de otros más inteligentes, pero sin embargo de una desconfianza y de unos temores tan fundados, han podido superarlos varios motivos urgentes que nos estimularon á emprender esta obra. Fué el más poderoso haber visto que hasta ahora nadie se habia dedicado de intento á escribir una série y narracion histórica de la ciudad de San Sebastian, poblacion la mayor y más principal de Guipúzcoa; aunque su mucha antigüedad, sus Fueros, su antiguo comercio marítimo, uno de los más inveterados de España; ser desde muy allí Plaza formal de armas, y frontera de dos naciones considerables de Europa, у tan beligerantes entre sí tiempos atrás; las esclarecidas proezas de sus hijos por mar y tierra, y sobre todo tantos y tan insignes Régios Diplomas, y Códices depositados en su archivo habian estado excitando la aplicacion de sábios patriotas, para entretejer siquiera un compendio sucinto de su historia. Es verdad que el siglo pasado pensó escribirle el grande investigador de las Antigüedades de Cantábria Gabriel Henao, quien acreditó una inteligencia vasta en la difusa obra que dió á luz con este título; pero por falta de no haberse exhibido á aquel literato los instrumentos del referido archivo que habia solicitado, no pudo lograrse su laudable intento. Es verdad que tambien han corrido, y corren en Guipúzcoa varios volúmenes manuscritos que tratan de San Sebastian, así como de otras poblaciones de aquella ilustre provincia; mas, ó son reducidos, ó se hallan compaginados con un método poco exacto y agradable. El B.r Zaldibia, si hubiese escrito con más empeño, hubiera podido mejorar mucho su Tratado del origen y antigüedad de Cántabros. El Dr. Isasti, quien trabajó en Madrid su Compendio historial de Guipúzcoa entre principios y mediados del siglo anterior, tiene mucho de bueno, pero tambien de malo: no le faltaban materiales; pero le falta aquel arte delicado de ordenarlos con una justa organizacion, Sobre todo, sale muchas veces del oficio de historiador, y entra demasiado en lo facultativo, como cuando habiendo de tratar de los médicos más sobresalientes de Guipúzcoa, nos pone primero y amontona un capítulo frio é impertinente acerca de la ciencia médica, haciendo lo mismo con otras artes, y cometiendo enormes digresiones, no porque siempre sean estas enteramente ajenas de la historia; pero necesitan una gran destreza del que las maneja. Las digresiones, dice el célebre Rapin, Reflexiones sobre la Historia, tienen gracia cuando se hacen donde es menester, y no son demаsiado vagas, porque ellas dan á la narracion aquella verosimilitud, que le es tan necesaria para constituirla agradable. Ellas deben ajustarse såbiamente enlazando de tal manera las cosas, que por diferentes que sean los objetos parezcan uno mismo. Además Isasti se dejó llevar bastante de principios fabulosos é inscripciones apócrifas, segun se verá á su tiempo. Por estos y otros defectos se suspendió tal vez la impresion de su obra, aunque tuvo intento de divulgarla. Los escritos de Echave no hemos visto hasta ahora. De otros que entendieron en la historia de Guipúzcoa, como los PP. Francisco de Pamplona, Capuchino, José Velazquez, Trinitario, Bernardino Inurrigarro, y Presentado Fr. Manuel Vicente de Echeverri, hijo del Conde de Villalcazar, solo tenemos noticia, y nunca corrieron por la prensa sus obras. Domingo Lizaso, de quien hace mencion Henao en las Antigüedades de Cantábria, Secretario que fué de la Ciudad de San Sebastian, y Archivero suyo, trabajó con prolijidad dos tomos del Nobiliario de Guipúzcoa; pero solo puede llamarse á sus manuscritos un Tratado del Blason y Nobleza de los primitivos y esclarecicos solares esparcidos por el distrito de dicha provincia; pues poco hablan de sus Repúblicas en ge- neral. Sobre la otra produccion literaria de D. Joaquin José Landazuri, presentada á las Juntas de Bergara de 1785, con título de Historia del País Bascongado, desde luego nos prometemos, segun el designio de su autor, conocido en el mismo país, las más superiores ventajas; bien que aún no hemos logrado la complacencia de ver esta pieza his- tórica que comprende á las tres Provincias principales de la Cantábria, y que fué remitida á la censura de dos sujetos distinguidos. Omitimos los escritos del célebre Larramendi, que tampoco debieron imprimirse en toda su extension. 
Cuando hacia tiempo notábamos esta falta de una historia completa de San Sebastian, deseada por sus vecinos, tuvimos el honor de que el Gobierno Municipal de ella nos encargase el reconocimiento de todas las memorias y monumentos que se conservan en su dilatado archivo, una nueva coordinacion de este gran depósito de públicos papeles, y la formacion de un extracto que hemos dispuesto con el título de Inventario Histórico-Cronológico-Legal. Al tiempo de ir evacuando esta grave comision, se nos dió tambien la de saçar unas apuntaciones históricas que pidió á la misma Ciudad el autor del nuevo Atlante español D. Bernardo Espinald para insertarlas en su obra, y no contentándonos con formar una instruccion superficial segun bastaba al intento de Espinald, llegamos á disponer una disertacion histórica que sirviese de prolegómeno, y plan donde se tirasen las primeras líneas de nuestro principal trabajo. Presentada la referida disertacion á los Constituyentes del Gobierno de la Ciudad, merecimos nos recomendase llevarla á su ulterior perfeccion, lo que hemos procurado desempeñar segun nuestras fuerzas, como lo acreditará el mismo cuerpo de esta pieza literaria. 
Para concebir una justa idea de ella, es menester decir algo de lo que contiene, y del método en que se ha escrito: ella constará de dos tomos. En el tomo primero se habla de la antigüedad de San Sebastian, y despues de haber probado ser el Oeaso de los Bascones primitivos, se continúa en describir el estado conjetural de la dicha Ciudad, y restantes de Guipúzcoa, en tiempo de los Cartagineses, Romanos y Godos, pues nada podemos prometernos más de la espantosa oscuridad en que están envueltas las cosas de aquella remota época, sino ciertos vislumbres que centellean entre tan densas tinieblas'á beneficio de los antiguos historiadores que trataron de la Cantábria, cuya region ya está fucra de duda haber comprendido en su extension á Guipúzcoa, á lo ménos anteriormente á la guerra de Augusto César, dividida en Bascones, entre quienes se hallaba situado San Sebastian, en Várdulos y Caristos, como demuestra Risco, sábio continuador de Florez, rectificando la opinion demasiado dura de aquel escritor moderno, de Zurita, Oyenart y otros autores. Asentado este principio, y suministrándonos la Historia algunas noticias de los antiguos Cántabros y Bascones nuestros; así mediterráneos, que son los nabarros, y parte de castellanos y aragoneses, como los que ocupaban la costa marítima y más septentrional de Guipúzcoa, considerarémos mezclados en sus más ruidosos sucesos á los Oeasonenses y otras gentes de la dicha Provincia, amigas y confederadas del pueblo romano, ántes de la citada guerra de Cantábria, que fué emprendida á favor de los bizcainos y guipuzcoanos y otras naciones, contra los montañeses de Santander á Búrgos, que las inquietaban con grandes correrías.
La soberanía de los godos y otras razas septentrionales en España tiene tambien varios acontecimientos pertenecientes á las Provincias Bascongadas, cuale son las repetidas expediciones de sus monarcas hácia estos países, siempre amantes de su nativa libertad, y enemigos de una dura servidumbre á dominio extranjero. Síguese la irrupcion de los sarracenos, que jamás penetraron las ásperas montañas de Guipúzcoa y de la cuenca de Pamplona para adelante, y desde esta fatal época verémos unidos á los guipuzcoanos con aquellos Reyes de Astúrias, y descendientes de nuestros antiguos Duques de Cantábria, feliz tronco de donde se propagaron los más ilustres vástagos de la Real prosapia de España. Despues de erigido el condado de Castilla, y acrecentándose cada dia más á manera de una pequeña soberania bajo el gran Fernan Gonzalez, empiezan á sonar más en el mundo San Sebastian y Guipúzcoa, que parece haberse entregado á aquel señorío. Desde este tiempo, que es el siglo x, ya se descubren monumentos que hablan de la Ciudad y Provincia con más claridad y distincion. Una y otra se incorporan á Nabarra hácia el reinado de Sancho Mayor, de quien ponemos insignes diplomas que manifiestan ser San Sebastian á principios del siglo xı poblacion más que regular, y que ya mucho ántes de ese tiempo habia tomado este nombre moderno, dejando el antiguo de Izurun. Nuevamente se desmembra Guipúzcoa con San Sebastian, de Nabarra, despues de la muerte trágica del Rey Sancho en Peñalen, y nuevamente, vuelve á encomendarse á sus monarcas. Sancho vII engrandece á San Sebastian con el célebre Fuero, uno de los más notables de España, y sus sucesores la fortalecen, así como á otros pueblos de Guipúzcoa.
El siglo XII empieza con una particular época para la historia de la Ciudad. Los documentos ya son más abundantes, y los mismos escritores suministran materia á su formacion desde la entrega y reversion de Guipúzcoa á la Corona de Castilla el año de 1200. Don Rodrigo, Arzobispo de Toledo, uno de los mejores historiadores de aquel tiempo, refiere como testigo ocular lo que pasó en el reinado de Alfonso VIII. Desde aquí, pues, irá tomando más cuerpo la obra, y para su buen método se dividirá por capítulos, poniendo en cada uno cuanto pertenece á San Sebastian en los siguientes reinados que ha habido, empezando del mismo Alfonso vII hasta llegar á Cárlos III, habiéndonos parecido dicho método el más ajustado para hablar con el órden y distincion que requiere la série cronológica de una historia. El primer tomo abrazará el ramo civil, en el cual notarán los inteligentes muchos puntos que á más de hacer å nuestro intento, pueden servir para ilustrar la historia general de la Nacion, cuya perfeccion ya se ve, es el resultado de las particulares de las Repúblicas, y si estas se escriben bien, igualmente se escribirá bien aquella, no de otra manera que entónces son más correctas las tablas geográficas, que representan á un Reino entero, cuando se dibujan con exactitud los mapas topográficos de cada lugar y provincia.
Los Reinados de los siglos posteriores, siendo más fecundos en noticias por los documentos que se han conservado, formarán tambien los capítulos más extensos, particularmente desde los Reyes Católicos, en cuyo tiempo mudó tanto de faz la Monarquía, aumentando y mejorándose prodigiosamente la legislacion, la política del Estado, la disciplina de la guerra, el sistema de fortificar las Plazas, despues de la espantosa invencion de máquinas bélicas, la navegacion y el comercio, la adquisicion de nuevos países, la industria nacional y las artes. Desde esta época, pues, irá haciéndose más voluminosa la historia de San Sebastian á proporcion que su República, cada dia fué acrecentándose más y más en medio de tan gloriosa revolucion de la Corona de España. Ella se reedifica y fortalece con soberbias murallas; es invadida diferentes veces de enemigos que la asedian; asombra su fidelidad en la turbulencia de alborotos y comunidades de Castilla: su tráfico y su industria marítima se hacen más poderosos: sus moradores adelantan el crédito de la Nacion en los armamentos, en las expediciones más remotas, en la inteligencia de la náutica, y aún en el descubrimiento de nuevos climas oportunos á la pesca de bacalao y matanza de ballenas. Nada digo de tantos Generales y Almirantes, hijos ilustres de San Sebastian, á quienes en varios tiempos se habian confiado las más importantes empresas marítimas de la Monarquía. 
Los privilegios con que han distinguido á San Sebastian, no solo los Soberanos de Nabarra y Castilla, sino tambien de potencias extranjeras, ocupan una gran parte del primer tomo de esta historia, que por eso hemos querido titular con el nombre de Diplomática. A la verdad, ellos son tantos y tan relevantes, que los escritores que hablan de la Ciudad, suelen realzarla por esta circunstancia; pero no es nuestro ánimo referir unos privilegios aéreos, que jamás se concedieron á San Sebastian, sino en la imaginacion de algunos impostores. Tal es el que, con error grosero, han contado ciertos autores, como Martiniere y el Itinerario de España hecho por los alemanes á principios del siglo pasado, de que cuando habla el Rey con los de San Sebastian, debe estar descubierto aquel. No necesita la Ciudad de semejantes diplomas irrisorios, cuando tiene un inmenso tesoro de otros verdaderos, segun se verá en el discurso de la obra, tanto que pocas repúblicas podrán gloriarse de gozar tan ventajosos.
El segundo tomo se extenderá en primer lugar á todo lo que sea ramo de la Iglesia. Se tratará sobre la primitiva predicacion del Evangelio en Guipúzcoa, y qué asenso se merezca la venida de Santiago á los contornos de San Sebastian, como han querido persuadir algunos historiadores, y lo mismo la de los Santos Fermin y Saturnino, Marcial y Leon. Despues de haber dado por fabulosos los obispos que hácia los primeros años del Cristianismo establecieron en San Sebastian y otros pueblos de Guipúzcoa los fingidos cronicones, probarémos haber sido antiguamente de la Diócesis de Calahorra todo este país, segun se infiere de la célebre carta de los obispos de la provincia Tarraconense al Papa Hilario contra Silvano, que lo era del mismo Calahorra. Probarémos igualmente que el siglo x, así San Sebastian, como gran parte de Guipúzcoa, fueron gobernados en lo espiritual por los obispos de Bayona, conforme se colige de la famosa escritura de Arsio y de las Bulas de Pontífices. El siguiente siglo xI, restaurada la Iglesia de Pamplona, se verá cómo correspondia su Diócеsis á San Sebastian y sus inmediaciones: se verá que desde esta data fueron de las principales iglesias del obispado, las parroquias de Santa María, San Vicente y San Sebastian el Antiguo; que siempre fué regalía de dichas dos primeras parroquias haber de ser un beneficiado suyo Juez eclesiástico foráneo del Arciprestazgo mayor de la provincia, sin poderle nombrar de otra parte los Obispos mismos de Pamplona con arreglo á una declaracion del Papa Calixto II; que las facultades de estos Jueces foráneos eran grandes, segun una cédula de D. Alonso xı de Castilla y Ordenanzas de la ciudad, hasta que despues fueron limitadas, consiguiente á las determinaciones del Tridentino. Luego se hará una breve descripcion de las iglesias de Santa María Matriz, San Vicente, el Antiguo, Santa Catalina y demás parroquias extramurales, con noticia de sus particularidades: se referirá la disciplina de su Clero en tiempos pasados, y la formalidad del culto divino.
Síguese la historia de las Comunidades Religiosas de San Sebastian. El insigne Real Monasterio de San Bartolomé, cuyo rico archivo hemos reconocido con beneplácito del Sr. D. Estéban Antonio de Aguado y Rojas, dignísimo actual Obispo de Pamplona, merecia una separada, por lo precioso de los monumentos que se han descubierto, y de què subsisten varios originales del siglo XIII, entre Cédulas Reales y Diplomas Pontificios; no pudiendo, sin embargo, traslucirse por su tenor el primitivo origen y fundacion de aquel Cuerpo monástico de Canónigas de San Agustin; ántes bien le suponen existente desde mucho más allá una Bula de Inocencio Iv, y otra de Bonifacio VIII. Ello se verá por estos apreciables códices cuánta predileccion manifestaron á dicho Monasterio los Papas, los Reyes, los Obispos y las Catedrales, que le recibieron bajo su proteccion y paternidad, y todo lo demás concerniente al mismo Monasterio. Se continuará con una narracion sucinta de las demás Comunidades Religiosas de San Sebastian, segun el órden de su antigüedad, y tambien se tocará la de algunos santuarios suyos. 
Los establecimientos piadosos que ha erigido la humanidad, merecen tambien lugar en una historia. Tales son los Hospitales y Casas de Misericordia. Se referirán, pues, estos monumentos de pública conmiseracion, que existieron otro tiempo en San Sebastian, y los que ahora existen para socorrer las miserias de infelices ciudadanos, haciendo mencion de los Diplomas Regios que los han fomentado, y de su económico gobierno interior. Las Escuelas, donde se forma el espíritu de la juventud, ocupan el siguiente lugar, dando noticia de varias que se intentaron plantear en San Sebastian con un Seminario Conciliar para Guipúzcoa y Colegios de estudios mayores.
Una plaza de armas, cual es San Sebastian, rodeada por todos lados' de muros que la hacen respetable, necesitaba un capítulo separado para formar idea de su circunvalacion. La que se ha dado en la relacion de sitios no ha sido sino por incidencia. Expresarémos, pues, más por menor qué Reyes hubiesen promovido la fortificacion de dicha plaza desde el siglo xII; qué dispendios costó á la Ciudad el levantarla; qué maestros y qué ingenieros entendieron en ella, y de quiénes fueron sus planos y trazas; en qué tiempo se construyeron los cubos, los lienzos ó cortinas, el hornabeque, rebellines, enteros y medios-baluartes, baterías y reductos, así los de la plaza, como los del Castillo de la Mota, y tal vez se delinearán en planta iconográfica las obras interiores y exteriores de la Ciudad. Sus puertas, teniendo ella misma la regalía de abrir y cerrar desde inmemorial tiempo, tratarėmos de raíz sobre un privilegio tan particular. 
La jurisdiccion de la Ciudad, siendo montuosa, forma grandes cordilleras, habiendo algunas de ellas fijado la atencion de los historiadores para la demarcacion de las antiguas Galias por el Pirineo. El valle solo de Urumea, tan acreditado por su terreno, uno de los más feraces y fecundos en la produccion de vegetales que hay en Guipúzcoa, por la espesura de sus bosques, por sus ferrerías, por la célebre fábrica de áncoras, suministra materia para una disertacion, pues son muchos los instrumentos antiguos y modernos que hablan de aquel dilatado espacio confinante con Nabarra. Aquí mismo corresponde tratar sobre plantaciones de árboles de que están poblados los montes de San Sebastian, y lo que ha mejorado un ramo tan importante de industria con la aplicacion de celosos patriotas: sobre la agricultura de sus campos, y estado en que se halla: los rios que fe cundan este suelo: la pesca que producen juntamente con la del mar, una de las más aplaudidas del Occéano por su delicadeza; á los rios se siguen los puentes del Urumea, y especialmente el de Santa Catalina, sobre un rápido brazo de mar, cuya conservacion cuesta á la Ciudad muchos dispendios, y una nueva construccion de piedra ha ejercitado la pericia de ingenieros y arquitectos. Las fuentes públicas, siempre han sido en San Sebastian obras que han tocado la raya de magnificencia por ser lejanos los manantiales, y han absorvido grandes sumas desde el reinado de Felipe II hasta los tiempos presentes. Hablarémos brevemente de ellas, y de los famosos fontaneros é hidráulicos que entendieron sobre su ejecucion.
El comercio de San Sebastian, conocido estos seis siglos, requeria tambien un tratado difuso. Procurarémos describir con brevedad su estado antiguo y moderno, haciendo ver de dónde ha provenido la decadencia del tráfico los años atrás. Darémos una idea del Consulado, de la Compañía de Caracas, establecida á los principios en San Sebastian, y de la de ballenas. Manifestarémos cuán importante y cuán lucrosa fué á la Ciudad la pesca del bacalao, y la matanza de aquellos cetáceos en los mares de Terranova, Groenlandia y Noruega: las vejaciones que padecieron sus naturales y otros bascongados de la prepotencia tiránica de los ingleses: los pasos que se han dado en los tratados más solemnes de paz y comercio, para que los guipuzcoanos fuesen reintegrados en la pesca de los bancos y comederos de Terranova mismo, y la injusticia con que nos han despojado otras naciones de un derecho el más irrefragable y calificado, con el trascurso de siglos enteros. Las fábricas de bajeles, tan florecientes otro tiempo en San Sebastian y su puerto de Pasajes, harán ver tambien la pujanza de su antiguo comercio marítimo. 
Los que escriben la historia de una República no basta que refieran los sucesos más ruidosos que le han hecho célebre; que formen una idea justa de lo que ha sido y es en lo material: es menester representen las costumbres, el génio é indole de los ciudadanos; que expliquen de qué idioma usan; qué gusto siguen en los exteriores adornos; á qué cosas son propensos; que tal es su trato civil; en qué se ocupan; cuánto influyen en ellos los sentimientos de Religion, y otras circunstancias fisicas y morales que caracterizan á los republicanos, y los hacen distinguir de otros, causando aquella prodigiosa variedad que ses descubre de un pueblo á otro. A lo ménos este ha sido el estilo que han seguido los autores clásicos, y señaladamente todos los que han hablado sobre la Cantábria y Países Bascongados. Nosotros los imitarémos por demostrar cuáles sean aquellas particularidades contraidas á los moradores de San Sebastian. Por último, darémos fin á nuestra obra con una série histórica y catálogo de los varones notables que ha producido San Sebastian y han sido vecinos de ella, en las más distinguidas carreras, para que su memoria sirva de eśtímulo y ejemplar en el heroismo de acciones virtuosas, á la.posteridad, que naciere en el suelo mismo, que dió el ser ó domicilio á aquellos, y se forme su justo elogio. 
En toda la obra hemos cuidado afianzar lo que escribimos sobre testimonio seguro de los autores que hemos podido leer, y sobre la fé de los instrumentos que hemos registrado con escrupulosidad. Lo contrario, seria hablar de cabeza, ó como dicen, de memoria. Todo lo que sea apócrifo y falso hemos rechazado enteramente, sabiendo que nada es más importante á la historia que la verdad inviolable, ó lo menos la verosimilitud donde no se descubre claramente aquella. Abominamos la vil sugestion con que cierto dulico oriental persuadia al historiador Vopisco escribiese lo que se le antojase, seguro de que tendrá escusa en los autores más acreditados, que habian prostituido su pluma con la venalidad de las más solemnes mentiras: scribe securus, dicas quod velis habiturus mendaciorum comites, quos historicae eloquentie miramur authores. ¡Rara extravagancia y frenesí de la crítica, mejor para corregirse con Elevoro que con razones! Pues qué ¿ya no será la historia el fundamento de la fé pública? ¿Se calificará de impostores á todos los que la han escrito? ¿No creerémos nada, y todo será fåbula? Pues destrúyase cuanto han dicho, y no haya ſé en los bombres. Neguemos y dudemos todo. Admitase el pirronismo, y nada sea cierto. Hé aquí las terribles consecuencias de una máxima tan funesta á la sociedad, y á la Religion misma.
En fin, el estilo de esta obra se ha procurado saliese acomodado á la naturaleza del escrito, que no pide tan sublime como la declamacion y el poema; pero ha de ser más noble que el familiar, sobre todo en los asuntos grandes y golpes heróicos. Debe evitar los extremos de la sequedad ática, y las gracias demasindo floridas. No es fácil dar gusto á todos: nos contentarémos con haber satisfecho á los inteligentes, y haber servido á la pública utilidad.

(HISTORIA DE  SAN SEBASTIÁN (CAMINO Y ORELLA)

3 comentarios:

  1. (1)
    En la "Crónica de Alfonso III", escrita a fines del siglo IX o comienzo del X, se le da a Guipúzcoa o a una región suya, el nombre de Izón o Ación.

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  2. (2)
    "Donostiam incolae vocant". Moret,lib.I, "Obsd. Fonterr."("Los naturales la llaman Donostia")

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  3. (3)
    Ocampo y Garibay creyeron que este río Urumea es el Menlasco de Ptolomeo, aunque es más verosímil que lo sea, o bien el Bidasoa como pensó Oyenart, o el Oria, según Risco, continuador de Flórez. Si fuese legítimo el texto de Pomponio Mela cuando dice que el río Magrada bañaba la población de Oeaso, "deinde Iturissam et Oeasonem Magrada", se pudiera persuadir hablaba del Urumea, mas no ignoran los críticos lo viciado que se halla aquel pasaje de Pomponio Mela. (Es digno de notarse lo que en este pasaje escribe el geógrafo español : "Cantabrorum aliquot populi amnesque sunt sed quorum nomina nostro ore concipi nequant" : " Hay entre los Cántabros algunos pueblos y rios, cuyos nombres se resisten a nuestra pronunciación". . MELA, lib. III, cap. I, edición del Brocense. Edición crítica y exegética de Pomponio Mela, la de C.H. Tzschucke, Leipzig, 1806)

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