MANTEROLA



EPOCA MEDIEVAL
 
La etapa monasterial, bajo dominio navarro
Los orígenes históricos de San Sebastián nos encaminan hacia el actual barrio donostiarra de El Antiguo, concretamente al término de Miramar, donde se situaba la iglesia rural de patronato laico, el monasterio, que refieren los textos del s. XII y que representa el polo de referencia inicial de la repoblación y transformación de carácter agrícola, cristiano y territorial de los entornos de la bahía. Estos orígenes, sin embargo, se hallan envueltos en una complicada trama de prolongados silencios, parcos documentos y falsificaciones textuales. En el año 1096 se encuentra referida, por vez primera en un documento auténtico, la existencia de San Sebastián: en la bula pontificia de Urbano II que demarca la diócesis de Pamplona se señala el límite más occidental de ésta en «... Sanctum Sebastianum in ripa maris ...». Apenas cinco años después, en 1101, Pedro I de Aragón y Pamplona confirma la donación de la iglesia de San Sebastián y su villa realizada a favor del monasterio de San Salvador de Leire por el rey «Sancius Pampilonensium», ampliándola por su parte con la «pardina» de Oroztegi. No se conserva texto de tal donación original de «Sancho de Pamplona» y por lo tanto no puede afirmarse con certeza a cuál de los reyes de Pamplona de nombre Sancho se refería Pedro I en su confirmación. Sin embargo, parece indudable que tal texto, hoy desaparecido, hubo de servir de base para la falsificación, elaborada hacia 1197 en el mismo monasterio legerense, que situaba dicha donación en el año 1014, siendo su benefactor Sancho III el Mayor. Las críticas internas y externas aplicadas a este texto apócrifo permiten sugerir que el monarca pamplonés bienhechor de Leire en este caso, fue Sancho Garcés IV, el de Peñalén (1054-1076), lo cual no obsta para presumir que en tiempos de su abuelo Sancho III el Mayor se levantara, o existiera ya, un pequeño núcleo de población regido por el monasterio cuya advocación denominará a todo el conjunto: San Sebastián. La necesaria verosimilitud, que como toda falsificación pretendería el falsario del «1014», refuerza la hipótesis de su existencia desde principios del s. XI. La realidad de este San Sebastián del s. XI no se corresponde, obviamente, con la transmitida por el espurio de «1014». Los análisis pormenorizados de los topónimos recogidos en este texto, efectuados por Ricardo de Izaguirre, permiten distinguir en él dos realidades que intencionadamente se confunden en el documento: una del s. XI, probablemente coetánea a la primitiva donación al monasterio de Leire, y otra contemporánea al falsificador, de finales del XII. Situando entre ambas la ofrecida por Pedro I al confirmar dicha donación en 1101, se distinguen tres imágenes sucesivas, para las que cabe proponer la siguiente cronología:

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