martes, 26 de febrero de 2013

Breve descripción corográfica de San Sebastián - III

3.- Ni es menos agradable el aspecto que presenta lo interior de la ciudad en su figura cuadrilonga. Los edificios que hay dentro de los muros forman con varias direcciones hasta veintiuna calles, entre ellas algunas  bastante capaces y vistosamente empedradas de piedra sillar blanquizca. Todas dichas calles se iluminan de noche con faroles de reverbero lo mismo que los de Versalles y Burdeos, que se componen de tres o cuatro pabilos, según el número de bocacalles a donde dirigen el reflejo. Adornan a la ciudad dos plazas principales: la primera es la que llaman Plaza Vieja y lo es de Armas, en la cual se ejercita la tropa y hace sus maniobras. La Plaza Nueva, aunque no muy grande, pues de largo tiene ochenta y dos varas y de ancho cincuenta y ocho, es pulcra y de armoniosa simetría, siendo su figura cuadrilátera y perfecto paralelogramo. Sobresale en su lado occidental el soberbio edificio de la Casa Consistorial, la cual , sin embargo de no ser en lo exterior del más refinado gusto, por su prolijo laboreo, no deja de hacer gran golpe a la vista, rematando en un tímpano sobre el cual descansan dos corpulentas estatuas que representan la Justicia y la Prudencia con sus atributos, viniendo a reunirse allí dos balaustradas con jarrones que discurren desde los extremos más altos de la fachada. El escudo de armas de la ciudad colocado bajo las dos referidas estatuas,  es de bello mármol blanco, traído a mucha costa desde Génova. Aquí están las magníficas salas de la Ciudad y del Consulado, amueblada esta última exquisitamente con canapés de damasco y paredes embutidas de mármol artificial o estuco, para cuyo mayor ornato sólo faltan se colocasen algunas pinturas alusivas al comercio y navegación, principales ramos a que se extiende la inspección de aquel Cuerpo mercantil. La sala de la Ciudad, que tiene la misma extensión, está también adornada con mapas topográficos de su distrito, arañas de cristal y un gran dosel para el magistrado. Aquí entra también la pública armería para setecientos hombres que se pueden aprontar en un instante, e igualmente la pieza nueva del archivo, ejecutada a mucha costa para depósito de papeles y documentos de la ciudad. Así la Casa Consistorial como las de las otras tres aceras, están sustentadas sobre portales con grandes arcos y columnas áticas. En todo el cuadro, tienen vistosos balconajes, unos dorados, otros pintados, y es grata la sensación que hacen  a los ojos cuando se iluminan, formando con la aparición  de las luces una maravillosa perspectiva. Esta plaza, colocada en el centro de la ciudad, donde en lo antiguo estaban las calles de Amasorraín y Embeltrán, se erigió en el reinado de Felipe V, siguiendo la traza del célebre ingeniero Hércules Torrelli, de quien es también el frontispicio del monasterio de San Bartolomé, y subió su coste hasta 1.016.619 reales plata, sin entrar en cuenta la  Casa Consistorial, que asciende a más de cuarenta mil pesos. El motivo que ocasionó esta nueva construcción  fue por evitar desórdenes que ocurrían en la Plaza Vieja entre gente de guerra y paisanos en los públicos espectáculos, y también el de hallarse la antigua Casa Consistorial y la del Consulado en un paraje incómodo, cuales el vasto edificio que al presente ocupa la lonja de fierro y los almacenes de la Compañía de Filipinas.

HISTORIA DE SAN SEBASTIÁN (CAMINO Y ORELLA)

CAPITULO PRIMERO - Breve descripción corográfica de San Sebastián

1. En aquella parte de la Cantabria a la cual los antiguos geógrafos romanos llamaron región de los Bascones, los autores del tiempo medio Lipúzcoa (1) y los modernos Guipúzcoa, se mira asentada la célebre población de San Sebastián, denominada también Oeaso, Idanusa, Izurun y Donostia, aun por algunos escritores que han sabido latinizar este último nombre (2), a los 15º y 35' de longitud y a los 48º y 24' de latitud, bajo un apacible clima. El sitio en que se halla fundado este pueblo es una vistosa planicie, que empezando a formarse por el Septentrión al pie de una montaña medianamente elevada, va discurriendo como tiro de cañón a mediodía hasta un paraje donde vuelve a remontarse el terreno con una dilatada colina, que conforme va penetrando e internándose hacia el mismo Mediodía, continúa en tomar mayores incrementos de altura y elevación. Por la parte oriental y occidental cierra dicha planicie el mar Oceáno Cantábrico, que metiendo sus soberbias aguas por dos bocas, forma en la segunda una capacísima bahía o concha, a manera de media luna, cuyas ondas vienen a batirse contra los muros de la ciudad y sus espaciosos arenales; y en la primera, una peligrosa barra, que recibe ansiosa en su profundo seno los cristalinos caudales del río Urumea, llamado así en idioma bascongado, o ya por los utilizados granos que se dice hallarse envueltos en sus arenas lo mismo que en las del Tajo, como asegura Garibay, o ya por lo delicado de sus aguas, el cual río, teniendo su origen en una de aquellas ramas de montes que se desgajan  y arrancan del Pirineo cerca de Arano y Goizueta y van derramándose en cordilleras por el reino de Nabarra y engrosándose con otros vertientes que se precipitan presurosos de diferentes cerros, viene a engolfarse en el piélago, casi pegante al lienzo oriental de la Zurriola, después de haber caminado majestuoso por espacio de algunas leguas y regado las frondosas riberas de Hernani, Astigarraga y Campo de Loyola, en dirección oblicua y tortuosa, y atravesando por bajo de los puentes de Ergobia y Santa Catalina, este último de doscientos venticuatro pasos de extensión (3).
2. De esta manera, no distando entre sí más que un tiro largo de fusil los dos brazos de mar que bañan ambos muros del Oriente y Poniente, viene a reducirse el pueblo, juntamente con la montaña que le hace espaldas por la banda del Norte, a una perfecta península; y produce una perspectiva tan agradable a la vista de los que descienden del camino real de Hernani hacia el pueblo, que éste se presenta a los ojos y a la imaginación a manera de una ciudad flotante y como sostenida en equilibrio encima de las aguas del Oceáno. Una situación tan peregrina lisonjea sobremanera los sentidos de los que miran a la ciudad desde una mediana distancia, como sucedió al rey Felipe III, el cual monarca, cuando vino a San Sebastián el año 1615, quedó parado un rato luego que desde la colina en que está situado el monasterio de San Bartolomé, llamada entonces Pie de Corona, descubrió el casco de la población, según pondera Guadalajara en la "Historia Pontificia", y se detuvo considerando los halagüeños y los deliciosos alrededores que la circundan; y así nada es extraño que los viajeros hayan elogiado tanto lo alegre y risueño del sitio sobre que está colocado San Sebastián, como se ve en Moreri, Martinière y otros historiadores y geógrafos modernos, y aún por eso le grabaron en láminas los autores del "Itinerario de España y Portugal", impreso en Amsterdam en 1656. Contribuye a hermosear más y más esta magnífica perspectiva, la amenidad frondosa de sus inmediaciones, alternando éstas y recreando la vista con la maravillosa variedad  de tantos montes, sierras, collados y llanos, poblados de espesa multitud de plantas y árboles, que casi todo el año se mantienen verdes, llegando a alcanzar los ojos una distancia muy apacible y de muchas leguas.

Sobre todo, no hay imaginación, por fecunda que sea, la cual pueda figurarse, sin haber experimentado antes las admirables vistas que se logran desde el monte que está al Norte de la Ciudad y en cuya cumbre se halla asentado y dominante el Castillo de la Mota, pues no siendo sino de una mediana elevación, se presentan a los ojos, de un golpe, por una parte,la dilatada extensión del Mar Oceáno Cantábrico y seno Aquitánico, desde el cabo Machichaco hasta el cabo Bretón con sus costas; y por otra, toda la jurisdicción de la ciudad, que se reputa de seis a siete leguas, y desde donde se divisan hasta ochocientos o novecientos caseríos, con otros innumerables que pertenecen a los pueblos circunvecinos como Oyarzun, Renteria, Astigarraga, Usúrbil, Guetaria, Deva y de otros lugares marítimos, así de Guipúzcoa como de Bizcaya. Se alcanzan, en fin, desde aquella eminencia del Castillo, el principio de los Pirineos, llamado el monte Aya; diversas ramificaciones de las montañas de Francia, Nabarra y Bizcaya; la mayor parte de la provincia de Guipúzcoa y sus más encumbradas cordilleras, como el Hernio y Aralar, y por último un espacioso horizonte.
3.- Ni es menos agradable el aspecto que presenta lo interior de la ciudad en su figura cuadrilonga. Los edificios que hay dentro de los muros forman con varias direcciones hasta veintiuna calles, entre ellas algunas  bastante capaces y vistosamente empedradas de piedra sillar blanquizca. Todas dichas calles se iluminan de noche con faroles de reverbero lo mismo que los de Versalles y Burdeos, que se componen de tres o cuatro pabilos, según el número de bocacalles a donde dirigen el reflejo. Adornan a la ciudad dos plazas principales: la primera es la que llaman Plaza Vieja y lo es de Armas, en la cual se ejercita la tropa y hace sus maniobras. La Plaza Nueva, aunque no muy grande, pues de largo tiene ochenta y dos varas y de ancho cincuenta y ocho, es pulcra y de armoniosa simetría, siendo su figura cuadrilátera y perfecto paralelogramo. Sobresale en su lado occidental el soberbio edificio de la Casa Consistorial, la cual , sin embargo de no ser en lo exterior del más refinado gusto, por su prolijo laboreo, no deja de hacer gran golpe a la vista, rematando en un tímpano sobre el cual descansan dos corpulentas estatuas que representan la Justicia y la Prudencia con sus atributos, viniendo a reunirse allí dos balaustradas con jarrones que discurren desde los extremos más altos de la fachada. El escudo de armas de la ciudad colocado bajo las dos referidas estatuas,  es de bello mármol blanco, traído a mucha costa desde Génova. Aquí están las magníficas salas de la Ciudad y del Consulado, amueblada esta última exquisitamente con canapés de damasco y paredes embutidas de mármol artificial o estuco, para cuyo mayor ornato sólo faltan se colocasen algunas pinturas alusivas al comercio y navegación, principales ramos a que se extiende la inspección de aquel Cuerpo mercantil. La sala de la Ciudad, que tiene la misma extensión, está también adornada con mapas topográficos de su distrito, arañas de cristal y un gran dosel para el magistrado. Aquí entra también la pública armería para setecientos hombres que se pueden aprontar en un instante, e igualmente la pieza nueva del archivo, ejecutada a mucha costa para depósito de papeles y documentos de la ciudad. Así la Casa Consistorial como las de las otras tres aceras, están sustentadas sobre portales con grandes arcos y columnas áticas. En todo el cuadro, tienen vistosos balconajes, unos dorados, otros pintados, y es grata la sensación que hacen  a los ojos cuando se iluminan, formando con la aparición  de las luces una maravillosa perspectiva. Esta plaza, colocada en el centro de la ciudad, donde en lo antiguo estaban las calles de Amasorraín y Embeltrán, se erigió en el reinado de Felipe V, siguiendo la traza del célebre ingeniero Hércules Torrelli, de quien es también el frontispicio del monasterio de San Bartolomé, y subió su coste hasta 1.016.619 reales plata, sin entrar en cuenta la  Casa Consistorial, que asciende a más de cuarenta mil pesos. El motivo que ocasionó esta nueva construcción  fue por evitar desórdenes que ocurrían en la Plaza Vieja entre gente de guerra y paisanos en los públicos espectáculos, y también el de hallarse la antigua Casa Consistorial y la del Consulado en un paraje incómodo, cuales el vasto edificio que al presente ocupa la lonja de fierro y los almacenes de la Compañía de Filipinas.
4. Hay también dentro de la Ciudad otros notables edificios, entre ellos el palacio de los Marqueses de Mortara, donde se alojaron Carlos V y Felipe III y IV; el de los Marqueses de San Millán y Condes de Villalcázar, mereciendo este último particular atención por su despejado frontispicio. Ni es de omitir el disforme promontorio de la casa llamada vulgarmente de Perú, hecha el año 1536, en la calle Mayor, por Juan Martínez de Oyaneder, obra que da una idea la más caprichosa y donde se reconoce el genio de nuestros antepasados a todo lo que era hacer respetables sus edificios, aunque fuese con la pensión de vivir entre luces y tinieblas. Todas las casas de San Sebastián son generalmente elevadas de tres y cuatro altos, lo que causa alguna oscuridad en las calles. Son poco anchas, pero de mucho fondo. Fuera de los muros se registran también hermosas quintas y casas de campo, amenizadas con jardines artificiales y otros objetos deliciosos, propios de los moradores de la campaña. Sobresale entre todas la de los Marqueses de Roca-Verde, modernamente ejecutada, y hay también otras buenas en sus inmediaciones.
5. El terreno sobre que está erigida la ciudad así como sus contornos, es sumamente arenisco y se encuentra poca greda, de donde resulta no haber lodos cuando llueve, que suele ser con exceso, tanto en las calles como en los públicos caminos y paseos, sucediendo al contrario que en otras partes, que cuanta más agua caiga, quedan más limpios, porque las arenas que no se pegan al suelo por su aspereza, las arrastran consigo las impetuosas corrientes que corren por las calles y caminos, y donde han llegado a formarse charcos y balsas, al instante se evaporan con los golpes del viento y calor del sol.  De aquí proviene tambien, que generalmente las aguas de San Sebastian sean blandas y endebles, exceptuando aquellas que manan de pizarra ó peña viva, bien que no por eso dejan de ser sanas, aunque parezcan algo jaudas y desagradables al paladar, especialmente la de la fuente principal de Morlans, que está en la Plaza Vieja y viene á la Ciudad por un dilatado acueducto en que se reunen varios manantiales, y la que llaman del Chofre, y se halla entre frondosos árboles, como la otra fuente de Daphne en el mejor paseo de la Ciudad misma. De aquí es tambien, que el terreno de San Sebastian sea muy á propósito, por ser quebradizo, para cualquiera género de plantaciones que apetecen suelo arenisco, como naranjos y otros agretes, tanto que aunque en el dia está abandonado el cultivo de este ramo de vegetales ácidos, consta que en tiempos anteriores se hacia tráfico con sus frutos, enviando á Francia barcos cargados de ellos en retorno de otros géneros que venian de allí, segun se verá despues; pero ahora se hallan pocos árboles de esta especie, y solo se encuentran algunos en las huertas pegantes á la raíz del Castillo, y se arrancaron otros muchos cuando de orden del Consejo de Guerra se demolieron varias de dichas huertas, que ocupaban la falda meridional del Castillo mis mo, porque no hiciesen estorbo á las fortificaciones, bien que todavía permanecen sus vestigios.

HISTORIA DE SAN SEBASTIÁN (CAMINO Y ORELLA)

miércoles, 20 de febrero de 2013

PROEMIO

PROEMIO

Si es una empresa dificil escribir la historia de un hombre particular, lo es mucho más sin duda escribir la de una República. Lo primero, por vasto que sea el asunto, solo se ciñe á representar un héroe, cuyas ruidosas acciones fijan toda la atencion del historiador; y tengan de extraordinario y maravilloso cuanto se quiera, al fin siempre son momentáneas, y limitadas á la vida de un varon, que por más esclarecido que sea, nunca está exento de la mortalidad, la cual juntamente con la existencia del individuo acaba sus proezas, y las arrastra á los horrores del sepulcro. Pero poner á vista de todo el mundo un cuadro donde se retratan los sucesos más célebres que durante el discurso de muchos siglos han ocurrido en un pueblo, y han formado sus principales revoluciones y épocas, es obra que requiere investigaciones más laboriosas, una meditacion profunda que alcance hasta los primitivos tiempos, un cálculo y una crítica muy delicada sobre monumentos los más inveterados y auténticos. La historia de un hombre ilustre, si no propasa los límites de su intento, ó bien describe á un Soberano cuyo reinado merece ser memorable en los fastos de la nacion, ó bien refiere las acciones virtuosas y conducta de aquellos distinguidos ciudadanos que han sido ornamento de la humanidad: el valor y las hazañas de héroes guerreros que con su espada defendieron ó acrecentaron los derechos de la pátria; la' política sábia de unos ministros que con las combinaciones más ajustadas fijaron el sistema fundamental de los Estados: los ejemplares más piadosos que nos dejaron aquellos prodigiosos hombres, á quienes la Religion levantó simulacros en sus templos para la pública veneracion: la inmensa erudicion y doctrina de aquellos astros de primera magnitud en la República de las letras, que ilustraron al mundo con sus producciones literarias. Este es el carácter de una historia privada ¿pero la de un pueblo numeroso, á más de comprender todos estos notables ramos, si es que hayan florecido en él tan aventajados sujetos, qué campo no presenta al que hace oficio de su historiógrafo? Su primera existencia y fundacion, sus adelantamientos en cada siglo, los sucesos más estrepitosos de diferentes épocas, su legislacion, sus fueros y privilegios: su industria y comercio: las obras públicas que sirven á la necesidad ó utilidad de los hombres: el génio é índole de sus habitadores: las relaciones de paz y guerra, si es presidio de armas: en una palabra, cuanto es digno de saberse debe ocupar la mente del historiador, que de todo formará un adecuado extracto. Ahora no me maravillo, que como quiera que sea cosa muy árdua escribir bien la historia, segun frase de Ciceron: Magnum quid Historiam recte scribere et summi oratoris proprium. Lib. 2 de Orat., pero siempre hayan sufrido una censura ménos rígida aquellos autores cuyo designio fué referir las vidas de los héroes en particular, que los que tomaron por asunto hablar de ciudades y provincias enteras. Plutarco, Herodiano, Suetonio, Cornelio Nepote y otros escritores de esta índole se han visto ménos expuestos á los tiros de la crítica, que Herodoto, Jenofonte, Dionisio Halicarnasio, Tácito, Josefo, aunque estos fuesen más aventajados, y hubiesen servido de regla á otros para emplear su talento en obras históricas. Mariana mismo á pesar de su cuidadosa exactitud y de hallarse aplaudido por uno de los historiadores magistrales, ¿qué severidad no ha padecido de la crítica acaso nímiamente delicada é inexorable de muchos escritores? Tan cierto es ser trabajo muy superior desempeñar justamente la formacion de una historia que abarca muchos ramos.
A la verdad, confieso no ser nuestra idea tan extendida, ni mucho ménos, pues solo se reduce á poner delante la historia de una poblacion con lo más notable de la provincia en que se halla situada. No obstante debia retraernos de este empeño la consideracion de nuestra insuficiencia que tal vez pudiera exponerse al juicio riguroso de otros más inteligentes, pero sin embargo de una desconfianza y de unos temores tan fundados, han podido superarlos varios motivos urgentes que nos estimularon á emprender esta obra. Fué el más poderoso haber visto que hasta ahora nadie se habia dedicado de intento á escribir una série y narracion histórica de la ciudad de San Sebastian, poblacion la mayor y más principal de Guipúzcoa; aunque su mucha antigüedad, sus Fueros, su antiguo comercio marítimo, uno de los más inveterados de España; ser desde muy allí Plaza formal de armas, y frontera de dos naciones considerables de Europa, у tan beligerantes entre sí tiempos atrás; las esclarecidas proezas de sus hijos por mar y tierra, y sobre todo tantos y tan insignes Régios Diplomas, y Códices depositados en su archivo habian estado excitando la aplicacion de sábios patriotas, para entretejer siquiera un compendio sucinto de su historia. Es verdad que el siglo pasado pensó escribirle el grande investigador de las Antigüedades de Cantábria Gabriel Henao, quien acreditó una inteligencia vasta en la difusa obra que dió á luz con este título; pero por falta de no haberse exhibido á aquel literato los instrumentos del referido archivo que habia solicitado, no pudo lograrse su laudable intento. Es verdad que tambien han corrido, y corren en Guipúzcoa varios volúmenes manuscritos que tratan de San Sebastian, así como de otras poblaciones de aquella ilustre provincia; mas, ó son reducidos, ó se hallan compaginados con un método poco exacto y agradable. El B.r Zaldibia, si hubiese escrito con más empeño, hubiera podido mejorar mucho su Tratado del origen y antigüedad de Cántabros. El Dr. Isasti, quien trabajó en Madrid su Compendio historial de Guipúzcoa entre principios y mediados del siglo anterior, tiene mucho de bueno, pero tambien de malo: no le faltaban materiales; pero le falta aquel arte delicado de ordenarlos con una justa organizacion, Sobre todo, sale muchas veces del oficio de historiador, y entra demasiado en lo facultativo, como cuando habiendo de tratar de los médicos más sobresalientes de Guipúzcoa, nos pone primero y amontona un capítulo frio é impertinente acerca de la ciencia médica, haciendo lo mismo con otras artes, y cometiendo enormes digresiones, no porque siempre sean estas enteramente ajenas de la historia; pero necesitan una gran destreza del que las maneja. Las digresiones, dice el célebre Rapin, Reflexiones sobre la Historia, tienen gracia cuando se hacen donde es menester, y no son demаsiado vagas, porque ellas dan á la narracion aquella verosimilitud, que le es tan necesaria para constituirla agradable. Ellas deben ajustarse såbiamente enlazando de tal manera las cosas, que por diferentes que sean los objetos parezcan uno mismo. Además Isasti se dejó llevar bastante de principios fabulosos é inscripciones apócrifas, segun se verá á su tiempo. Por estos y otros defectos se suspendió tal vez la impresion de su obra, aunque tuvo intento de divulgarla. Los escritos de Echave no hemos visto hasta ahora. De otros que entendieron en la historia de Guipúzcoa, como los PP. Francisco de Pamplona, Capuchino, José Velazquez, Trinitario, Bernardino Inurrigarro, y Presentado Fr. Manuel Vicente de Echeverri, hijo del Conde de Villalcazar, solo tenemos noticia, y nunca corrieron por la prensa sus obras. Domingo Lizaso, de quien hace mencion Henao en las Antigüedades de Cantábria, Secretario que fué de la Ciudad de San Sebastian, y Archivero suyo, trabajó con prolijidad dos tomos del Nobiliario de Guipúzcoa; pero solo puede llamarse á sus manuscritos un Tratado del Blason y Nobleza de los primitivos y esclarecicos solares esparcidos por el distrito de dicha provincia; pues poco hablan de sus Repúblicas en ge- neral. Sobre la otra produccion literaria de D. Joaquin José Landazuri, presentada á las Juntas de Bergara de 1785, con título de Historia del País Bascongado, desde luego nos prometemos, segun el designio de su autor, conocido en el mismo país, las más superiores ventajas; bien que aún no hemos logrado la complacencia de ver esta pieza his- tórica que comprende á las tres Provincias principales de la Cantábria, y que fué remitida á la censura de dos sujetos distinguidos. Omitimos los escritos del célebre Larramendi, que tampoco debieron imprimirse en toda su extension. 
Cuando hacia tiempo notábamos esta falta de una historia completa de San Sebastian, deseada por sus vecinos, tuvimos el honor de que el Gobierno Municipal de ella nos encargase el reconocimiento de todas las memorias y monumentos que se conservan en su dilatado archivo, una nueva coordinacion de este gran depósito de públicos papeles, y la formacion de un extracto que hemos dispuesto con el título de Inventario Histórico-Cronológico-Legal. Al tiempo de ir evacuando esta grave comision, se nos dió tambien la de saçar unas apuntaciones históricas que pidió á la misma Ciudad el autor del nuevo Atlante español D. Bernardo Espinald para insertarlas en su obra, y no contentándonos con formar una instruccion superficial segun bastaba al intento de Espinald, llegamos á disponer una disertacion histórica que sirviese de prolegómeno, y plan donde se tirasen las primeras líneas de nuestro principal trabajo. Presentada la referida disertacion á los Constituyentes del Gobierno de la Ciudad, merecimos nos recomendase llevarla á su ulterior perfeccion, lo que hemos procurado desempeñar segun nuestras fuerzas, como lo acreditará el mismo cuerpo de esta pieza literaria. 
Para concebir una justa idea de ella, es menester decir algo de lo que contiene, y del método en que se ha escrito: ella constará de dos tomos. En el tomo primero se habla de la antigüedad de San Sebastian, y despues de haber probado ser el Oeaso de los Bascones primitivos, se continúa en describir el estado conjetural de la dicha Ciudad, y restantes de Guipúzcoa, en tiempo de los Cartagineses, Romanos y Godos, pues nada podemos prometernos más de la espantosa oscuridad en que están envueltas las cosas de aquella remota época, sino ciertos vislumbres que centellean entre tan densas tinieblas'á beneficio de los antiguos historiadores que trataron de la Cantábria, cuya region ya está fucra de duda haber comprendido en su extension á Guipúzcoa, á lo ménos anteriormente á la guerra de Augusto César, dividida en Bascones, entre quienes se hallaba situado San Sebastian, en Várdulos y Caristos, como demuestra Risco, sábio continuador de Florez, rectificando la opinion demasiado dura de aquel escritor moderno, de Zurita, Oyenart y otros autores. Asentado este principio, y suministrándonos la Historia algunas noticias de los antiguos Cántabros y Bascones nuestros; así mediterráneos, que son los nabarros, y parte de castellanos y aragoneses, como los que ocupaban la costa marítima y más septentrional de Guipúzcoa, considerarémos mezclados en sus más ruidosos sucesos á los Oeasonenses y otras gentes de la dicha Provincia, amigas y confederadas del pueblo romano, ántes de la citada guerra de Cantábria, que fué emprendida á favor de los bizcainos y guipuzcoanos y otras naciones, contra los montañeses de Santander á Búrgos, que las inquietaban con grandes correrías.
La soberanía de los godos y otras razas septentrionales en España tiene tambien varios acontecimientos pertenecientes á las Provincias Bascongadas, cuale son las repetidas expediciones de sus monarcas hácia estos países, siempre amantes de su nativa libertad, y enemigos de una dura servidumbre á dominio extranjero. Síguese la irrupcion de los sarracenos, que jamás penetraron las ásperas montañas de Guipúzcoa y de la cuenca de Pamplona para adelante, y desde esta fatal época verémos unidos á los guipuzcoanos con aquellos Reyes de Astúrias, y descendientes de nuestros antiguos Duques de Cantábria, feliz tronco de donde se propagaron los más ilustres vástagos de la Real prosapia de España. Despues de erigido el condado de Castilla, y acrecentándose cada dia más á manera de una pequeña soberania bajo el gran Fernan Gonzalez, empiezan á sonar más en el mundo San Sebastian y Guipúzcoa, que parece haberse entregado á aquel señorío. Desde este tiempo, que es el siglo x, ya se descubren monumentos que hablan de la Ciudad y Provincia con más claridad y distincion. Una y otra se incorporan á Nabarra hácia el reinado de Sancho Mayor, de quien ponemos insignes diplomas que manifiestan ser San Sebastian á principios del siglo xı poblacion más que regular, y que ya mucho ántes de ese tiempo habia tomado este nombre moderno, dejando el antiguo de Izurun. Nuevamente se desmembra Guipúzcoa con San Sebastian, de Nabarra, despues de la muerte trágica del Rey Sancho en Peñalen, y nuevamente, vuelve á encomendarse á sus monarcas. Sancho vII engrandece á San Sebastian con el célebre Fuero, uno de los más notables de España, y sus sucesores la fortalecen, así como á otros pueblos de Guipúzcoa.
El siglo XII empieza con una particular época para la historia de la Ciudad. Los documentos ya son más abundantes, y los mismos escritores suministran materia á su formacion desde la entrega y reversion de Guipúzcoa á la Corona de Castilla el año de 1200. Don Rodrigo, Arzobispo de Toledo, uno de los mejores historiadores de aquel tiempo, refiere como testigo ocular lo que pasó en el reinado de Alfonso VIII. Desde aquí, pues, irá tomando más cuerpo la obra, y para su buen método se dividirá por capítulos, poniendo en cada uno cuanto pertenece á San Sebastian en los siguientes reinados que ha habido, empezando del mismo Alfonso vII hasta llegar á Cárlos III, habiéndonos parecido dicho método el más ajustado para hablar con el órden y distincion que requiere la série cronológica de una historia. El primer tomo abrazará el ramo civil, en el cual notarán los inteligentes muchos puntos que á más de hacer å nuestro intento, pueden servir para ilustrar la historia general de la Nacion, cuya perfeccion ya se ve, es el resultado de las particulares de las Repúblicas, y si estas se escriben bien, igualmente se escribirá bien aquella, no de otra manera que entónces son más correctas las tablas geográficas, que representan á un Reino entero, cuando se dibujan con exactitud los mapas topográficos de cada lugar y provincia.
Los Reinados de los siglos posteriores, siendo más fecundos en noticias por los documentos que se han conservado, formarán tambien los capítulos más extensos, particularmente desde los Reyes Católicos, en cuyo tiempo mudó tanto de faz la Monarquía, aumentando y mejorándose prodigiosamente la legislacion, la política del Estado, la disciplina de la guerra, el sistema de fortificar las Plazas, despues de la espantosa invencion de máquinas bélicas, la navegacion y el comercio, la adquisicion de nuevos países, la industria nacional y las artes. Desde esta época, pues, irá haciéndose más voluminosa la historia de San Sebastian á proporcion que su República, cada dia fué acrecentándose más y más en medio de tan gloriosa revolucion de la Corona de España. Ella se reedifica y fortalece con soberbias murallas; es invadida diferentes veces de enemigos que la asedian; asombra su fidelidad en la turbulencia de alborotos y comunidades de Castilla: su tráfico y su industria marítima se hacen más poderosos: sus moradores adelantan el crédito de la Nacion en los armamentos, en las expediciones más remotas, en la inteligencia de la náutica, y aún en el descubrimiento de nuevos climas oportunos á la pesca de bacalao y matanza de ballenas. Nada digo de tantos Generales y Almirantes, hijos ilustres de San Sebastian, á quienes en varios tiempos se habian confiado las más importantes empresas marítimas de la Monarquía. 
Los privilegios con que han distinguido á San Sebastian, no solo los Soberanos de Nabarra y Castilla, sino tambien de potencias extranjeras, ocupan una gran parte del primer tomo de esta historia, que por eso hemos querido titular con el nombre de Diplomática. A la verdad, ellos son tantos y tan relevantes, que los escritores que hablan de la Ciudad, suelen realzarla por esta circunstancia; pero no es nuestro ánimo referir unos privilegios aéreos, que jamás se concedieron á San Sebastian, sino en la imaginacion de algunos impostores. Tal es el que, con error grosero, han contado ciertos autores, como Martiniere y el Itinerario de España hecho por los alemanes á principios del siglo pasado, de que cuando habla el Rey con los de San Sebastian, debe estar descubierto aquel. No necesita la Ciudad de semejantes diplomas irrisorios, cuando tiene un inmenso tesoro de otros verdaderos, segun se verá en el discurso de la obra, tanto que pocas repúblicas podrán gloriarse de gozar tan ventajosos.
El segundo tomo se extenderá en primer lugar á todo lo que sea ramo de la Iglesia. Se tratará sobre la primitiva predicacion del Evangelio en Guipúzcoa, y qué asenso se merezca la venida de Santiago á los contornos de San Sebastian, como han querido persuadir algunos historiadores, y lo mismo la de los Santos Fermin y Saturnino, Marcial y Leon. Despues de haber dado por fabulosos los obispos que hácia los primeros años del Cristianismo establecieron en San Sebastian y otros pueblos de Guipúzcoa los fingidos cronicones, probarémos haber sido antiguamente de la Diócesis de Calahorra todo este país, segun se infiere de la célebre carta de los obispos de la provincia Tarraconense al Papa Hilario contra Silvano, que lo era del mismo Calahorra. Probarémos igualmente que el siglo x, así San Sebastian, como gran parte de Guipúzcoa, fueron gobernados en lo espiritual por los obispos de Bayona, conforme se colige de la famosa escritura de Arsio y de las Bulas de Pontífices. El siguiente siglo xI, restaurada la Iglesia de Pamplona, se verá cómo correspondia su Diócеsis á San Sebastian y sus inmediaciones: se verá que desde esta data fueron de las principales iglesias del obispado, las parroquias de Santa María, San Vicente y San Sebastian el Antiguo; que siempre fué regalía de dichas dos primeras parroquias haber de ser un beneficiado suyo Juez eclesiástico foráneo del Arciprestazgo mayor de la provincia, sin poderle nombrar de otra parte los Obispos mismos de Pamplona con arreglo á una declaracion del Papa Calixto II; que las facultades de estos Jueces foráneos eran grandes, segun una cédula de D. Alonso xı de Castilla y Ordenanzas de la ciudad, hasta que despues fueron limitadas, consiguiente á las determinaciones del Tridentino. Luego se hará una breve descripcion de las iglesias de Santa María Matriz, San Vicente, el Antiguo, Santa Catalina y demás parroquias extramurales, con noticia de sus particularidades: se referirá la disciplina de su Clero en tiempos pasados, y la formalidad del culto divino.
Síguese la historia de las Comunidades Religiosas de San Sebastian. El insigne Real Monasterio de San Bartolomé, cuyo rico archivo hemos reconocido con beneplácito del Sr. D. Estéban Antonio de Aguado y Rojas, dignísimo actual Obispo de Pamplona, merecia una separada, por lo precioso de los monumentos que se han descubierto, y de què subsisten varios originales del siglo XIII, entre Cédulas Reales y Diplomas Pontificios; no pudiendo, sin embargo, traslucirse por su tenor el primitivo origen y fundacion de aquel Cuerpo monástico de Canónigas de San Agustin; ántes bien le suponen existente desde mucho más allá una Bula de Inocencio Iv, y otra de Bonifacio VIII. Ello se verá por estos apreciables códices cuánta predileccion manifestaron á dicho Monasterio los Papas, los Reyes, los Obispos y las Catedrales, que le recibieron bajo su proteccion y paternidad, y todo lo demás concerniente al mismo Monasterio. Se continuará con una narracion sucinta de las demás Comunidades Religiosas de San Sebastian, segun el órden de su antigüedad, y tambien se tocará la de algunos santuarios suyos. 
Los establecimientos piadosos que ha erigido la humanidad, merecen tambien lugar en una historia. Tales son los Hospitales y Casas de Misericordia. Se referirán, pues, estos monumentos de pública conmiseracion, que existieron otro tiempo en San Sebastian, y los que ahora existen para socorrer las miserias de infelices ciudadanos, haciendo mencion de los Diplomas Regios que los han fomentado, y de su económico gobierno interior. Las Escuelas, donde se forma el espíritu de la juventud, ocupan el siguiente lugar, dando noticia de varias que se intentaron plantear en San Sebastian con un Seminario Conciliar para Guipúzcoa y Colegios de estudios mayores.
Una plaza de armas, cual es San Sebastian, rodeada por todos lados' de muros que la hacen respetable, necesitaba un capítulo separado para formar idea de su circunvalacion. La que se ha dado en la relacion de sitios no ha sido sino por incidencia. Expresarémos, pues, más por menor qué Reyes hubiesen promovido la fortificacion de dicha plaza desde el siglo xII; qué dispendios costó á la Ciudad el levantarla; qué maestros y qué ingenieros entendieron en ella, y de quiénes fueron sus planos y trazas; en qué tiempo se construyeron los cubos, los lienzos ó cortinas, el hornabeque, rebellines, enteros y medios-baluartes, baterías y reductos, así los de la plaza, como los del Castillo de la Mota, y tal vez se delinearán en planta iconográfica las obras interiores y exteriores de la Ciudad. Sus puertas, teniendo ella misma la regalía de abrir y cerrar desde inmemorial tiempo, tratarėmos de raíz sobre un privilegio tan particular. 
La jurisdiccion de la Ciudad, siendo montuosa, forma grandes cordilleras, habiendo algunas de ellas fijado la atencion de los historiadores para la demarcacion de las antiguas Galias por el Pirineo. El valle solo de Urumea, tan acreditado por su terreno, uno de los más feraces y fecundos en la produccion de vegetales que hay en Guipúzcoa, por la espesura de sus bosques, por sus ferrerías, por la célebre fábrica de áncoras, suministra materia para una disertacion, pues son muchos los instrumentos antiguos y modernos que hablan de aquel dilatado espacio confinante con Nabarra. Aquí mismo corresponde tratar sobre plantaciones de árboles de que están poblados los montes de San Sebastian, y lo que ha mejorado un ramo tan importante de industria con la aplicacion de celosos patriotas: sobre la agricultura de sus campos, y estado en que se halla: los rios que fe cundan este suelo: la pesca que producen juntamente con la del mar, una de las más aplaudidas del Occéano por su delicadeza; á los rios se siguen los puentes del Urumea, y especialmente el de Santa Catalina, sobre un rápido brazo de mar, cuya conservacion cuesta á la Ciudad muchos dispendios, y una nueva construccion de piedra ha ejercitado la pericia de ingenieros y arquitectos. Las fuentes públicas, siempre han sido en San Sebastian obras que han tocado la raya de magnificencia por ser lejanos los manantiales, y han absorvido grandes sumas desde el reinado de Felipe II hasta los tiempos presentes. Hablarémos brevemente de ellas, y de los famosos fontaneros é hidráulicos que entendieron sobre su ejecucion.
El comercio de San Sebastian, conocido estos seis siglos, requeria tambien un tratado difuso. Procurarémos describir con brevedad su estado antiguo y moderno, haciendo ver de dónde ha provenido la decadencia del tráfico los años atrás. Darémos una idea del Consulado, de la Compañía de Caracas, establecida á los principios en San Sebastian, y de la de ballenas. Manifestarémos cuán importante y cuán lucrosa fué á la Ciudad la pesca del bacalao, y la matanza de aquellos cetáceos en los mares de Terranova, Groenlandia y Noruega: las vejaciones que padecieron sus naturales y otros bascongados de la prepotencia tiránica de los ingleses: los pasos que se han dado en los tratados más solemnes de paz y comercio, para que los guipuzcoanos fuesen reintegrados en la pesca de los bancos y comederos de Terranova mismo, y la injusticia con que nos han despojado otras naciones de un derecho el más irrefragable y calificado, con el trascurso de siglos enteros. Las fábricas de bajeles, tan florecientes otro tiempo en San Sebastian y su puerto de Pasajes, harán ver tambien la pujanza de su antiguo comercio marítimo. 
Los que escriben la historia de una República no basta que refieran los sucesos más ruidosos que le han hecho célebre; que formen una idea justa de lo que ha sido y es en lo material: es menester representen las costumbres, el génio é indole de los ciudadanos; que expliquen de qué idioma usan; qué gusto siguen en los exteriores adornos; á qué cosas son propensos; que tal es su trato civil; en qué se ocupan; cuánto influyen en ellos los sentimientos de Religion, y otras circunstancias fisicas y morales que caracterizan á los republicanos, y los hacen distinguir de otros, causando aquella prodigiosa variedad que ses descubre de un pueblo á otro. A lo ménos este ha sido el estilo que han seguido los autores clásicos, y señaladamente todos los que han hablado sobre la Cantábria y Países Bascongados. Nosotros los imitarémos por demostrar cuáles sean aquellas particularidades contraidas á los moradores de San Sebastian. Por último, darémos fin á nuestra obra con una série histórica y catálogo de los varones notables que ha producido San Sebastian y han sido vecinos de ella, en las más distinguidas carreras, para que su memoria sirva de eśtímulo y ejemplar en el heroismo de acciones virtuosas, á la.posteridad, que naciere en el suelo mismo, que dió el ser ó domicilio á aquellos, y se forme su justo elogio. 
En toda la obra hemos cuidado afianzar lo que escribimos sobre testimonio seguro de los autores que hemos podido leer, y sobre la fé de los instrumentos que hemos registrado con escrupulosidad. Lo contrario, seria hablar de cabeza, ó como dicen, de memoria. Todo lo que sea apócrifo y falso hemos rechazado enteramente, sabiendo que nada es más importante á la historia que la verdad inviolable, ó lo menos la verosimilitud donde no se descubre claramente aquella. Abominamos la vil sugestion con que cierto dulico oriental persuadia al historiador Vopisco escribiese lo que se le antojase, seguro de que tendrá escusa en los autores más acreditados, que habian prostituido su pluma con la venalidad de las más solemnes mentiras: scribe securus, dicas quod velis habiturus mendaciorum comites, quos historicae eloquentie miramur authores. ¡Rara extravagancia y frenesí de la crítica, mejor para corregirse con Elevoro que con razones! Pues qué ¿ya no será la historia el fundamento de la fé pública? ¿Se calificará de impostores á todos los que la han escrito? ¿No creerémos nada, y todo será fåbula? Pues destrúyase cuanto han dicho, y no haya ſé en los bombres. Neguemos y dudemos todo. Admitase el pirronismo, y nada sea cierto. Hé aquí las terribles consecuencias de una máxima tan funesta á la sociedad, y á la Religion misma.
En fin, el estilo de esta obra se ha procurado saliese acomodado á la naturaleza del escrito, que no pide tan sublime como la declamacion y el poema; pero ha de ser más noble que el familiar, sobre todo en los asuntos grandes y golpes heróicos. Debe evitar los extremos de la sequedad ática, y las gracias demasindo floridas. No es fácil dar gusto á todos: nos contentarémos con haber satisfecho á los inteligentes, y haber servido á la pública utilidad.

(HISTORIA DE  SAN SEBASTIÁN (CAMINO Y ORELLA)

San Sebastián en la Historia



Llamose antiguamente Hizurum, que en la lengua euskara equivale a tres agujeros o entradas, que son las que tiene por el mar. Los antiguos la llamaron Easo, que es el nombre que puso Pomponio Mela en la región de Cantabria, y se muestra en el mapa viejo de Abran Ortelio, que con Ptolomeo le da este nombre de Easopolis. Es población antigua como se infiere de una escritura de donación que Don Sancho el Mayor, rey de Navarra hizo al monasterio de San Salvador de Leire en la era de 1052 (año 1014 del nacimiento de Cristo). En ella se hace mención del monasterio de San Sebastián el Antiguo con su parroquia, y de la villa de Hizurum con sus iglesias de Santa Maria y San Vicente que hoy existen. Ya en el siglo X en que estaba agregada a Navarra, era conocida esta ciudad con el nombre de San Sebastián, que tomó sin duda de la iglesia del Antiguo, en cuyo punto estaba la principal población. El nombre de Donostiya (Done-Ostiya), que aceptó después, y con el que se le conoce en vascuence, equivale sin duda a San Sebastián.
Don Sancho el VI, llamado el Sabio, dió a esta villa sus fueros, que fueron después confirmados por su sobrinoDon Alfonso VIII, rey de Castilla el año 1202. Los limites de jurisdicción de la villa concedidos en dicho fuero,(1150), comprendian desde Fuenterrabia hasta Oria, y desde Arrenga -que es el puntal de Pasages- hasta San Martin de Arano, en Navarra.
En 1200 habiendose unido Guipuzcoa a Castilla, el Rey Don Alfonso VIII tomó posesión de la fortaleza de San Sebastián , confirmando desde Burgos el fuero de su tío Don Sancho el Sabio y haciendolo extensivo a las villas de Fuenterrabia, Guetaria, Motrico y San Vicente de la Barquera, y más tarde también a las de Zarauz, Usurbil y Hernani.
El fuero de San Sebastián ha ido desde esta época enriqueciendose con nuevas mercedes y privilegios que los diversos reyes han ido concediendo en prueba de la lealtad y distinguidos servicios prestados por sus habitantes.
Desde el reinado de los Reyes Católicos, San Sebastián fue engrandeciéndose mas y mas y su historia nos es ya más conocida.
Así es como empieza don J. Manterola, a describirnos la historia de San Sebastián, en su Guia- manual geografico descriptivo de la Provincia de Guipuzcoa, en el año de 1871, y asi es como he querido yo hacer la introducción de esta sección de historia de San Sebastián, y en la que iremos progresivamente contando la historia de San Sebastián, citando con toda profusión de datos las referencias a las fuentes consultadas.
IZURUN