martes, 26 de febrero de 2013

Breve descripción corográfica de San Sebastián - II

2. De esta manera, no distando entre sí más que un tiro largo de fusil los dos brazos de mar que bañan ambos muros del Oriente y Poniente, viene a reducirse el pueblo, juntamente con la montaña que le hace espaldas por la banda del Norte, a una perfecta península; y produce una perspectiva tan agradable a la vista de los que descienden del camino real de Hernani hacia el pueblo, que éste se presenta a los ojos y a la imaginación a manera de una ciudad flotante y como sostenida en equilibrio encima de las aguas del Oceáno. Una situación tan peregrina lisonjea sobremanera los sentidos de los que miran a la ciudad desde una mediana distancia, como sucedió al rey Felipe III, el cual monarca, cuando vino a San Sebastián el año 1615, quedó parado un rato luego que desde la colina en que está situado el monasterio de San Bartolomé, llamada entonces Pie de Corona, descubrió el casco de la población, según pondera Guadalajara en la "Historia Pontificia", y se detuvo considerando los halagüeños y los deliciosos alrededores que la circundan; y así nada es extraño que los viajeros hayan elogiado tanto lo alegre y risueño del sitio sobre que está colocado San Sebastián, como se ve en Moreri, Martinière y otros historiadores y geógrafos modernos, y aún por eso le grabaron en láminas los autores del "Itinerario de España y Portugal", impreso en Amsterdam en 1656. Contribuye a hermosear más y más esta magnífica perspectiva, la amenidad frondosa de sus inmediaciones, alternando éstas y recreando la vista con la maravillosa variedad  de tantos montes, sierras, collados y llanos, poblados de espesa multitud de plantas y árboles, que casi todo el año se mantienen verdes, llegando a alcanzar los ojos una distancia muy apacible y de muchas leguas.

Sobre todo, no hay imaginación, por fecunda que sea, la cual pueda figurarse, sin haber experimentado antes las admirables vistas que se logran desde el monte que está al Norte de la Ciudad y en cuya cumbre se halla asentado y dominante el Castillo de la Mota, pues no siendo sino de una mediana elevación, se presentan a los ojos, de un golpe, por una parte,la dilatada extensión del Mar Oceáno Cantábrico y seno Aquitánico, desde el cabo Machichaco hasta el cabo Bretón con sus costas; y por otra, toda la jurisdicción de la ciudad, que se reputa de seis a siete leguas, y desde donde se divisan hasta ochocientos o novecientos caseríos, con otros innumerables que pertenecen a los pueblos circunvecinos como Oyarzun, Renteria, Astigarraga, Usúrbil, Guetaria, Deva y de otros lugares marítimos, así de Guipúzcoa como de Bizcaya. Se alcanzan, en fin, desde aquella eminencia del Castillo, el principio de los Pirineos, llamado el monte Aya; diversas ramificaciones de las montañas de Francia, Nabarra y Bizcaya; la mayor parte de la provincia de Guipúzcoa y sus más encumbradas cordilleras, como el Hernio y Aralar, y por último un espacioso horizonte.

HISTORIA DE SAN SEBASTIÁN (CAMINO Y ORELLA)

No hay comentarios:

Publicar un comentario