Posiblemente que en alguna excursión habréis descubierto un paisaje que de tan maravilloso no se os olvida con facilidad.
Y es que, encadenados como estamos al cemento de la calle y a las grandes edificaciones, la inclinación por la Naturaleza -el cielo, el mar, los ríos y los montes- que todos sentimos, nos domina en los momentos en que podemos disfrutar de ella. del campo volvemos a la ciudad un día de fiesta o excursión, fortalecidos y tonificados, como más repuestos.
De la deliciosa contemplación de la Naturaleza podían disfrutar ampliamente los donostiarras de aquellos siglos XI y XII. Cuanto mayores son las poblaciones, más terreno roban a la Naturaleza. Y las ciudades acaban así careciendo de un rinconcillo donde cante un ruiseñor o donde una débil hoja murmure al viento.
El valle del Urumea, cercano a San Sebastián, era feracísimo. Las colinas estaban materialmente recubiertas de toda clase de árboles : robles, olmos, castaños y hayas, fresnos y acacias.
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