En esta época de la historia de San Sebastián existía una forma de trabajo que, además de ser de las más antiguas que se conocen, es también sugestiva.
Me refiero a los ferrones, los herreros.
En aquellos años -1200, 1300- las villas estaban casi siempre fortificadas o amparadas por castillos o por monasterios, que protegían a los que vivían en ellas. Con frecuencia los señores y los obispos adquirían así un carácter tutelar.
Por las noches, las puertas de las ciudades se cerraban y ello producía la misma sensación de seguridad que la llave y el cerrojo de una casa.
Fuera de los muros quedaba el monte, el bosque o el llano, solitarios y amenazantes, con sus peligros nocturnos. En ocasiones, ¡cuántos acechaban a los viajeros a los que sorprendía la oscuridad lejos de la muralla de la más próxima villa!
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