lunes, 22 de abril de 2013

CAPITULO III - CARTAGINESES Y ROMANOS

1. En medio de una antigüedad tan remota de San Sebastián, es muy sensible no se haya descubierto algún documento hasta ahora, anterior al siglo X, que expresamente y con el nombre de San Sebastián hable de ella y por donde pueda conocerse cuando empezó a llamarse con dicho nombre, debiendo atribuir esta deplorable falta, que igualmente padecen otros pueblos célebres, o bien a la atroz voracidad de los tiempos que han consumido los más preciosos monumentos, o bien a la negligencia de nuestros antecesores, nada dedicados a la literatura en aquellos lejanos siglos, pudiendo justamente exclamar con Prudencio: ¡" O vetustatis silentis obsoleta oblivio"! Pudo dar también motivo a esta falta de noticias, haberse quemado los papeles mas antiguos que tenía San Sebastián en los incendios que abrasaron su pueblo en los siglos XIII, XIV y XV, según se referirá en su lugar. Sin embargo, despreciando algunas especies fabulosas que escriben ciertos autores, como la de que el rey Brigo, quien nunca existió en el mundo, hubiese erigido .un castillo en San Sebastian año de 2056 despues de la creacion del mundo,' cosa de que no puede persuadirse nadie que sepa haber sido fantásticos los primeros monarcas que se quisieron atribuir á España, pueden formarse conjeturas no tan inverosímiles, y pertenecientes á la historia de nuestra poblacion y lo restante de Guipúzcoa en la era de los Cartagineses y romanos, á quienes, segun la revolucion de los tiempos en que florecieron aquellas dos repúblicas insignes, émulas de la gloria y grandeza recíproca, estuvieron subordinadas, así como otras regiones de la Peninsula, todas estas provincias que se extienden desde Fuenterrabía y Promontorio de Oeaso, hasta la raya de Asturias por la costa del Occéano, á cuyos habitadores distinguieron los geógrafos romanos con los nombres de bascones, bárdulos, caristos, que todos son guipuzcoanos, autrigones, hoy bizcainos, y cántabros, bien que todos ellos convenian en ser cántabros, pues aunque se limitó este último vocablo de cántabros desdè la guerra de Augusto César en adelante á las montañas de entre Burgos y Santander, fué por haber sido allí el principal teatro de las expediciones cantábricas del mismo Augusto César y Agripa, á que dieron motivo las contínuas irrupciones y hostilidades que ejecutaban los montañeses de Santander y asturianos rebeldes, contra los bizcainos ó autrigones, vacceos, túrmogos y otras gentes confederadas y amigas del pueblo romano, inmediatas á los mismos cántabros, asunto que ha ilustrado con solidez Risco. 2 ( Florez vindicado cap. 9.-Vasconia antigua cap. 2.) 
2. Así, pues, supuesto el dominio de la República de Cartago en España, es verosímil que una de las costas que corrió el capitán Himaleón el año 445 antes de Jesucristo por la parte más septentrional de la Península, así como Hannón la de Africa, según refieren Garibay y Mariana (Garibay, libro V, cap.VI; Mariana, libro I, cap.XXI), sería la costa marítima de Guipúzcoa con sus mejores puertos, como el de Oeaso o San Sebastián, Pasajes y otros, no habiendo violencia en creerlo así por haberse dirigido aquella expedición naval a reconocer los surgideros de dichas costas y formar los diarios por escrito.Efectivamente se persuadió así el continuador de Florez.' Podemos creer tambien que cuando Asdrúbal, hermano de Aníbal, atravesó con su ejército por la costa más septentrional de España, año de 207 antes de Cristo, y pasó por los Pirineos á Francia, ocultando el itinerario de su derrota á Escipion, para incorporarse con el mismo Aníbal, y penetrar por los Alpes en Italia segun el testimonio de Apiano lib. de Bello Hispan., caminaria por este territorio de San Sebastian ú Oeaso, colocado sobre la referida costa, pues no habia pasaje más arrimado al Septentrion en todas las Españas que las riberas marítimas de Guipúzcoa. Todo esto se hace más persuasible, sabiendo que los bascones y cántabros se distinguieron tanto por su valor en la guerra de Anibal, como cantaba Silio Itálico cuando refiriendo las diversas naciones de que se componía el grande ejército del mismo Aníbal, decia así: Necnom totus adest Vesper, populique reposti. Cantaber ante omnes, hyemisque, æstusque, famisque, Invictus, palmanque ex omni ferre, labore; Cantaber ante alios, nec tectus tempora Vasco,2 omitiendo otros graves fundamentos que hay para asentir al dominio de los cartagineses en las Provincias Bascongadas, no siendo de poco peso el que ha ofrecido á los sábios la permanencia en Durango de-la estátua ó piedra que representa á un elefante, simbolo de los mismos cartagineses, de la cual hizo mencion Henao-Antigüedades de la Cantábria, lib. 1, cap. 30, habiendo sido este insigne monumento el que obligó á Florez, y tambien á su continuador, á tener por cierto el Imperio de Cartago en la Cantábria, entendido segun se debe entender. 
3. Por lo que toca al dominio de los romanos en la Basconia, cuya primer época, despues de excluido el de los cartagineses, han querido establecer algunos en el Consulado de Lucio Lúculo, año 147 antes de Jesucristo, fundados en un lugar del epítome de Tito Livio sobre haber pacificado dicho Cónsul á los celtíberos, bascones, cántabros y otras naciones desconocidas, los hechos más ruidosos en que podemos considerar envueltos á los Oeasonenses. Entre aquellos cántabros, á quienes pidieron socorro en la guerra de Lucio Craso, como refiere Julio César lib. de Bello Gallico, los de Aquitania, sus comarcanos, se contaron principalmente los de Oeaso y pueblos limítrofes, no habiendo cántabros más inmediatos á los aquitanos y que con mayor brevedad les pudiesen suministrar tropas auxiliares, que los guipuzcoanos de esta comarca de San Sebastian, desde donde, lo mismo que sucede ahora, no habia más de tres leguas al Paso de las Galias y so bre ocho al rio Adour ó Aturo como le llama Ptolomeo en sus tablas; y es la ria de Bayona, principio de la Aquitania, del que hizo mencion nuestro poeta Lucano, cuando en el libro de la Farsalia, decia: 
Tunc rura Nemossi 
Qui tenet est ripas Aturi, qua littore curvo 
Molliter admissum claudit Taberllicus æquor, 
y tambien Ausonio en la Parentalia ó ascendencia de sus padres, 5.°, vers. II. 
Tum profugum in terris per quas erumpit Aturrus 
Tarbellique furor perstrepit Occeani. 
Constando por el mismo Julio César, que los cántabros, cuyos so. corros solicitaron los de Aquitania, segun se ha visto, año de 51 antes de Cristo, eran los que habian ejercido la milicia, bajo las banderas del célebre Quinto Sertorio, de quien habian aprendido el arte de la guerra, segun la disciplina militar de los romanos,' no resulta poca gloria á los guipuzcoanos en haber seguido con los demás bascones la voz de aquel famoso caudillo, terror de los mismos romanos, á quien aun despues de su muerte conservaron la más heróica fidelidad, como lo atestiguan las ruinas de Calahorra, pueblo de los propios bascones, que dejó eternizada su memoria por el sufrimiento de los más horribles trabajos antes de abandonar el partido de Sertorio. Posteriormente se puede presumir que los Oeasonenses se adheririan lo mismo que los otros bascones al gran Pompeyo, cuyo Capitan Afranio con efecto se sabe haber juntado reclutas en los pueblos marítimos situados sobre el Océano Cantábrico como refiere Julio César, lib. I de Bello Civili, hasta que por fin todos los bascones vinieron á la obediencia del mismo Julio César, despues que enteramente fueron derrotados los pompeyanos en España y otros parajes del imperio.  
4. Ninguna repugnancia hay tampoco en creer que siendo el puerto de Oeaso o San Sebastián de los mejores y más conocidos que hay en el Oceáno Cantábrico, entrarían en su concha o bahía y también en el canal de Pasajes las escuadras de los Romanos que solían surcar estos mares, como sucedió en la guerra de Cantabria según el testimonio de Paulo Orosio, quien asegura haber mandado Augusto César que desde el seno Aquitánico siguiendo estas costas se dirigiese una armada contra los Cántabros (1). Lo propio se puede presumir de otros armamentos navales que levantaron los romanos en el Occéano para las expediciones contra la Gran Bretaña, segun consta de Suetonio en la Vida de los Césares; á la verdad no ocurria estancia más segura para las arribadas en caso de tempestad, ni para invernar las escuadras que la de la playa de Pasajes, asi en el mar Cantábrico, como en el peligroso golfo Tarbélico y de la Aquitania. 
5. Establecido entre los Bascones y Cántabros el imperio de los Romanos, cosa que no puede negar ningún hombre sensato después de tantas demostraciones como sobre ello se han hecho (1), asegurando Plinio que dichos Bascones iban por sus causas contenciosas y pleitos al convento jurídico o audiencia de Zaragoza, como eran los Pompelonenses, los Iturrisenses, hoy en día Baztanenses, según se infiere del "Itinerario de Antonino", en el camino desde Astorga hasta Burdeos, los Carenses, ahora Puente la Reina, los Ilumberitanos, al presente los de Lumbier, los Aracelitanos o Ugarte Araquil en opinión de Oyenart y Risco, los Cascantinos o de Cascante, los de Gracuris o Alfaro, correspondía que también acudiesen al mismo tribunal de Zaragoza los Oeasonesnse y los de otros pueblos más comarcanos a San Sebastián, pues los demás Guipuzcoanos de hacia Tolosa y Orio adelante, no comprendiéndose entre los Bascones sino en los Bárdulos y Caristos, iban al convento jurídico o audiencia de Clunia, según se colige del mismo Plinio, libro III, cap.III, porque es muy cierto que los Bascones, así como ocupaban mucho territorio por la parte de Nabarra extendiéndose desde el Pirineo hasta más allá del Ebro, pero por el lado de la costa marítima no les pertenecía más trecho poco más o menos que el que hay desde Fuenterrabía hasta el río Oria, como consta por las dimensiones de Ptolomeo y Plinio.

HISTORIA DE SAN SEBASTIÁN (CAMINO Y ORELLA)

sábado, 30 de marzo de 2013

CAPÍTULO II - ANTIGÜEDAD DE SAN SEBASTIÁN

1. La primera fundación de San Sebastián es oscura y difícil de averiguar; pero esta misma dificultad en fijar su primera época es la mayor gloria que la condecora, no habiendo pueblos más antiguos que aquellos cuyos principios se ignoran y se pierden en la memoria de los hombres, por lo cual siempre se han jactado las repúblicas más insignes cuando no han podido descubrir cuándo hubiese sido su primitiva existencia y cuáles sus fundadores. Troya, Roma, Tebas, Cartago y otras ciudades ilustres, tuvieron que recurrir a fabulosos orígenes acerca de su primer ser. Padecen un error grosero los que han pensado establecer la formación de San Sebastián pocos siglos antes que éste que ahora vivimos, atribuyéndola ignorantemente a algunos pescadores que arrojados por una deshecha tempestad de mar hacia estas riberas de la Cantabria, comenzaron a levantar ciertas chozas o barracas, y multiplicándose éstas cada día más por las ventajas que ofrecía la oportunidad del sitio, llegaron a acrecentarse hasta formar una perfecta colonia. ¡Error grosero, vuelvo a decir, y que sólo se oye propalar a los que nada saben de historia y de antigüedad! Lo es igualmente de algunos que, siguiendo a don Sebastián de Covarrubias y Abraham Ortelio, pretendieron que San Sebastián se hubiese erigido sobre las ruinas de un lugar llamado en lo antiguo Colipo, lo cual ha alucinado a los geógrafos que en sus mapas colocan a Colipo en San Sebastián, si no es que confundiesen este nombre con el de Oeaso. Lo es también, y no de marca menor, el que padecieron ciertos escritores mal instruídos, quienes, como dice Garibay, se imaginaron que San Sebastián era fundación del emperador Marco Aurelio Basiano Caracalla, y que de ahí le quedó el nombre de "Saltus Bassiani", añadiendo que después por corrupción se alteró dicho nombre en el de "Sanctus Sebastianus" (Garibay, libro XXII, cap.VIII). Esto ya se ve, era menester comprobar con algún pasaje de historia por donde constase haber aquel príncipe transitado por San Sebastián, lo cual no ha soñado ningún historiador grave.

2. A nosotros nos parece que la Ciudad de San Sebastián es el antiguo Oeaso o Idanusa, con cuyos nombres le llamaron los más célebres vocabularios. Este modo de pensar nuestro se halla autorizado por instrumentos inveterados, por donde se califica haber estado firmemente persuadidos nuestros mayores de esta verdad. Tal es sin duda la insigne escritura de la entrega de Guipúzcoa al rey Alfonso VIII de Castilla el año 1200, la que se pondrá a la letra en el lugar correspondiente, pues describiéndose en dicho instrumento los límites y pueblos principales de Guipúzcoa por la costa, se expresa así : "Deinde per littore maris Cantabrici, ubi est S. Sebastianus de Easo et S. Sebastiani Monasterium (1), por lo que ya en el siglo XIII se creía haber sido San Sebastián el legítimo Oeaso. Así pensó también y convenció el clarísimo Marca, obispo de París, libro I de la "Historia de Bearne", con razones demostrativas y llenas de un grande peso, sin embargo que otros quisieron colocar a Oeaso en Fuenterrabía, como Oyenart en las "Noticias de ambas Vasconias", cap.VII; otros en Oyarzun, otros en Zumaya, otros al lado de los Capuchinos de Rentería, en el alto de Basanoaga, que divide las jurisdicciones de San Sebastián y dicha villa de Rentería, que es el mismo paraje a donde ésta solicitó trasladar su población el año 1645, cuyo sentir ha seguido Risco, continuador de Flórez, en su "Tratado de la Basconia antigua", cap.IV. Es verdad también que el propio Marca creyó después que Oeaso estaba situada donde ahora San Nicolás de Orio, pero llevado de unos fundamentos tan despreciables y notados de ambición, que nadie suscribió a éste su dictamen, habiendo tenido por principal fin para defender esta extraña paradoja, querer probar que en tiempo de los Romanos se extendían las Galias hasta Orio, ni dudó confesar en medio de esto ser opinión común la que identificaba a San Sebastián con Oeaso. ("Marca Hisp.", lib.I, cap.XIV) (2)

3. Las razones, pues, por donde se demuestra ser San Sebastián el verdadero Oeaso de la antigua Basconia, a más de lo dicho arriba, son las siguientes : Primera, porque constando de Ptolomeo, Estrabón y Pomponio Mela que el promontorio Oeaso, formado por la cordillera de Jaizquibel, que empieza desde el canal de Pasajes y fenece en el cabo Iguer de Fuenterrabía, era el término limítrofe que dividía a las Españas de la Galia Aquitánica, y asegurando el mismo Ptolomeo que este promontorio se hallaba distante de la ciudad de Oeaso cuarenta y cuatro minutos de latitud, cuya diferencia cuadra a la situación de San Sebastián respecto al expresado cabo de Iguer, según el cálculo de los grados en aquel tiempo, como confiesa el referido Marca en los lugares citados, corresponde que Oeaso no estuviese donde al presente Fuenterrabía, pues dista tan poco de aquel cabo o promontorio, sino en el paraje en que se halla San Sebastián poco más o menos, fuera de que ésta y no aquélla está al poniente del promontorio, como confiesan todos debe colocarse la ciudad de Oeaso respecto al promontorio de Oeaso. Con efecto, la demarcacion de Ptolomeo siguiendo del Oeste al Este, la pone así Molecio, vertida del griego al latin. 
Oeaso Civitas (Santus Sebastianus).... 15-0=45-6= 
Oeaso Promontorium Pirenei.......... 15-0=45-50= 
La 2.°, poniendo Estrabon so bre las riberas del Mar Occéano á Oeaso ó Idanusa entre los pueblos de bascones en lo más septentrional de la Provincia Tarraconense,' y no pudiendo reducirse aquella poblacion aá Fuenterrabía, como se ha dicho ántes, se sigue que corresponde á San Sebastian situado en lo más vivo y descubierto de las aguas del mismo Occéano, lo cual no se verifica en Oyarzun, que se halla muy tierra adentro, como ya advirtieron otros, ni tampoco en Basanoaga, donde hasta ahora no se ha encontrado rastro de poblacion, ni tampoco en San Nicolás de Orio, ni Zumaya, que no tienen su asiento tan inmediato á la mar, sino solo á unas ensenadas ó playas que se retiran bastante del Mar Occéano. La 3., hallándose Zumaya, no en los bascones, sino en territorio perteneciente á los várdulos segun dimensiones de Ptolomeo, no pudo estar allí la Ciudad de Oeaso, propia de los bascones, que era la última region de los cántabros. No pudo estar tampoco en Basanoaga, por cuanto este sitio cae al Mediodía, y no al Occidente del promontorio Oeaso, en cuya última situacion colocó Ptolomeo á la Ciudad de Oeaso respecto al mismo promontorio, como lo confiesa tambien Risco, y más si dicho promontorio debe entenderse desde Pasajes hasta Fuenterrabía; es verdad que aún cuando fuese cierta la opinion de este sábio continuador de la España Sagrada en establecer á Oeaso en Basanoaga, solo quedaria distante de San Sebastian poco más de media legua, pequeña diferencia para el caso en cuestion. Ménos pudo estar Oeaso en Orio, porque para esto era menester tragar el absurdo de hacer promontorio de Oeaso á los montes de Igueldo, que discurren desde el mismo Orio hasta San Sebastian, cosa que hasta ahora nadie habia imaginado, sino el Sr. Marca, por sus miramientos particulares; que son bien notorios, de dar mayor extension á la Francia. Supuestos tan sólidos fundamentos de haber sido San Sebastian el Oeaso de los bascones, es extraño en la sabiduria del P. Risco hubiese aseverado no tener ninguno Marca cuando sostuvo una opinion tan verosímil. Este erudito insistió mucho, y á la verdad con razon, en que el nombre de Oyarzun ú Oyarzo son derivaciones de Oeaso y Olarso segun le llama Plinio; pero esto no convence que la Ciudad de Oeaso hubiese estado donde ahora Basanoaga, parte del antiguo valle de Oyarzun; pues las mismas pruebas que hay para que San Sebastian haya sido el verdadero Oeaso, las hay para que ella sea tambien el verdadero Oyarzo, del cual y juntamente del promontorio de su nombre se extendió este á todo el valle, ni arguye otra cosa que el puerto de Раsajes, el cual es notorio haber sido jurisdiccion de San Sebastian como lo es ahora, se hubiese llamado antiguamente el puerto de Oyarzo, denominándose así de la Ciudad que le dominaba, y que en los siglos remotos parece haber sido cabeza de todo el valle de Oyarzun, desde la poblacion hasta el promontorio. 

4. Este modo de sentir nuestro en cuanto a la identificación de San Sebastián con Oeaso se tenía por cierto en el reinado de Felipe II, como se infiere de una inscripción latina abierta en piedra sobre la Puerta de Tierra de dicha ciudad que se lee así en caracteres grandes : "Philipo. II. Hisp. Regi. S. P. Q. Easonnensis dicavit. 1577". Finalmente, convienen en esto, a más de los historiadores extraños, algunos que trataron sobre asuntos históricos de la provincia de Guipúzcoa como el Bachiller Zaldivia (cap V) y el Dr. Isasti ("Descripción de San Sebastián"). Es verdad que no nos empeñaremos en averiguar si la ciudad de Oeaso ocupaba el mismo paraje que al presente San Sebastián, o si estaba en el sitio donde ahora la iglesia parroquial y monasterio de San Sebastián el Antiguo, de que se derivó este nombre al pueblo, que mucho antes del siglo X y XI se llamó Izurun, según consta de un célebre privilegio de donación de don Sancho el Mayor, Rey de Navarra, otorgado a favor del Monasterio de Leire, año 1014, en que se expresa que los antiguos nombraban Izurun a la villa de San SebastiánIllam Villam quam antiqui vocabant Içurum; bien que este vocablo parece hallarse corrompido y puesto en lugar de Easurun, Oyarzurun ú otro semejante alusivo al antiguo vocablo de Oeaso ú Oyarzo; pues no se encuentra ningun otro instrumento donde á San Sebastian se le haya llamado Izurun, y es bien ridículo y ajeno de propiedad el origen que Garibay y Sandoval quisieron forjar á este nombre, como que se referia á las tres entradas ó brazos que forma el Mar Occéano en San Sebastian.2 Sin embargo de lo dicho, es más verosímil haber ocupado Oeaso el propio terreno en que actualmente se mira San Sebastian, ya por la oportunidad del sitio, ya tambien por la mayor conveniencia del Comercio.  

HISTORIA DE SAN SEBASTIÁN (CAMINO Y ORELLA)

5 - EL URUMEA Y SUS NAVÍOS

jueves, 28 de marzo de 2013

4 - FERRONES

En esta época de la historia de San Sebastián existía una forma de trabajo que, además de ser de las más antiguas que se conocen, es también sugestiva.

Me refiero a los ferrones, los herreros.

En aquellos años -1200, 1300- las villas estaban casi siempre fortificadas o amparadas por castillos o por monasterios, que protegían a los que vivían en ellas. Con frecuencia los señores y los obispos adquirían así un carácter tutelar.

Por las noches, las puertas de las ciudades se cerraban y ello producía la misma sensación de seguridad que la llave y el cerrojo de una casa.

Fuera de los muros quedaba el monte, el bosque o el llano, solitarios y amenazantes, con sus peligros nocturnos. En ocasiones, ¡cuántos acechaban a los viajeros a los que sorprendía la oscuridad lejos de la muralla de la más próxima villa!

3 - ALREDEDORES DONOSTIARRAS

Posiblemente que en alguna excursión habréis descubierto un paisaje que de tan maravilloso no se os olvida con facilidad.

Y es que, encadenados como estamos al cemento de la calle y a las grandes edificaciones, la inclinación por la Naturaleza -el cielo, el mar, los ríos y los montes- que todos sentimos, nos domina en los momentos en que podemos disfrutar de ella. del campo volvemos a la ciudad un día de fiesta o excursión, fortalecidos y tonificados, como más repuestos.

De la deliciosa contemplación de la Naturaleza podían disfrutar ampliamente los donostiarras de aquellos siglos XI y XII. Cuanto mayores son las poblaciones, más terreno roban a la Naturaleza. Y las ciudades acaban así careciendo de un rinconcillo donde cante un ruiseñor o donde una débil hoja murmure al viento. 

El valle del Urumea, cercano a San Sebastián, era feracísimo. Las colinas estaban materialmente recubiertas de toda clase de árboles : robles, olmos, castaños y hayas, fresnos y acacias.

2 - VOCACIÓN MARINERA

San Sebastián, Ciudad levantada sobre la mar y sobre la arena, y como asentada sobre ellas, mira el mar con una íntima compenetración de buenos amigos.

¿Qué se dicen una al otro?

De siempre, el pueblo vasco ha sentido por el mar una innata, indescifrable vocación. Se ha dicho, muy certera y bellamente, que el pueblo vasco ha vencido cuando ha puesto sus bosques en marcha -bosques de esas húmedas profundidades guipuzcoanas, sombrías y sonoras- y se ha hecho a la mar con otros bosques de palos y velas ......

Además, el mar ha sido para San Sebastián un medio riquísimo de sustentos. Pesca y comercio fueron su medio de trabajo y vida durante siglos.

Marinos fueron vascos ilustres: Elcano, tan hombre de mar que dio el primero la vuelta al mundo navegando; Juan de Garay, fundador de Buenos Aires; Legazpi, conquistador de Filipinas; Oquendo, el guerrero. En esta historia irán apareciendo con el Urumea, nuestro río, que yo quisiera, describiros tan a lo vivo que pudiera oírse el estrépito del martilleo, de las sierras y de los talleres.

¿Por qué esa vinculación de nuestro pueblo con el mar? Es, sin duda, la fuerza de una vocación, que existe en los pueblos como en los hombres. Si no ¿por qué tenéis vosotros una inclinación, una llamada -eso quiere decir vocación- hacia tal o cual cosa, o por la música, por leer mucho o por hacer operaciones con números? 

El mar es un horizonte lleno de aventuras y de incertidumbre, cercano y sin fin. Para lanzarse a él hace falta valor, porque hay peligro. Y el vasco es temerario y valiente. 

Y el mar es también la contrapartida de ese pedazo de tierra seguro, pacífico y firme -el caserío- donde reina la laboriosidad -otro de los patrimonios de la raza vasca-, pero en donde el horizonte es estrecho y el alma del vasco -incansable, guerrera- se ahoga.

1 - VISTA GENERAL

Resulta difícil imaginar como era San Sebastián al principio de esta historia. Tenemos que empezar desde el año 1000, nada menos.

Porque la Ciudad de hoy es diametralmente distinta de aquella a la que forzosamente hemos de referirnos.

Era un pueblo pequeño. El Urumea no tenía el mismo cauce que ahora. El río, que nace en Navarra, y la bahía reducían la Villa a una península. El Ensanche de Amara, la calle de San Martín y zonas cercanas eran marismas. El río Urumea era, por tanto, mucho más extenso, ensanchándose libremente por meandros amplísimos.

Tampoco el muelle tenía  la misma configuración. Era más estrecho que el actual, protegido del viento por el monte Urgull.

Imaginemos también una muralla posterior que corriera a todo lo largo de su terraza -desde donde hoy vemos la carga y descarga de los barcos o la llegada de los pesqueros- hasta poco más o menos el actual Gobierno Militar (1). Desde aquí iba recta por el Boulevard hasta el punto ideal de la Brecha. Y dentro de ese recuadro, que configurará la Parte Vieja, un pueblecito con calles estrechas, casas de madera muy apiñadas, fuentes públicas, iglesias y tiendas. Sin cines, ni teatros, ni cafés, ni coches: San Sebastián.

En pleamar, sobre todo en las vivas de septiembre, San Sebastián se convertía en una auténtica isla. Sólo un camino pequeño se libraba del agua, y por él aquel pueblo establecía contacto con los caseríos de las colinas  y valles próximos.

Enfrente había estado de siempre el núcleo de caseríos llamado "El Antiguo". Las palabras tienen valor etimológico y éste lo posee bien claro. Posiblemente aquella agrupación de caseríos fue anterior en el tiempo al núcleo asentado al pie de Urgull. Hasta tiempos relativamente próximos, en el tercer día de Pascua de Pentecostés el Ayuntamiento de Hernani se trasladaba a la Iglesia Parroquial de San Sebastián del Antiguo, en procesión solemne, por una costumbre antiquísima de origen desconocido, y en corporación presidida por el Alcalde con vara alzada. Gesto que tuvo, sin duda, carácter de recuerdo de una misma jurisdicción a que ambos pertenecieron.

En ese cuadrángulo, protegida del Urgull del peor viento -el Noroeste- afincó la Villa, donde vivían comerciantes y artesanos, muchos de ellos franceses.

Pertenecía al término de Hernani. Poseía dos iglesias, Santa María y San Vicente. Era laboriosa, abnegada y leal. Callada y modesta. Y la aguardaba, acaso sin que nadie lo imaginase, un brillante porvenir durante la larga Edad Media, en la que con esta configuración se nos presenta.

(IGNACIO PEREZ-ARREGUI FORT - HISTORIA DE SAN SEBASTIÁN)

Breve descripción corográfica de San Sebastián - V

5. El terreno sobre que está erigida la ciudad así como sus contornos, es sumamente arenisco y se encuentra poca greda, de donde resulta no haber lodos cuando llueve, que suele ser con exceso, tanto en las calles como en los públicos caminos y paseos, sucediendo al contrario que en otras partes, que cuanta más agua caiga, quedan más limpios, porque las arenas que no se pegan al suelo por su aspereza, las arrastran consigo las impetuosas corrientes que corren por las calles y caminos, y donde han llegado a formarse charcos y balsas, al instante se evaporan con los golpes del viento y calor del sol.  De aquí proviene tambien, que generalmente las aguas de San Sebastian sean blandas y endebles, exceptuando aquellas que manan de pizarra ó peña viva, bien que no por eso dejan de ser sanas, aunque parezcan algo jaudas y desagradables al paladar, especialmente la de la fuente principal de Morlans, que está en la Plaza Vieja y viene á la Ciudad por un dilatado acueducto en que se reunen varios manantiales, y la que llaman del Chofre, y se halla entre frondosos árboles, como la otra fuente de Daphne en el mejor paseo de la Ciudad misma. De aquí es tambien, que el terreno de San Sebastian sea muy á propósito, por ser quebradizo, para cualquiera género de plantaciones que apetecen suelo arenisco, como naranjos y otros agretes, tanto que aunque en el dia está abandonado el cultivo de este ramo de vegetales ácidos, consta que en tiempos anteriores se hacia tráfico con sus frutos, enviando á Francia barcos cargados de ellos en retorno de otros géneros que venian de allí, segun se verá despues; pero ahora se hallan pocos árboles de esta especie, y solo se encuentran algunos en las huertas pegantes á la raíz del Castillo, y se arrancaron otros muchos cuando de orden del Consejo de Guerra se demolieron varias de dichas huertas, que ocupaban la falda meridional del Castillo mis mo, porque no hiciesen estorbo á las fortificaciones, bien que todavía permanecen sus vestigios.

Breve descripción corográfica de San Sebastián - IV

4. Hay también dentro de la Ciudad otros notables edificios, entre ellos el palacio de los Marqueses de Mortara, donde se alojaron Carlos V y Felipe III y IV; el de los Marqueses de San Millán y Condes de Villalcázar, mereciendo este último particular atención por su despejado frontispicio. Ni es de omitir el disforme promontorio de la casa llamada vulgarmente de Perú, hecha el año 1536, en la calle Mayor, por Juan Martínez de Oyaneder, obra que da una idea la más caprichosa y donde se reconoce el genio de nuestros antepasados a todo lo que era hacer respetables sus edificios, aunque fuese con la pensión de vivir entre luces y tinieblas. Todas las casas de San Sebastián son generalmente elevadas de tres y cuatro altos, lo que causa alguna oscuridad en las calles. Son poco anchas, pero de mucho fondo. Fuera de los muros se registran también hermosas quintas y casas de campo, amenizadas con jardines artificiales y otros objetos deliciosos, propios de los moradores de la campaña. Sobresale entre todas la de los Marqueses de Roca-Verde, modernamente ejecutada, y hay también otras buenas en sus inmediaciones.

HISTORIA DE SAN SEBASTIÁN (CAMINO Y ORELLA)

martes, 26 de febrero de 2013

Breve descripción corográfica de San Sebastián - III

3.- Ni es menos agradable el aspecto que presenta lo interior de la ciudad en su figura cuadrilonga. Los edificios que hay dentro de los muros forman con varias direcciones hasta veintiuna calles, entre ellas algunas  bastante capaces y vistosamente empedradas de piedra sillar blanquizca. Todas dichas calles se iluminan de noche con faroles de reverbero lo mismo que los de Versalles y Burdeos, que se componen de tres o cuatro pabilos, según el número de bocacalles a donde dirigen el reflejo. Adornan a la ciudad dos plazas principales: la primera es la que llaman Plaza Vieja y lo es de Armas, en la cual se ejercita la tropa y hace sus maniobras. La Plaza Nueva, aunque no muy grande, pues de largo tiene ochenta y dos varas y de ancho cincuenta y ocho, es pulcra y de armoniosa simetría, siendo su figura cuadrilátera y perfecto paralelogramo. Sobresale en su lado occidental el soberbio edificio de la Casa Consistorial, la cual , sin embargo de no ser en lo exterior del más refinado gusto, por su prolijo laboreo, no deja de hacer gran golpe a la vista, rematando en un tímpano sobre el cual descansan dos corpulentas estatuas que representan la Justicia y la Prudencia con sus atributos, viniendo a reunirse allí dos balaustradas con jarrones que discurren desde los extremos más altos de la fachada. El escudo de armas de la ciudad colocado bajo las dos referidas estatuas,  es de bello mármol blanco, traído a mucha costa desde Génova. Aquí están las magníficas salas de la Ciudad y del Consulado, amueblada esta última exquisitamente con canapés de damasco y paredes embutidas de mármol artificial o estuco, para cuyo mayor ornato sólo faltan se colocasen algunas pinturas alusivas al comercio y navegación, principales ramos a que se extiende la inspección de aquel Cuerpo mercantil. La sala de la Ciudad, que tiene la misma extensión, está también adornada con mapas topográficos de su distrito, arañas de cristal y un gran dosel para el magistrado. Aquí entra también la pública armería para setecientos hombres que se pueden aprontar en un instante, e igualmente la pieza nueva del archivo, ejecutada a mucha costa para depósito de papeles y documentos de la ciudad. Así la Casa Consistorial como las de las otras tres aceras, están sustentadas sobre portales con grandes arcos y columnas áticas. En todo el cuadro, tienen vistosos balconajes, unos dorados, otros pintados, y es grata la sensación que hacen  a los ojos cuando se iluminan, formando con la aparición  de las luces una maravillosa perspectiva. Esta plaza, colocada en el centro de la ciudad, donde en lo antiguo estaban las calles de Amasorraín y Embeltrán, se erigió en el reinado de Felipe V, siguiendo la traza del célebre ingeniero Hércules Torrelli, de quien es también el frontispicio del monasterio de San Bartolomé, y subió su coste hasta 1.016.619 reales plata, sin entrar en cuenta la  Casa Consistorial, que asciende a más de cuarenta mil pesos. El motivo que ocasionó esta nueva construcción  fue por evitar desórdenes que ocurrían en la Plaza Vieja entre gente de guerra y paisanos en los públicos espectáculos, y también el de hallarse la antigua Casa Consistorial y la del Consulado en un paraje incómodo, cuales el vasto edificio que al presente ocupa la lonja de fierro y los almacenes de la Compañía de Filipinas.

HISTORIA DE SAN SEBASTIÁN (CAMINO Y ORELLA)

CAPITULO PRIMERO - Breve descripción corográfica de San Sebastián

1. En aquella parte de la Cantabria a la cual los antiguos geógrafos romanos llamaron región de los Bascones, los autores del tiempo medio Lipúzcoa (1) y los modernos Guipúzcoa, se mira asentada la célebre población de San Sebastián, denominada también Oeaso, Idanusa, Izurun y Donostia, aun por algunos escritores que han sabido latinizar este último nombre (2), a los 15º y 35' de longitud y a los 48º y 24' de latitud, bajo un apacible clima. El sitio en que se halla fundado este pueblo es una vistosa planicie, que empezando a formarse por el Septentrión al pie de una montaña medianamente elevada, va discurriendo como tiro de cañón a mediodía hasta un paraje donde vuelve a remontarse el terreno con una dilatada colina, que conforme va penetrando e internándose hacia el mismo Mediodía, continúa en tomar mayores incrementos de altura y elevación. Por la parte oriental y occidental cierra dicha planicie el mar Oceáno Cantábrico, que metiendo sus soberbias aguas por dos bocas, forma en la segunda una capacísima bahía o concha, a manera de media luna, cuyas ondas vienen a batirse contra los muros de la ciudad y sus espaciosos arenales; y en la primera, una peligrosa barra, que recibe ansiosa en su profundo seno los cristalinos caudales del río Urumea, llamado así en idioma bascongado, o ya por los utilizados granos que se dice hallarse envueltos en sus arenas lo mismo que en las del Tajo, como asegura Garibay, o ya por lo delicado de sus aguas, el cual río, teniendo su origen en una de aquellas ramas de montes que se desgajan  y arrancan del Pirineo cerca de Arano y Goizueta y van derramándose en cordilleras por el reino de Nabarra y engrosándose con otros vertientes que se precipitan presurosos de diferentes cerros, viene a engolfarse en el piélago, casi pegante al lienzo oriental de la Zurriola, después de haber caminado majestuoso por espacio de algunas leguas y regado las frondosas riberas de Hernani, Astigarraga y Campo de Loyola, en dirección oblicua y tortuosa, y atravesando por bajo de los puentes de Ergobia y Santa Catalina, este último de doscientos venticuatro pasos de extensión (3).
2. De esta manera, no distando entre sí más que un tiro largo de fusil los dos brazos de mar que bañan ambos muros del Oriente y Poniente, viene a reducirse el pueblo, juntamente con la montaña que le hace espaldas por la banda del Norte, a una perfecta península; y produce una perspectiva tan agradable a la vista de los que descienden del camino real de Hernani hacia el pueblo, que éste se presenta a los ojos y a la imaginación a manera de una ciudad flotante y como sostenida en equilibrio encima de las aguas del Oceáno. Una situación tan peregrina lisonjea sobremanera los sentidos de los que miran a la ciudad desde una mediana distancia, como sucedió al rey Felipe III, el cual monarca, cuando vino a San Sebastián el año 1615, quedó parado un rato luego que desde la colina en que está situado el monasterio de San Bartolomé, llamada entonces Pie de Corona, descubrió el casco de la población, según pondera Guadalajara en la "Historia Pontificia", y se detuvo considerando los halagüeños y los deliciosos alrededores que la circundan; y así nada es extraño que los viajeros hayan elogiado tanto lo alegre y risueño del sitio sobre que está colocado San Sebastián, como se ve en Moreri, Martinière y otros historiadores y geógrafos modernos, y aún por eso le grabaron en láminas los autores del "Itinerario de España y Portugal", impreso en Amsterdam en 1656. Contribuye a hermosear más y más esta magnífica perspectiva, la amenidad frondosa de sus inmediaciones, alternando éstas y recreando la vista con la maravillosa variedad  de tantos montes, sierras, collados y llanos, poblados de espesa multitud de plantas y árboles, que casi todo el año se mantienen verdes, llegando a alcanzar los ojos una distancia muy apacible y de muchas leguas.

Sobre todo, no hay imaginación, por fecunda que sea, la cual pueda figurarse, sin haber experimentado antes las admirables vistas que se logran desde el monte que está al Norte de la Ciudad y en cuya cumbre se halla asentado y dominante el Castillo de la Mota, pues no siendo sino de una mediana elevación, se presentan a los ojos, de un golpe, por una parte,la dilatada extensión del Mar Oceáno Cantábrico y seno Aquitánico, desde el cabo Machichaco hasta el cabo Bretón con sus costas; y por otra, toda la jurisdicción de la ciudad, que se reputa de seis a siete leguas, y desde donde se divisan hasta ochocientos o novecientos caseríos, con otros innumerables que pertenecen a los pueblos circunvecinos como Oyarzun, Renteria, Astigarraga, Usúrbil, Guetaria, Deva y de otros lugares marítimos, así de Guipúzcoa como de Bizcaya. Se alcanzan, en fin, desde aquella eminencia del Castillo, el principio de los Pirineos, llamado el monte Aya; diversas ramificaciones de las montañas de Francia, Nabarra y Bizcaya; la mayor parte de la provincia de Guipúzcoa y sus más encumbradas cordilleras, como el Hernio y Aralar, y por último un espacioso horizonte.
3.- Ni es menos agradable el aspecto que presenta lo interior de la ciudad en su figura cuadrilonga. Los edificios que hay dentro de los muros forman con varias direcciones hasta veintiuna calles, entre ellas algunas  bastante capaces y vistosamente empedradas de piedra sillar blanquizca. Todas dichas calles se iluminan de noche con faroles de reverbero lo mismo que los de Versalles y Burdeos, que se componen de tres o cuatro pabilos, según el número de bocacalles a donde dirigen el reflejo. Adornan a la ciudad dos plazas principales: la primera es la que llaman Plaza Vieja y lo es de Armas, en la cual se ejercita la tropa y hace sus maniobras. La Plaza Nueva, aunque no muy grande, pues de largo tiene ochenta y dos varas y de ancho cincuenta y ocho, es pulcra y de armoniosa simetría, siendo su figura cuadrilátera y perfecto paralelogramo. Sobresale en su lado occidental el soberbio edificio de la Casa Consistorial, la cual , sin embargo de no ser en lo exterior del más refinado gusto, por su prolijo laboreo, no deja de hacer gran golpe a la vista, rematando en un tímpano sobre el cual descansan dos corpulentas estatuas que representan la Justicia y la Prudencia con sus atributos, viniendo a reunirse allí dos balaustradas con jarrones que discurren desde los extremos más altos de la fachada. El escudo de armas de la ciudad colocado bajo las dos referidas estatuas,  es de bello mármol blanco, traído a mucha costa desde Génova. Aquí están las magníficas salas de la Ciudad y del Consulado, amueblada esta última exquisitamente con canapés de damasco y paredes embutidas de mármol artificial o estuco, para cuyo mayor ornato sólo faltan se colocasen algunas pinturas alusivas al comercio y navegación, principales ramos a que se extiende la inspección de aquel Cuerpo mercantil. La sala de la Ciudad, que tiene la misma extensión, está también adornada con mapas topográficos de su distrito, arañas de cristal y un gran dosel para el magistrado. Aquí entra también la pública armería para setecientos hombres que se pueden aprontar en un instante, e igualmente la pieza nueva del archivo, ejecutada a mucha costa para depósito de papeles y documentos de la ciudad. Así la Casa Consistorial como las de las otras tres aceras, están sustentadas sobre portales con grandes arcos y columnas áticas. En todo el cuadro, tienen vistosos balconajes, unos dorados, otros pintados, y es grata la sensación que hacen  a los ojos cuando se iluminan, formando con la aparición  de las luces una maravillosa perspectiva. Esta plaza, colocada en el centro de la ciudad, donde en lo antiguo estaban las calles de Amasorraín y Embeltrán, se erigió en el reinado de Felipe V, siguiendo la traza del célebre ingeniero Hércules Torrelli, de quien es también el frontispicio del monasterio de San Bartolomé, y subió su coste hasta 1.016.619 reales plata, sin entrar en cuenta la  Casa Consistorial, que asciende a más de cuarenta mil pesos. El motivo que ocasionó esta nueva construcción  fue por evitar desórdenes que ocurrían en la Plaza Vieja entre gente de guerra y paisanos en los públicos espectáculos, y también el de hallarse la antigua Casa Consistorial y la del Consulado en un paraje incómodo, cuales el vasto edificio que al presente ocupa la lonja de fierro y los almacenes de la Compañía de Filipinas.
4. Hay también dentro de la Ciudad otros notables edificios, entre ellos el palacio de los Marqueses de Mortara, donde se alojaron Carlos V y Felipe III y IV; el de los Marqueses de San Millán y Condes de Villalcázar, mereciendo este último particular atención por su despejado frontispicio. Ni es de omitir el disforme promontorio de la casa llamada vulgarmente de Perú, hecha el año 1536, en la calle Mayor, por Juan Martínez de Oyaneder, obra que da una idea la más caprichosa y donde se reconoce el genio de nuestros antepasados a todo lo que era hacer respetables sus edificios, aunque fuese con la pensión de vivir entre luces y tinieblas. Todas las casas de San Sebastián son generalmente elevadas de tres y cuatro altos, lo que causa alguna oscuridad en las calles. Son poco anchas, pero de mucho fondo. Fuera de los muros se registran también hermosas quintas y casas de campo, amenizadas con jardines artificiales y otros objetos deliciosos, propios de los moradores de la campaña. Sobresale entre todas la de los Marqueses de Roca-Verde, modernamente ejecutada, y hay también otras buenas en sus inmediaciones.
5. El terreno sobre que está erigida la ciudad así como sus contornos, es sumamente arenisco y se encuentra poca greda, de donde resulta no haber lodos cuando llueve, que suele ser con exceso, tanto en las calles como en los públicos caminos y paseos, sucediendo al contrario que en otras partes, que cuanta más agua caiga, quedan más limpios, porque las arenas que no se pegan al suelo por su aspereza, las arrastran consigo las impetuosas corrientes que corren por las calles y caminos, y donde han llegado a formarse charcos y balsas, al instante se evaporan con los golpes del viento y calor del sol.  De aquí proviene tambien, que generalmente las aguas de San Sebastian sean blandas y endebles, exceptuando aquellas que manan de pizarra ó peña viva, bien que no por eso dejan de ser sanas, aunque parezcan algo jaudas y desagradables al paladar, especialmente la de la fuente principal de Morlans, que está en la Plaza Vieja y viene á la Ciudad por un dilatado acueducto en que se reunen varios manantiales, y la que llaman del Chofre, y se halla entre frondosos árboles, como la otra fuente de Daphne en el mejor paseo de la Ciudad misma. De aquí es tambien, que el terreno de San Sebastian sea muy á propósito, por ser quebradizo, para cualquiera género de plantaciones que apetecen suelo arenisco, como naranjos y otros agretes, tanto que aunque en el dia está abandonado el cultivo de este ramo de vegetales ácidos, consta que en tiempos anteriores se hacia tráfico con sus frutos, enviando á Francia barcos cargados de ellos en retorno de otros géneros que venian de allí, segun se verá despues; pero ahora se hallan pocos árboles de esta especie, y solo se encuentran algunos en las huertas pegantes á la raíz del Castillo, y se arrancaron otros muchos cuando de orden del Consejo de Guerra se demolieron varias de dichas huertas, que ocupaban la falda meridional del Castillo mis mo, porque no hiciesen estorbo á las fortificaciones, bien que todavía permanecen sus vestigios.

HISTORIA DE SAN SEBASTIÁN (CAMINO Y ORELLA)

miércoles, 20 de febrero de 2013

PROEMIO

PROEMIO

Si es una empresa dificil escribir la historia de un hombre particular, lo es mucho más sin duda escribir la de una República. Lo primero, por vasto que sea el asunto, solo se ciñe á representar un héroe, cuyas ruidosas acciones fijan toda la atencion del historiador; y tengan de extraordinario y maravilloso cuanto se quiera, al fin siempre son momentáneas, y limitadas á la vida de un varon, que por más esclarecido que sea, nunca está exento de la mortalidad, la cual juntamente con la existencia del individuo acaba sus proezas, y las arrastra á los horrores del sepulcro. Pero poner á vista de todo el mundo un cuadro donde se retratan los sucesos más célebres que durante el discurso de muchos siglos han ocurrido en un pueblo, y han formado sus principales revoluciones y épocas, es obra que requiere investigaciones más laboriosas, una meditacion profunda que alcance hasta los primitivos tiempos, un cálculo y una crítica muy delicada sobre monumentos los más inveterados y auténticos. La historia de un hombre ilustre, si no propasa los límites de su intento, ó bien describe á un Soberano cuyo reinado merece ser memorable en los fastos de la nacion, ó bien refiere las acciones virtuosas y conducta de aquellos distinguidos ciudadanos que han sido ornamento de la humanidad: el valor y las hazañas de héroes guerreros que con su espada defendieron ó acrecentaron los derechos de la pátria; la' política sábia de unos ministros que con las combinaciones más ajustadas fijaron el sistema fundamental de los Estados: los ejemplares más piadosos que nos dejaron aquellos prodigiosos hombres, á quienes la Religion levantó simulacros en sus templos para la pública veneracion: la inmensa erudicion y doctrina de aquellos astros de primera magnitud en la República de las letras, que ilustraron al mundo con sus producciones literarias. Este es el carácter de una historia privada ¿pero la de un pueblo numeroso, á más de comprender todos estos notables ramos, si es que hayan florecido en él tan aventajados sujetos, qué campo no presenta al que hace oficio de su historiógrafo? Su primera existencia y fundacion, sus adelantamientos en cada siglo, los sucesos más estrepitosos de diferentes épocas, su legislacion, sus fueros y privilegios: su industria y comercio: las obras públicas que sirven á la necesidad ó utilidad de los hombres: el génio é índole de sus habitadores: las relaciones de paz y guerra, si es presidio de armas: en una palabra, cuanto es digno de saberse debe ocupar la mente del historiador, que de todo formará un adecuado extracto. Ahora no me maravillo, que como quiera que sea cosa muy árdua escribir bien la historia, segun frase de Ciceron: Magnum quid Historiam recte scribere et summi oratoris proprium. Lib. 2 de Orat., pero siempre hayan sufrido una censura ménos rígida aquellos autores cuyo designio fué referir las vidas de los héroes en particular, que los que tomaron por asunto hablar de ciudades y provincias enteras. Plutarco, Herodiano, Suetonio, Cornelio Nepote y otros escritores de esta índole se han visto ménos expuestos á los tiros de la crítica, que Herodoto, Jenofonte, Dionisio Halicarnasio, Tácito, Josefo, aunque estos fuesen más aventajados, y hubiesen servido de regla á otros para emplear su talento en obras históricas. Mariana mismo á pesar de su cuidadosa exactitud y de hallarse aplaudido por uno de los historiadores magistrales, ¿qué severidad no ha padecido de la crítica acaso nímiamente delicada é inexorable de muchos escritores? Tan cierto es ser trabajo muy superior desempeñar justamente la formacion de una historia que abarca muchos ramos.
A la verdad, confieso no ser nuestra idea tan extendida, ni mucho ménos, pues solo se reduce á poner delante la historia de una poblacion con lo más notable de la provincia en que se halla situada. No obstante debia retraernos de este empeño la consideracion de nuestra insuficiencia que tal vez pudiera exponerse al juicio riguroso de otros más inteligentes, pero sin embargo de una desconfianza y de unos temores tan fundados, han podido superarlos varios motivos urgentes que nos estimularon á emprender esta obra. Fué el más poderoso haber visto que hasta ahora nadie se habia dedicado de intento á escribir una série y narracion histórica de la ciudad de San Sebastian, poblacion la mayor y más principal de Guipúzcoa; aunque su mucha antigüedad, sus Fueros, su antiguo comercio marítimo, uno de los más inveterados de España; ser desde muy allí Plaza formal de armas, y frontera de dos naciones considerables de Europa, у tan beligerantes entre sí tiempos atrás; las esclarecidas proezas de sus hijos por mar y tierra, y sobre todo tantos y tan insignes Régios Diplomas, y Códices depositados en su archivo habian estado excitando la aplicacion de sábios patriotas, para entretejer siquiera un compendio sucinto de su historia. Es verdad que el siglo pasado pensó escribirle el grande investigador de las Antigüedades de Cantábria Gabriel Henao, quien acreditó una inteligencia vasta en la difusa obra que dió á luz con este título; pero por falta de no haberse exhibido á aquel literato los instrumentos del referido archivo que habia solicitado, no pudo lograrse su laudable intento. Es verdad que tambien han corrido, y corren en Guipúzcoa varios volúmenes manuscritos que tratan de San Sebastian, así como de otras poblaciones de aquella ilustre provincia; mas, ó son reducidos, ó se hallan compaginados con un método poco exacto y agradable. El B.r Zaldibia, si hubiese escrito con más empeño, hubiera podido mejorar mucho su Tratado del origen y antigüedad de Cántabros. El Dr. Isasti, quien trabajó en Madrid su Compendio historial de Guipúzcoa entre principios y mediados del siglo anterior, tiene mucho de bueno, pero tambien de malo: no le faltaban materiales; pero le falta aquel arte delicado de ordenarlos con una justa organizacion, Sobre todo, sale muchas veces del oficio de historiador, y entra demasiado en lo facultativo, como cuando habiendo de tratar de los médicos más sobresalientes de Guipúzcoa, nos pone primero y amontona un capítulo frio é impertinente acerca de la ciencia médica, haciendo lo mismo con otras artes, y cometiendo enormes digresiones, no porque siempre sean estas enteramente ajenas de la historia; pero necesitan una gran destreza del que las maneja. Las digresiones, dice el célebre Rapin, Reflexiones sobre la Historia, tienen gracia cuando se hacen donde es menester, y no son demаsiado vagas, porque ellas dan á la narracion aquella verosimilitud, que le es tan necesaria para constituirla agradable. Ellas deben ajustarse såbiamente enlazando de tal manera las cosas, que por diferentes que sean los objetos parezcan uno mismo. Además Isasti se dejó llevar bastante de principios fabulosos é inscripciones apócrifas, segun se verá á su tiempo. Por estos y otros defectos se suspendió tal vez la impresion de su obra, aunque tuvo intento de divulgarla. Los escritos de Echave no hemos visto hasta ahora. De otros que entendieron en la historia de Guipúzcoa, como los PP. Francisco de Pamplona, Capuchino, José Velazquez, Trinitario, Bernardino Inurrigarro, y Presentado Fr. Manuel Vicente de Echeverri, hijo del Conde de Villalcazar, solo tenemos noticia, y nunca corrieron por la prensa sus obras. Domingo Lizaso, de quien hace mencion Henao en las Antigüedades de Cantábria, Secretario que fué de la Ciudad de San Sebastian, y Archivero suyo, trabajó con prolijidad dos tomos del Nobiliario de Guipúzcoa; pero solo puede llamarse á sus manuscritos un Tratado del Blason y Nobleza de los primitivos y esclarecicos solares esparcidos por el distrito de dicha provincia; pues poco hablan de sus Repúblicas en ge- neral. Sobre la otra produccion literaria de D. Joaquin José Landazuri, presentada á las Juntas de Bergara de 1785, con título de Historia del País Bascongado, desde luego nos prometemos, segun el designio de su autor, conocido en el mismo país, las más superiores ventajas; bien que aún no hemos logrado la complacencia de ver esta pieza his- tórica que comprende á las tres Provincias principales de la Cantábria, y que fué remitida á la censura de dos sujetos distinguidos. Omitimos los escritos del célebre Larramendi, que tampoco debieron imprimirse en toda su extension. 
Cuando hacia tiempo notábamos esta falta de una historia completa de San Sebastian, deseada por sus vecinos, tuvimos el honor de que el Gobierno Municipal de ella nos encargase el reconocimiento de todas las memorias y monumentos que se conservan en su dilatado archivo, una nueva coordinacion de este gran depósito de públicos papeles, y la formacion de un extracto que hemos dispuesto con el título de Inventario Histórico-Cronológico-Legal. Al tiempo de ir evacuando esta grave comision, se nos dió tambien la de saçar unas apuntaciones históricas que pidió á la misma Ciudad el autor del nuevo Atlante español D. Bernardo Espinald para insertarlas en su obra, y no contentándonos con formar una instruccion superficial segun bastaba al intento de Espinald, llegamos á disponer una disertacion histórica que sirviese de prolegómeno, y plan donde se tirasen las primeras líneas de nuestro principal trabajo. Presentada la referida disertacion á los Constituyentes del Gobierno de la Ciudad, merecimos nos recomendase llevarla á su ulterior perfeccion, lo que hemos procurado desempeñar segun nuestras fuerzas, como lo acreditará el mismo cuerpo de esta pieza literaria. 
Para concebir una justa idea de ella, es menester decir algo de lo que contiene, y del método en que se ha escrito: ella constará de dos tomos. En el tomo primero se habla de la antigüedad de San Sebastian, y despues de haber probado ser el Oeaso de los Bascones primitivos, se continúa en describir el estado conjetural de la dicha Ciudad, y restantes de Guipúzcoa, en tiempo de los Cartagineses, Romanos y Godos, pues nada podemos prometernos más de la espantosa oscuridad en que están envueltas las cosas de aquella remota época, sino ciertos vislumbres que centellean entre tan densas tinieblas'á beneficio de los antiguos historiadores que trataron de la Cantábria, cuya region ya está fucra de duda haber comprendido en su extension á Guipúzcoa, á lo ménos anteriormente á la guerra de Augusto César, dividida en Bascones, entre quienes se hallaba situado San Sebastian, en Várdulos y Caristos, como demuestra Risco, sábio continuador de Florez, rectificando la opinion demasiado dura de aquel escritor moderno, de Zurita, Oyenart y otros autores. Asentado este principio, y suministrándonos la Historia algunas noticias de los antiguos Cántabros y Bascones nuestros; así mediterráneos, que son los nabarros, y parte de castellanos y aragoneses, como los que ocupaban la costa marítima y más septentrional de Guipúzcoa, considerarémos mezclados en sus más ruidosos sucesos á los Oeasonenses y otras gentes de la dicha Provincia, amigas y confederadas del pueblo romano, ántes de la citada guerra de Cantábria, que fué emprendida á favor de los bizcainos y guipuzcoanos y otras naciones, contra los montañeses de Santander á Búrgos, que las inquietaban con grandes correrías.
La soberanía de los godos y otras razas septentrionales en España tiene tambien varios acontecimientos pertenecientes á las Provincias Bascongadas, cuale son las repetidas expediciones de sus monarcas hácia estos países, siempre amantes de su nativa libertad, y enemigos de una dura servidumbre á dominio extranjero. Síguese la irrupcion de los sarracenos, que jamás penetraron las ásperas montañas de Guipúzcoa y de la cuenca de Pamplona para adelante, y desde esta fatal época verémos unidos á los guipuzcoanos con aquellos Reyes de Astúrias, y descendientes de nuestros antiguos Duques de Cantábria, feliz tronco de donde se propagaron los más ilustres vástagos de la Real prosapia de España. Despues de erigido el condado de Castilla, y acrecentándose cada dia más á manera de una pequeña soberania bajo el gran Fernan Gonzalez, empiezan á sonar más en el mundo San Sebastian y Guipúzcoa, que parece haberse entregado á aquel señorío. Desde este tiempo, que es el siglo x, ya se descubren monumentos que hablan de la Ciudad y Provincia con más claridad y distincion. Una y otra se incorporan á Nabarra hácia el reinado de Sancho Mayor, de quien ponemos insignes diplomas que manifiestan ser San Sebastian á principios del siglo xı poblacion más que regular, y que ya mucho ántes de ese tiempo habia tomado este nombre moderno, dejando el antiguo de Izurun. Nuevamente se desmembra Guipúzcoa con San Sebastian, de Nabarra, despues de la muerte trágica del Rey Sancho en Peñalen, y nuevamente, vuelve á encomendarse á sus monarcas. Sancho vII engrandece á San Sebastian con el célebre Fuero, uno de los más notables de España, y sus sucesores la fortalecen, así como á otros pueblos de Guipúzcoa.
El siglo XII empieza con una particular época para la historia de la Ciudad. Los documentos ya son más abundantes, y los mismos escritores suministran materia á su formacion desde la entrega y reversion de Guipúzcoa á la Corona de Castilla el año de 1200. Don Rodrigo, Arzobispo de Toledo, uno de los mejores historiadores de aquel tiempo, refiere como testigo ocular lo que pasó en el reinado de Alfonso VIII. Desde aquí, pues, irá tomando más cuerpo la obra, y para su buen método se dividirá por capítulos, poniendo en cada uno cuanto pertenece á San Sebastian en los siguientes reinados que ha habido, empezando del mismo Alfonso vII hasta llegar á Cárlos III, habiéndonos parecido dicho método el más ajustado para hablar con el órden y distincion que requiere la série cronológica de una historia. El primer tomo abrazará el ramo civil, en el cual notarán los inteligentes muchos puntos que á más de hacer å nuestro intento, pueden servir para ilustrar la historia general de la Nacion, cuya perfeccion ya se ve, es el resultado de las particulares de las Repúblicas, y si estas se escriben bien, igualmente se escribirá bien aquella, no de otra manera que entónces son más correctas las tablas geográficas, que representan á un Reino entero, cuando se dibujan con exactitud los mapas topográficos de cada lugar y provincia.
Los Reinados de los siglos posteriores, siendo más fecundos en noticias por los documentos que se han conservado, formarán tambien los capítulos más extensos, particularmente desde los Reyes Católicos, en cuyo tiempo mudó tanto de faz la Monarquía, aumentando y mejorándose prodigiosamente la legislacion, la política del Estado, la disciplina de la guerra, el sistema de fortificar las Plazas, despues de la espantosa invencion de máquinas bélicas, la navegacion y el comercio, la adquisicion de nuevos países, la industria nacional y las artes. Desde esta época, pues, irá haciéndose más voluminosa la historia de San Sebastian á proporcion que su República, cada dia fué acrecentándose más y más en medio de tan gloriosa revolucion de la Corona de España. Ella se reedifica y fortalece con soberbias murallas; es invadida diferentes veces de enemigos que la asedian; asombra su fidelidad en la turbulencia de alborotos y comunidades de Castilla: su tráfico y su industria marítima se hacen más poderosos: sus moradores adelantan el crédito de la Nacion en los armamentos, en las expediciones más remotas, en la inteligencia de la náutica, y aún en el descubrimiento de nuevos climas oportunos á la pesca de bacalao y matanza de ballenas. Nada digo de tantos Generales y Almirantes, hijos ilustres de San Sebastian, á quienes en varios tiempos se habian confiado las más importantes empresas marítimas de la Monarquía. 
Los privilegios con que han distinguido á San Sebastian, no solo los Soberanos de Nabarra y Castilla, sino tambien de potencias extranjeras, ocupan una gran parte del primer tomo de esta historia, que por eso hemos querido titular con el nombre de Diplomática. A la verdad, ellos son tantos y tan relevantes, que los escritores que hablan de la Ciudad, suelen realzarla por esta circunstancia; pero no es nuestro ánimo referir unos privilegios aéreos, que jamás se concedieron á San Sebastian, sino en la imaginacion de algunos impostores. Tal es el que, con error grosero, han contado ciertos autores, como Martiniere y el Itinerario de España hecho por los alemanes á principios del siglo pasado, de que cuando habla el Rey con los de San Sebastian, debe estar descubierto aquel. No necesita la Ciudad de semejantes diplomas irrisorios, cuando tiene un inmenso tesoro de otros verdaderos, segun se verá en el discurso de la obra, tanto que pocas repúblicas podrán gloriarse de gozar tan ventajosos.
El segundo tomo se extenderá en primer lugar á todo lo que sea ramo de la Iglesia. Se tratará sobre la primitiva predicacion del Evangelio en Guipúzcoa, y qué asenso se merezca la venida de Santiago á los contornos de San Sebastian, como han querido persuadir algunos historiadores, y lo mismo la de los Santos Fermin y Saturnino, Marcial y Leon. Despues de haber dado por fabulosos los obispos que hácia los primeros años del Cristianismo establecieron en San Sebastian y otros pueblos de Guipúzcoa los fingidos cronicones, probarémos haber sido antiguamente de la Diócesis de Calahorra todo este país, segun se infiere de la célebre carta de los obispos de la provincia Tarraconense al Papa Hilario contra Silvano, que lo era del mismo Calahorra. Probarémos igualmente que el siglo x, así San Sebastian, como gran parte de Guipúzcoa, fueron gobernados en lo espiritual por los obispos de Bayona, conforme se colige de la famosa escritura de Arsio y de las Bulas de Pontífices. El siguiente siglo xI, restaurada la Iglesia de Pamplona, se verá cómo correspondia su Diócеsis á San Sebastian y sus inmediaciones: se verá que desde esta data fueron de las principales iglesias del obispado, las parroquias de Santa María, San Vicente y San Sebastian el Antiguo; que siempre fué regalía de dichas dos primeras parroquias haber de ser un beneficiado suyo Juez eclesiástico foráneo del Arciprestazgo mayor de la provincia, sin poderle nombrar de otra parte los Obispos mismos de Pamplona con arreglo á una declaracion del Papa Calixto II; que las facultades de estos Jueces foráneos eran grandes, segun una cédula de D. Alonso xı de Castilla y Ordenanzas de la ciudad, hasta que despues fueron limitadas, consiguiente á las determinaciones del Tridentino. Luego se hará una breve descripcion de las iglesias de Santa María Matriz, San Vicente, el Antiguo, Santa Catalina y demás parroquias extramurales, con noticia de sus particularidades: se referirá la disciplina de su Clero en tiempos pasados, y la formalidad del culto divino.
Síguese la historia de las Comunidades Religiosas de San Sebastian. El insigne Real Monasterio de San Bartolomé, cuyo rico archivo hemos reconocido con beneplácito del Sr. D. Estéban Antonio de Aguado y Rojas, dignísimo actual Obispo de Pamplona, merecia una separada, por lo precioso de los monumentos que se han descubierto, y de què subsisten varios originales del siglo XIII, entre Cédulas Reales y Diplomas Pontificios; no pudiendo, sin embargo, traslucirse por su tenor el primitivo origen y fundacion de aquel Cuerpo monástico de Canónigas de San Agustin; ántes bien le suponen existente desde mucho más allá una Bula de Inocencio Iv, y otra de Bonifacio VIII. Ello se verá por estos apreciables códices cuánta predileccion manifestaron á dicho Monasterio los Papas, los Reyes, los Obispos y las Catedrales, que le recibieron bajo su proteccion y paternidad, y todo lo demás concerniente al mismo Monasterio. Se continuará con una narracion sucinta de las demás Comunidades Religiosas de San Sebastian, segun el órden de su antigüedad, y tambien se tocará la de algunos santuarios suyos. 
Los establecimientos piadosos que ha erigido la humanidad, merecen tambien lugar en una historia. Tales son los Hospitales y Casas de Misericordia. Se referirán, pues, estos monumentos de pública conmiseracion, que existieron otro tiempo en San Sebastian, y los que ahora existen para socorrer las miserias de infelices ciudadanos, haciendo mencion de los Diplomas Regios que los han fomentado, y de su económico gobierno interior. Las Escuelas, donde se forma el espíritu de la juventud, ocupan el siguiente lugar, dando noticia de varias que se intentaron plantear en San Sebastian con un Seminario Conciliar para Guipúzcoa y Colegios de estudios mayores.
Una plaza de armas, cual es San Sebastian, rodeada por todos lados' de muros que la hacen respetable, necesitaba un capítulo separado para formar idea de su circunvalacion. La que se ha dado en la relacion de sitios no ha sido sino por incidencia. Expresarémos, pues, más por menor qué Reyes hubiesen promovido la fortificacion de dicha plaza desde el siglo xII; qué dispendios costó á la Ciudad el levantarla; qué maestros y qué ingenieros entendieron en ella, y de quiénes fueron sus planos y trazas; en qué tiempo se construyeron los cubos, los lienzos ó cortinas, el hornabeque, rebellines, enteros y medios-baluartes, baterías y reductos, así los de la plaza, como los del Castillo de la Mota, y tal vez se delinearán en planta iconográfica las obras interiores y exteriores de la Ciudad. Sus puertas, teniendo ella misma la regalía de abrir y cerrar desde inmemorial tiempo, tratarėmos de raíz sobre un privilegio tan particular. 
La jurisdiccion de la Ciudad, siendo montuosa, forma grandes cordilleras, habiendo algunas de ellas fijado la atencion de los historiadores para la demarcacion de las antiguas Galias por el Pirineo. El valle solo de Urumea, tan acreditado por su terreno, uno de los más feraces y fecundos en la produccion de vegetales que hay en Guipúzcoa, por la espesura de sus bosques, por sus ferrerías, por la célebre fábrica de áncoras, suministra materia para una disertacion, pues son muchos los instrumentos antiguos y modernos que hablan de aquel dilatado espacio confinante con Nabarra. Aquí mismo corresponde tratar sobre plantaciones de árboles de que están poblados los montes de San Sebastian, y lo que ha mejorado un ramo tan importante de industria con la aplicacion de celosos patriotas: sobre la agricultura de sus campos, y estado en que se halla: los rios que fe cundan este suelo: la pesca que producen juntamente con la del mar, una de las más aplaudidas del Occéano por su delicadeza; á los rios se siguen los puentes del Urumea, y especialmente el de Santa Catalina, sobre un rápido brazo de mar, cuya conservacion cuesta á la Ciudad muchos dispendios, y una nueva construccion de piedra ha ejercitado la pericia de ingenieros y arquitectos. Las fuentes públicas, siempre han sido en San Sebastian obras que han tocado la raya de magnificencia por ser lejanos los manantiales, y han absorvido grandes sumas desde el reinado de Felipe II hasta los tiempos presentes. Hablarémos brevemente de ellas, y de los famosos fontaneros é hidráulicos que entendieron sobre su ejecucion.
El comercio de San Sebastian, conocido estos seis siglos, requeria tambien un tratado difuso. Procurarémos describir con brevedad su estado antiguo y moderno, haciendo ver de dónde ha provenido la decadencia del tráfico los años atrás. Darémos una idea del Consulado, de la Compañía de Caracas, establecida á los principios en San Sebastian, y de la de ballenas. Manifestarémos cuán importante y cuán lucrosa fué á la Ciudad la pesca del bacalao, y la matanza de aquellos cetáceos en los mares de Terranova, Groenlandia y Noruega: las vejaciones que padecieron sus naturales y otros bascongados de la prepotencia tiránica de los ingleses: los pasos que se han dado en los tratados más solemnes de paz y comercio, para que los guipuzcoanos fuesen reintegrados en la pesca de los bancos y comederos de Terranova mismo, y la injusticia con que nos han despojado otras naciones de un derecho el más irrefragable y calificado, con el trascurso de siglos enteros. Las fábricas de bajeles, tan florecientes otro tiempo en San Sebastian y su puerto de Pasajes, harán ver tambien la pujanza de su antiguo comercio marítimo. 
Los que escriben la historia de una República no basta que refieran los sucesos más ruidosos que le han hecho célebre; que formen una idea justa de lo que ha sido y es en lo material: es menester representen las costumbres, el génio é indole de los ciudadanos; que expliquen de qué idioma usan; qué gusto siguen en los exteriores adornos; á qué cosas son propensos; que tal es su trato civil; en qué se ocupan; cuánto influyen en ellos los sentimientos de Religion, y otras circunstancias fisicas y morales que caracterizan á los republicanos, y los hacen distinguir de otros, causando aquella prodigiosa variedad que ses descubre de un pueblo á otro. A lo ménos este ha sido el estilo que han seguido los autores clásicos, y señaladamente todos los que han hablado sobre la Cantábria y Países Bascongados. Nosotros los imitarémos por demostrar cuáles sean aquellas particularidades contraidas á los moradores de San Sebastian. Por último, darémos fin á nuestra obra con una série histórica y catálogo de los varones notables que ha producido San Sebastian y han sido vecinos de ella, en las más distinguidas carreras, para que su memoria sirva de eśtímulo y ejemplar en el heroismo de acciones virtuosas, á la.posteridad, que naciere en el suelo mismo, que dió el ser ó domicilio á aquellos, y se forme su justo elogio. 
En toda la obra hemos cuidado afianzar lo que escribimos sobre testimonio seguro de los autores que hemos podido leer, y sobre la fé de los instrumentos que hemos registrado con escrupulosidad. Lo contrario, seria hablar de cabeza, ó como dicen, de memoria. Todo lo que sea apócrifo y falso hemos rechazado enteramente, sabiendo que nada es más importante á la historia que la verdad inviolable, ó lo menos la verosimilitud donde no se descubre claramente aquella. Abominamos la vil sugestion con que cierto dulico oriental persuadia al historiador Vopisco escribiese lo que se le antojase, seguro de que tendrá escusa en los autores más acreditados, que habian prostituido su pluma con la venalidad de las más solemnes mentiras: scribe securus, dicas quod velis habiturus mendaciorum comites, quos historicae eloquentie miramur authores. ¡Rara extravagancia y frenesí de la crítica, mejor para corregirse con Elevoro que con razones! Pues qué ¿ya no será la historia el fundamento de la fé pública? ¿Se calificará de impostores á todos los que la han escrito? ¿No creerémos nada, y todo será fåbula? Pues destrúyase cuanto han dicho, y no haya ſé en los bombres. Neguemos y dudemos todo. Admitase el pirronismo, y nada sea cierto. Hé aquí las terribles consecuencias de una máxima tan funesta á la sociedad, y á la Religion misma.
En fin, el estilo de esta obra se ha procurado saliese acomodado á la naturaleza del escrito, que no pide tan sublime como la declamacion y el poema; pero ha de ser más noble que el familiar, sobre todo en los asuntos grandes y golpes heróicos. Debe evitar los extremos de la sequedad ática, y las gracias demasindo floridas. No es fácil dar gusto á todos: nos contentarémos con haber satisfecho á los inteligentes, y haber servido á la pública utilidad.

(HISTORIA DE  SAN SEBASTIÁN (CAMINO Y ORELLA)

San Sebastián en la Historia



Llamose antiguamente Hizurum, que en la lengua euskara equivale a tres agujeros o entradas, que son las que tiene por el mar. Los antiguos la llamaron Easo, que es el nombre que puso Pomponio Mela en la región de Cantabria, y se muestra en el mapa viejo de Abran Ortelio, que con Ptolomeo le da este nombre de Easopolis. Es población antigua como se infiere de una escritura de donación que Don Sancho el Mayor, rey de Navarra hizo al monasterio de San Salvador de Leire en la era de 1052 (año 1014 del nacimiento de Cristo). En ella se hace mención del monasterio de San Sebastián el Antiguo con su parroquia, y de la villa de Hizurum con sus iglesias de Santa Maria y San Vicente que hoy existen. Ya en el siglo X en que estaba agregada a Navarra, era conocida esta ciudad con el nombre de San Sebastián, que tomó sin duda de la iglesia del Antiguo, en cuyo punto estaba la principal población. El nombre de Donostiya (Done-Ostiya), que aceptó después, y con el que se le conoce en vascuence, equivale sin duda a San Sebastián.
Don Sancho el VI, llamado el Sabio, dió a esta villa sus fueros, que fueron después confirmados por su sobrinoDon Alfonso VIII, rey de Castilla el año 1202. Los limites de jurisdicción de la villa concedidos en dicho fuero,(1150), comprendian desde Fuenterrabia hasta Oria, y desde Arrenga -que es el puntal de Pasages- hasta San Martin de Arano, en Navarra.
En 1200 habiendose unido Guipuzcoa a Castilla, el Rey Don Alfonso VIII tomó posesión de la fortaleza de San Sebastián , confirmando desde Burgos el fuero de su tío Don Sancho el Sabio y haciendolo extensivo a las villas de Fuenterrabia, Guetaria, Motrico y San Vicente de la Barquera, y más tarde también a las de Zarauz, Usurbil y Hernani.
El fuero de San Sebastián ha ido desde esta época enriqueciendose con nuevas mercedes y privilegios que los diversos reyes han ido concediendo en prueba de la lealtad y distinguidos servicios prestados por sus habitantes.
Desde el reinado de los Reyes Católicos, San Sebastián fue engrandeciéndose mas y mas y su historia nos es ya más conocida.
Así es como empieza don J. Manterola, a describirnos la historia de San Sebastián, en su Guia- manual geografico descriptivo de la Provincia de Guipuzcoa, en el año de 1871, y asi es como he querido yo hacer la introducción de esta sección de historia de San Sebastián, y en la que iremos progresivamente contando la historia de San Sebastián, citando con toda profusión de datos las referencias a las fuentes consultadas.
IZURUN