jueves, 10 de julio de 2025

CARLOS III

 Carlos III: inquietudes y desasosiego que causaron en este reinado á San Sebastian y Guipúzcoa algunas gentes alborotadas, á resulta de la carestía de granos, hasta que fueron disipadas con honor por la misma Ciudad y Provincia: entra en San Sebastian de incógnito el Emperador de Alemania José II: sus moradores experimentan grandes desgracias en la guerra última con la Gran Bretaña, y sobresale su conducta en varias acciones ruidosas de la dicha guerra.

1. No bien acababa de celebrar San Sebastian con la pompa fúnebre que siempre acostumbra en el fallecimiento de los Príncipes las exequias de Fernando VI, cuya temprana muerte se anunció al público el 15 de Septiembre de 1759, cuando se interrumpió el lúgubre aparato de sus vecinos, proclamando por Soberano al Católico monarca Cárlos III; á este verdadero Padre de la Pátria, cuyo sábio feliz reinado formará, sin duda, una de las más ilustres épocas de la Nacion, fecunda en tan gloriosas revoluciones que han dado nuevo ser á la Monarquía, restaurándola de su decadencia, y empezando á reponerla bajo aquella robusta constitucion que le hizo tan respetable en la época de Cárlos V y Felipe II. Su elevacion al trono la preconizó en San Sebastian, primero la provincia de Guipúzcoa, la cual, aunque habia intentado celebrarla en Hernani, pero manifestándose ofendida la Ciudad de una novedad semejante, por haberse ejecutado siempre tales funciones en los pueblos donde reside la Diputacion de la misma Provincia, revocó ésta aquella determinacion, levantando sus pendones en San Sebastian. Como hay relacion impresa de los públicos regocijos que hubo en la Ciudad con aquella ocasion plausible, remitimos á ella á los curiosos.

2. Nada basta muchas veces un acertado gobierno para precaver la ciega prevaricacion del vulgo alucinado con el fanatismo. Así comprobó una triste experiencia en el reinado de Cárlos III, que, aunque tan próvido, sufrió el año 1766 algunas conmociones populares, suscitadas por unos hombres de infima ralea. Madrid mismo'y Zaragoza se vieron consternados por aquel tiempo á causa de una peligrosa fermentacion, cuyo fuego habia encendido en ambas capitales la furia del populacho temerario y arrojado. Referir aquí los excesos cometidos por una infame turba en la metrópoli de Aragon, los robos, los incendios y otras ejecuciones trágicas, sería ajeno de nuestro intento; solo si diremos que la nobilísima y fiel Provincia de Guipúzcoa vió por aquella época levantarse en su distrito algunos movimientos sediciosos que amenazaban á la pública tranquilidad, suscitados por la gente más bajará resultas de la escasez de granos y arreglo de medidas. Este peligroso tumulto, que si no se hubiese tirado á atajar desde los principios, ahogándole en su cuna misma, hubiera, sin duda, perturbado la quietud de las repúblicas, tuvo su fatal principio á 14 de Abril de 1766 en la insolencia de algunos herreros de Azcoitia, que amotinados entre si ejecutaron mil injustas estorsiones en aquella ilustre villa, obligando de viva fuerza á sus constituyentes á que bajasen el precio á los granos, y alterasen las medidas que se hallaban empadronadas á la de Avila. Propagóse repentinamente el fuego de la disension á la villa de Azpeitia, á donde pasaron los insurgentes de Azcoitia à media noche, obligando indignamente y con violencia á un caballero principal y tres sacerdotes á que les precediesen con hachas encendidas y una bandera, que llevaba uno de dichos sacerdotes. En aquella primera república fueron juntándose hasta 1500 á 2000 sediciosos de diferentes pueblos comarcanos, cometiendo los mayores atropellamientos, efecto de su obstinacion, sin que bastasen las fervorosas amonestaciones de personas las más caracterizadas, y calificadas con el sacerdocio, entre ellas el cura de la parroquia D. Ignacio Amotegui, á extinguir la llama abrasadora de estos levantamientos, que se fueron difundiendo con rápido progreso por otros lugares de la Provincia. Arrebatados del espíritu de furor, y fuera de si, hicieron terribles amenazas de que se meterían en número de 7000 hombres en la villa de Vergara para matar algunos caballeros, y que darian fuego á las Reales Fábricas de Placencia. Rompieron á palcs todas las medi las de granos que amontonaron en la plaza de Azpeitia, y hecha esta hazaña y la violencia de penetrar en algunas casas principales de aquella villa subiendo por los balcones, quebrantando ventanas y vidrieras con ánimo de ensangrentar su cólera y quitar la vida á sus dueños, quisieron interesar á la Religion misma en los criminales desahogos de su furia, clamando se dirigiese una procesion solemne con la imágen de San Ignacio á su gran Santuario de Loyola. ¡Extrañas inconsecuencias de un vulgo desbocado y pertinaz: querer santificar unos excesos tan enormes con el falso pretexto de piedad y devocion, pero no las primeras oidas en el mundo!

3. La Ciudad de San Sebastian, sin embargo de que nunca podia temer mucho, por su presidio y fortaleza, á un tropel confuso de rebeldes indisciplinados, sin guía, sin concierto, y sin direccion alguna en sus operaciones, recelóse no obstante con fundamento que habiéndose acercado ciertas partidas de vagos insurgentes á los pueblos inmediatos que la rodean, como Zarauz, Usurbil y Urnieta, podría acaso fomentarse dentro de sus muros algun principio de descontento é inquietud popular por el mal ejemplo y comunicacion de aquellos, pues nada es más fácil que tomar cada dia mayores incrementos el mónstruo de la rebelion, mientras no procure una cuidadosa vigilancia la entera extirpacion de esta cruel hidra destructora de los vínculos de la sociedad civil. Deseosa, pues, la Ciudad, de la tranquilidad comun, determinó una expedicion militar á las villas de Azpeitia, Azcoitia y otros parajes, donde amenazaban más las fatales resultas de la insurreccion, y eran Elgoibar, Eibar, Placencia, Motrico, Deva, Beasain,Idiazabal, con otros pueblos interiores de la Provincia,. formando repentinamente hasta seis compañías de sus vecinos y moradores, las cuales salieron en número de 300 y más hombres el 22 de Abril comandadas por el Alcalde D. Manuel Antonio de Arriola y Corral, y agregándose á ellas otras partidas de gente de Oyarzun, Rentería, Urnieta y Hernani, llegó á juntarse un cuerpo de 1200 hombres. Para emprender esta jornada, fué menester que primero fuese requerida la Provincia y diese su consentimiento como lo ejecutó, y para mayor abundamiento mereció esta empresa particular aprobacion del Consejo, á'quien hizo presente la Ciudad, como tambien la Provincia misma, por medio de representaciones dirigidas á su presidente el Conde de Aranda, cuanto se habia obrado sobre el particular. Habiendo, pues, partido de San Sebastian y sus alrededòres las tropas de paisanos en buen órden de disciplina, y destacádose además otros 300 hombres arreglados del Regimiento de Irlanda, que por entonces guarnecía esta plaza, bajo el comando de su Coronel D. Vicente Kindelañ, los cuales habia franqueado gustoso el Conde de Flegnies, Capitan General de las Armas de Guipúżcoa, vinieron á juntarse en la villa de Hernani, y continuando su derrota por la de Andoain, Asteasu y la venta de Iturrioz, llegaron el dia 24 á Azpeitia y Azcoitia, principal teatro del motin, donde despucs de habérsele agregado nuevos refuerzos de gente lucida, sin exceptuar los caballeros y títulos de la nobleza, entre ellos los Marqueses de San Millan y de Narros, el Conde de Peñaflorida y otros condecorados sujetos, quienes voluntariamente se ofrecieron en línea de meros soldados rasos á vindicar con su conducta el honor y crédito guipuzcoano contra el bárbaro atentado de los insurgentes, fueron prendiendo desde el mismo instante å 75 de los reos en Azpeitia; y en Azcoitia otros 25 principales jefes de la rebelion. El dicho dia 24 despachó la Diputacion de la Provincia á D. Manuel Antonio de Arriola título formal para Comandante de las Compañías de paisa- 'nos alistados con motivo de perseguir á los perturbadores del público sosiego, revistiéndole de las facultades más ámplias para proceder á su castigo con arreglo á la ley 4., título 28 de los Fueros de la misma Provincia, que prohiben levantar bandos y apellidos perjudiciales á la quietud del país, á que dieron causa aquellos bandos antiguos de oñecinos y gamboinos, que pusieron en tanta consternacion á la Provincia misma los siglos XIV y XV.

4. Hácia este tiempo cometieron enormes excesos la gentualla y plebe tumultuaria de Elgoibar, Deva y Motrico, la cual en número de más de 800 hombres armados con fusiles, bayoneta calada y palos, entrando en la dicha villa de Motrico, obligó malamente á su Ayuntamiento y cabildo eclesiástico á otorgar unas capitulaciones conformes á su desarreglado antojo, no solo bajando el precio de granos y reduciendo las medidas, sino tambien estipulando de los eclesiásticos no llevarian derechos por la administracion de sacramentos; que la primicia no se sacaria á subasta, pagando al sujeto que fuese su administrador diez por ciento; que no se contribuiría con el diezmò de la castaña concejil, ni tampoco del ganado de cerda; que ningun clérigo tendria más de dos capellanías, y los que las tuviesen harian desde luego desistimiento; que el Párroco solo percibiría á título de proclamas y asistencia á matrimonios ocho reales: que los Beneficiados. saldrían á agonizar por semanas á cualquiera hora de dia ó noche, y otros capitulos semejantes, que precisaron á firmar así á los Ayuntamientos como á los sacerdotes, amenazando con la muerte, si no se condescendía á tan inícuos y violentos procedimientos, y despues de ejecutadas estas proezas, fueron con banderas y el mismo aparato sedicioso á Ondárroa, Berriatúa y Marquina en el Señorío de Bizcaya, donde perpetraron iguales insolencias, las cuales se habian padecido tambien de la furia de los amotinados en Azpeitia, Beasain, Villafranca, Guetaria, Zarauz, Elgoibar, Eibar y otras repúblicas, viéndose sus nobles vecinos en un terrible conflicto. Se habian interceptado dos cartas originales de dos sujetos de Marquina á otro de Ondárroa, que promovian la sublevacion, de que resultó haber sido presos y conducidos á las cárceles de Bilbao, y para mayor justificacion fué despachada requisitoria por el Licenciado Mena al Corregidor de Guipúzcoa, á fin de que las entregase D. Juan José de Aranegui, Secretario de las tropas de D. Manuel Antonio de Arriola, en cuyo poder se hallaban dichas cartas.

5. Con fecha de 28 de Abril escribió á San Sebastian su Alcalde y Comante de la expedicion, el mismo Arriola, haberse suscitado, á influjo de los Padres de la extinguida Compañía una competencia por el Rector de la Parroquia de Azpeitia, sobre si debia valer la inmunidad eclesiástica á 50 reos que se habian acogido al taller del Santuario de Loyola, añadiendo haberse conducido de Urrestilla y Réjil, otros varios tumultuantes. A principios de Mayo salió dicho Comandante con sus tropas para Elgoibar, dejando en Azpeitia 20o hombres de tropa arreglada con dos compañías de paisanos, y otra de Azcoitia para resguardo de los delincuentes arrestados, y al mismo tiempo recibió órdenes del Presidente del Consejo Conde de Aranda, en que le instruía á Arriola con las facultades necesarias para que, junto con el Corregidor Barreda procediese en el conocimiento criminal contra los insurgentes, pudiendo recibir cada uno por si deposiciones y sumarias; pero uniéndose ambos para los autos interlocutorios con fuerza de definitiva, y mucho más para la definitiva misma, haciendo ejecutar las sentencias aunque fuesen capitales; pero que en caso de discordia entre uno y otro Juez, se recurriese al Consejo, con remision de autos originales. En esto escribió la villa de Guetaria á San Sebastian para que empadronase á sus medidas las de dicha villa por haber sido rotas estas por los insurgentes; pero no se atrevió á ejecutarlo la Ciudad, sin expreso mandato de la Provincia, á fin de evitar la más remota sospecha de innovacion en caso tan delicado. En Vergara y Mоtrico fueron arrestados estos dias varios delincuentes, y lo mismo en Elgoibar y Eibar, y en Deva se publicó un bando del Comandante D. Manuel Antonio de Arriola, para que no se obedeciesen las capitulaciones hechas por los amotinados á viva fuerza, y que no se ejecutasen más órdenes que las del Rey, ni se perdiese el respeto á las justicias ordinarias, el cual bando igualmente fué divulgándose en otros pueblos de la provincia.

6. En 5 de Mayo fueron conducidos á Tolosa por una compañía de paisanos mandada de D. Francisco de Aguirre 70 prisioneros de los sublevados que se hallaban en las cårceles de Azpeitia y Azcoitia; y el 7 llegaron á Andoain las demás tropas de paisanos, y habiéndoseles agregado al siguiente dia el destacamento de D. Francisco de Aguirre con los 70 presos, todos entraron en San Sebastian el mismo dia comandados por Arriola. Aunque se habia pensado asegurar á los reos en el Castillo de la Mota, sobre que se suplicó al Capitan General Conde de Flegnies, se tuvo por más acertado ponerlos en las cárceles de la Ciudad. La Diputacion de la provincia escribió al expresado Arriola en 10 de Mayo felicitándole la llegada con sus tropas y prisioneros á la Ciudad, y lo propio ejecutó el Corregidor, pidiéndole este togado se restituyese á Azpeitia por necesitarse su persona para la prosecucion criminal contra los insurgentes. Tuvo tambien aviso Arriola este dia, comunicado por D. José Manuel Irizar soþre un ruidoso ayuntamiento de Eibar, de cuya resulta se habian"escapado varios vecinos, y habiéndose destacado por la provincia partidas de paisanos con otros 150 de tropa arreglada para dicha villa, fueron sorprendidos aquí los principales motores de la sedicion, sobre quienes dieron de improviso al rayar del dia, despues de haber la tropa caminado de noche por pantanos y caminos impracticables, que hubieron de pasar á beneficio de luces artificiales por la suma lobreguez de la misma noche, resultándoles algunas caídas por el suelo resbaladizo. En 13 de Mayo expidió la Provincia bando-circular á sus repúblicas, para que en adelante fuese libre el precio de granos y su comercio de unos pueblos á otros; quedasen abolidas las vergonzosas capitulaciones de los insurgentes; no hubiese diferencia de medidas; que las Justicias prendiesen á cualquiera mujer que hablase mal de estas providencias, añadiendo que por entónces no se celebrase ningun Ayuntamiento general. El 16 pasó á Azpeitia el Comandante Arriola para acelerar la causa criminal de los tumultuantes, sometiendo las declaraciones de los que estaban presos ene la Ciudad á un abogado, y la Diputacion de la Provincia resolvió la retirada de una Compañía de paisanos alojada en Azpeitia y Azcoitia, ya que un batallon del regimiento de Ibernia se habia esparcido por varios pueblos de dicha provincia y habian de permanecer en las mismas villas de Azpeitia y Azcoitia tres piquetes del de Irlanda; bien que en esto ofrecieron las villas de Vergara, Mondragon y Oñate 400 hombres armados para el total desarraigo del tumulto popular.

7. De esta manera quedó asegurado en pocos dias el sosiego de la provincia, y se desvaneció sin ningun derramamiento de sangre aquel terrible aparato que estaba amerazando á la comun tranquilidad. No ignoramos que muchos se imaginaron haber sido supérfluos todos estos belicosos preparativas para humillar el orgullo de una gente miserable, y al parecer desvalida, que hacia consistir su prevaricacion en andar discurriendo como vagos de un pueblo á otro, y metiéndose en ellos, entregarse sin freno á los brutales excesos de la gula. ¡Pero cuántos públicos alborotos han llegado á poner en lamentable constitucion, y aún arruinar repúblicas enteras por no haberse atajado la fermentacion desde sus primeros rudos asomos! pues ......sero medicina paratur cum mala per longas invaluere moras, cuyo bien sabido apotegma no ménos tiene lugar, como vemos por una funesta experiencia, en el órden moral y político, que en el fisico y natural. La sociedad civil se halla organizada á manera de la prodigiosa estructura del cuerpo humano, en donde, si no se corrige desde el principio la malignidad de nocivos humores que chocan y ofenden la armonía de los sólidos, es menester que en breve se destruya la delicada compage y justo equilibrio de tan frågil máquina. ¿Qué otra cosa sucedió en el furor de las guerras civiles de Sila y Mario, de Pompeyo y Julio César, que abrasaron á Roma; en las de güelfos y gibelinos en Italia; en las de los hugonotes en Francia; en las.de-comuneros en Castilla; en las de beaumonteses y agramonteses en Nabarra; en las de perezianos en Aragon; en las de oñecinos y gamboinos en Guipúzcoa y Bizcaya, y por alegar ejemplares recientes, en los movimientos, que aún no se han olvidado, del Perú, y en los que ac tualmente están despedazando la Francia con escándalo de la. Europа en ocasion de su Asamblea Nacional?

8. Volviendo á nuestro asunto, las tropas guipuzcoanas se portaron con tanto acierto en esta expedicion, que no fué menester entrasen á dividir con ellas el triunfo de la pacificacion las partidas de los regimientos de Ibernia y la Corona, que se esperaban de Nabarra por órden superior, y solo pudo servir para entrar de observa el batallon que se destacó del primero, bien que ayudaron muchísimo los arreglados de Irlanda. Enterado el Rey. y su Consejo de la conducta con que habian obrado los guipuzcoanos en esta jornada, no solo aprobaron cuanto habian ejecutado, sino que además escribió aquel Tribunal Supremo á la Ciudad de San Sebastian por medio del Secretario D. Ignacio Igareda, expresando haberse estimado ser 'digna la Ciudad de que el Consejo le manifestase desde luego la satisfaccion de su lealtad y acreditado celo con que contribuyó tan principalmente å disipar el motin suscitado por la infima plebe, inspirando en otros pueblos iguales pensamientos y generosos esfuerzos bajo la conducta de su alcalde ordinario D. Manuel Antonio de Arriola. Las mismas honoríficas expresiones mereció la Ciudad al Presidente Conde de Aranda, á la Diputacion de la Provincia, á la Real Compañía de Caracas y á la Casa de Contratacion y Consulado de ella, como tambien á varias repúblicas que la felicitaron por este buen suceso. Los delincuentes, convencidos del crimen de insurreccion, fueron condenados á varios. presidios. Mucho caudal costó esta jornada, pues sin entrar en cuenta los cinco mil pesos que suministró la Compañía de Caracas, y otros cuatro mil que dió, no con ménos celo, la Casa de Contratacion, se invirtieron además por la Ciudad 151.832 reales, lo que acredita lą eficacia con que acudieron los tres citados Cuerpos al servicio de S. M. y bien comun de la Provincia. Es el dia en que la Ciudad no ha sido totalmente reintegrada en los desfalcos que sufrió en esta ocasion, no obstante haber sido ella, como expresaba un distinguido guipuzcoano: La redentora de esta Nobilisima Provincia.

9. Merece particular atencion en el reinado de Cárlos III la venida å San Sebastian de José II, Emperador de Alemania y Archiduque de Austria. Ya habian divulgado los papeles públicos haber salido de Viena este monarca, de incógnito, ocultando su augusto título con la denominacion de Conde de Falckenstein, Estado que se reservó para sí su antecesor el Emperador, año 1735, cuando cedió Lorena á la Francia. Despues de haber corrido S. M. Imperial las principales ciudades del mismo reino de Francia, pasó desde Burdeos á la de Bayona la noche del 25 de Junio de 1777, de lo que se tuvo noticia en San Sebastian el inmediato dia 26, añadiéndose que, segun se habia traslucido, partiria luego para ella desde Bayona. Informados los del Gobierno municipal de una novedad tan repentina, pasaron al palacio del Comandante general Marqués de Basecourt para conferir sobre la manera y demostraciones con que se le recibiria á aquel potentado al tiempo que se verificase su entrada en el pueblo. El marqués fué de parecer no se hiciese aparato alguno, pues que segun noticias que habia habido de Burdeos, se maņifestó sentido el Emperador de las públicas demostraciones que quiso rendirle la magnificencia de aquella Ciudad luego que llegó allí, porque el andar de incógnito excusaba semejantes formalidades. Pareció acertado el dictámen del Comandante General, y en vista suya se acordó por los capitulares no se hiciese novedad alguna para el recibimiento de aquel Monarca, una vez que cualquiera obsequio le habia de ser enfadoso. No bien se acababa de extender en Ayuntamiento este acuerdo, cuando impensadamente se plantó el Emperador en la Puerta de tierra, acompañado del célebre Duque de Crillon, conquistador en tiempos adelante de la isla de Menorca, y otros dos personajes, entre diez y once de la mañana. Luego se dirigió S. M. desde la Puerta de tierra al Palacio del Comandante General, en cuya plazuela se le presentaron los dos Alcaldes D. José de Guruceaga y D. Juan José de Garagorri, congratulándole en nombre de la Ciudad sobre su feliz llegada á este pueblo, que se daba por dichoso de que su Real Persona hubiese querido ilustrarle con su augusta presencia, como lo acredita el numeroso concurso de gentes, qne en tropeles acudian á disfrutar de cerca la amable vista de tan gran Soberano, quien era el segundo Emperador que despues de su antecesor el inmortal Cárlos V, le vieron dentro de su recinto las murallas de San Sebastian y la casa de los Idiaquez. Añadiéronle que la Ciudad se hallaba en el empeño de honrar á S. M. Imperial con iluminaciones de la Plaza Nueva y de todas las calles, y con los espectáculos del anfiteatro, propios de la Nacion, y demás públicos regocijos. Agradeció el monarca incógnito la fineza de la Ciudad y la de todos sus vecinos, dando á entender no podia aceptar las demostraciones que querian hacerle, porque en este viaje suyo andaba á manera de una persona particular. Habiéndose detenido el Emperador cerca de un cuarto de hora en el palacio del Comandante General, salió por la puerta falsa que cae hácia la calle del Campanario, acompañándole los dos Alcaldes, varios oficiales de la Plana Mayor, y otras muchas gentes, y se dirigió por el Arco de Santiago á los almacenes de cacao de la Compañía de Caracas, donde se mantuvo un rato examinando dicho género y produccion de la América, partiendo y aún desmenuzando en la boca algunos granos; luego bajó al peso de la Lonja, y reconoció el fierro que existia en ella, conversando sobre este importante ramo de comercio, fruto el más importante de la Cantábria, beneficiado con la industria de sus naturales. Desde dicha Lonja se encaminó S. M. al cuartel de los soldados, en cuyo alojamiento manifestó á los circunstantes aquel espíritu marcial, que siempre caracterizó á este Príncipe, registrando por sí las camas de los soldados, y pidiendo, para probar, el pan llamado de municion. Serian ya las once y media cuando S. M. pasó entre el mucho bullicio de gente al glásis ó esplanada, donde estaba ya formado uno de los batallones del regimiento de Nabarra que guarnecia esta plaza, cuya tropa, que era lucidísima, ejecutó varias evoluciones bajo el comando de su Teniente Coronel don Jerónimo Giron, en presencia del monarca, quien estuvo observando de muy cerca las operaciones de la referida tropa, y despues se introdujo por las filas de los soldados andando con aceleracion, sin embar go de que apretaba el calor, en medio de lo cual se mantuvo siempre sin quitasol y á cuerpo descubierto, que le traía vestido de un sobretodo musgo, chupa y calzon de ante, sombrero regular sobre un peinado simple. Entre doce y media, sintiéndose trasudado, aunque habia venido á caballo y en posta, quiso volver en un coche de la Ciudad que se le estaba preparado al lado derecho de la esplanada, donde se metió con los otros tres personajes que traía en su comitiva, y uno de ellos era su Secretario, y despidiéndose con particulares señales de agradecimiento de todo el pueblo, emprendió su viaje para San Juan de Luz, por el camino de Hernani, y continuó su derrota por Astigarraga y Oyarzun hasta el paso de Behobia. La Ciudad luego dió aviso al Ministro Conde de Floridablanca para que trasladase á noticia del Rey todo lo ocurrido en esta ocasion, y en respuesta recibió carta de S. E. con las cláusulas siguientes: «Han merecido particular aprobacion del Rey los obsequios hechos al Emperador el dia que entró en San Sebastian y los demás con que ofreció V. S. manifestarle su veneracion si gustaba detenerse dentro de sus muros, y al mandarme S: M. expresarlo á V. S., ha querido añadir que estima tambien el cuidado con que informó V. S. de este suceso en carta de 27 de Junio. Dios guarde á V. S. etc.» No tenia olvidado el Emperador este viaje que hizo á San Sebastian é igualmente á Fuenterrabía, cuando en carta que dirigió escrita de puño al Duque de Crillon, congratulándose por la conquista de la isla de Menorca lograda por España bajo su conducta en 1782, le añadía entre otras finezas: «No puedo ya contenerme en el silencio y es preciso que recuerde á V. E. el Conde de Falckenstein, á quien hizo el favor de enseñarle una pequeña parte de España. Desde aquel momento no me quedó la menor duda del buen celo de V. E., ni de su deseo y valor para emprender y ejecutar cosas en que otros habian solo encontrado dificultades.»

10. Las ruidosas ocasiones de la guerra acreditan más que ninguna otra, la lealtad de los pueblos para con los Príncipes Soberanos. Penetrado San Sebastian de los sentimientos de esta verdadera máxima, deseó realizarla, así como otras repúblicas distinguidas de la Nacion, en el rompimiento de España contra la Gran Bretaña, declarado el año 1779, ofreciendo para soportar las urgencias de la Córona en la dicha guerra los auxilios, hasta donde podia extenderse su celo y generosidad; fineza que aplaudió el Monarca con una expresiva carta que la dirigió con fecha de 12 de Octubre, firmada de su Real mano, añadiendo que siempre que exigiese la necesidad recurriría con plena confianza á las ofertas hechas por la Ciudad, y á sus auxilios, mirando como el mayor y mås firme el tener vasallos en quienes el impulso de aquellos generosos afectos obraba tan eficazmente. Ni tampoco merece pequeño aplauso haber sido un vecino y comerciante honrado de San Sebastian el primero que dió ejemplo del espíritu patriótico con que á porfía se fueron haciendo por toda la Nacion en la guerra última estas promesas de subsidios al mismo Soberano.

11. No hay duda, por otra parté, que los sucesos de dicha última guerra fueron trágicos á los moradores de San Sebastian, quedando sumamente perjudicados en la desgracia que ocurrió al gran convoy que salió de Pasajes para Cádiz, comandado por D. Juan Agustin de Iradi el 1.° de Enero de 1780, en número de 25 velas, entre ellas 7 pertenecientes á la Compañía de Caracas; el cual á los 8 dias que habia zarpado del expresado puerto de Pasajes, se halló improvisamente rodeado de la escuadra británica del célebre general Rodney, quien se enderezaba al socorro de Gibraltar sitiado por nuestro ejėrcito, y apresó todo el referido convoy con su comandante, que era el hermoso navio llamado La Asuncion, álias Guipúzcoa, de 64 cañones, que acababa de construirse en los astilleros de aquel mismo puerto, costeado por la propia Compañía, que aún no ha sido reintegrada, pendiendo sobre ello incidente. De este fatal acontecimiento resultó que nuestra marinería, que fué conducida prisionera á Inglaterra, padeciese mucho, habiéndose minorado sobremanera por los que fallecieron en los presidios de Bristol y Vinchester, bien que la conmiseracion del Consulado de San Sebastian y de la provincia de Guipúzcoa destinó socorros para resarcir la pérdida de los prisioneros, y dar algun consuelo á las infelices viudas y familias de los que murieron en dichos presidios. Omitimos referir aquí otras desgracias particulares que experimentaron en la guerra de 1779 y años siguientes los vecinos de San Sebastian, ya en haber sido algunos de ellos víctimas de aquel fracaso trágico del navío Santo Domingo, comandado por D. Ignacio Mendizabal, ilustre hijo de la misma Cíudad, en combate naval con la escuadra de Rodney el dia 16 al 17 de Enero del 80, ya en varias presas que hicieron los enemigos, de bajeles, así de la Compañía de Caracas, como de particulares. Omitiremos igualmente referir la acertada conducta de algunos naturales, acreditada en el asedio á Gibraltar, expedicion á Menorca, Panzacola, y en otras ocasiones ruidosas de la última guerra, dejando á los venideros formen el elogio que se hhabian merecido, no sólo en los lances más criticos de dicha guerra, sino tambien en las empresas dirigidas al bombardeo de Argel bajo la direccion de don Antonio Barceló, en cuya funcion sobresalió, como divulgaron papeles públicos, el talento y coraje de un distinguido oficial de Marina, natural de San Sebastian y nombrado por Mayor de esta importante jornada, y remunerado anteriormente por el Rey Cristianísimo con encomienda de la Orden de San Luis, por el valor con que se portó en el combate de 20 de Octubre de 1782, hallándose de Ayudante en la Capitana de la Escuadra de Mr. La Mote-Piquet, de que resultó herido.¹

12. Hasta aquí habia llegado el progreso de nuestra historia, cuando tuvimos la infausta noticia del fallecimiento del Católico Monarca Cárlos III. La Ciudad, siempre grata á la augusta memoria de tan esclarecido Príncipe, ejecutó las Reales exequias el 14 de Febrero del año de 1789, así como habia ejecutado las de sus progenitores, á lo ménos desde la muerte de los Reyes Católicos D. Fernando y D.a Isabel, de que hay razon en los Registros de su Archivo. Los sufragios se celebraron en la iglesia matriz de Santa María, á donde asistió el Cuerpo de la Ciudad, acompañado del Clero, con el Capitan General de la Provincia D. Antonio Ricardos. Estaba erigido en el presbiterio un majestuoso túmulo de 30 piés de elevacion con la anchura correspondiente en cada uno de los cuatro lados que formaban el paralelógramo, é iluminado de hachas repartidas con armoniosa simetría. Remataba esta tumba en una graciosa pirámide cubierta de terciopelo negro, sobre cuya cúspide descansaba la Real Corona, encima de una rica almohada con su cetro. Bajo la basa de dicha pirámide se habia colocаdo urn escudo de Armas Reales por el lado de enfrente, y por los colaterales, banderas á media asta, con arreglo á ordenanza, diferentes rodelas, espadas y dagas doradas á fuego, realzada con varios jeroglificos de Marte, y otros trofeos militares en los cuatro ángulos, de igual materia y calidad. En el cuerpo inferior al de las Reales insignias se puso un epitafio con grandes caractéres amarillos sobre fondo negro, que decia así: «Inclyt. Heroi. amant. Princip. Cafolo IIH. Hisp. Reg. cujus ¡heu dolor! infaust. vit. rescid. parc. ob. æter. grat. in major. per antiq. Div. Mariæ Templo piet. Relig. Civ. Sti. Sebast. hoc Cenotaph DD.XVI Kal. Mart. anno D.M.DCC.LXXXIX.'S. T. T. L.» En la parte más baja de la pira se veían algunas composiciones elegiacas en metro castellano. Asistieron tambien las Comunidades religiosas: dijo la oracion fúnebre el Vicario de la iglesia de Santa María, Juez eclesiástico del Arciprestazgo mayor de Guipúzcoa, y ofició la liturgia el de San Vicente. La guarnicion del Regimiento de Córdoba, que estaba tendida en el cementerio de la iglesia y en la muralla, así como tambien la artillería, hicieron por intérvalo sus descargas. 

FIN DE LA PRIMERA PARTE.

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