jueves, 10 de julio de 2025

SITIO DE SAN SEBASTIÁN POR EL DUQUE DE BERWICK

 Sitio de San Sebastian por el Duque de Berwick, hasta que llegaron á evacuar la plaza las tropas del Rey Cristianísimo: refiérese por menor todo lo ocurrido en esta guerra.

1. Entre las capitulaciones asentadas por las potencias beligerantes en Utretch, año de 1713, quedó estipulado se cediese al Duque de Saboya la isla de Sicilia, con expresa cláusula de que nunca la hubiese de enajenar, y caso que faltase sucesion legítima en esta ilustre casa, volviese á incorporarse por reversion aquel Estado con la de España. Sin embargo de este solemne pacto, por no acomodar al Duque aquella isla, pasó á trasmitirla al Imperio en permuta del Reino de Cerdeña, que se le habia adjudicado al Duque mismo. Conmovió á la Córte de España una trasgresion tan manifiesta del tratado, y sentida muy á lo vivo mandó pasasen á Sicilia varias tropas arregladas, en cuyas expediciones quiso la fatalidad se perdiesen todos los navíos de San Sebastian, que hallándose ya destinados para la pesca de ballenas, se emplearon en esta jornada con el perjuicio de cerca de cien mil pesos. El Emperador, la Inglaterra y Saboya, ofendidos de la entrada de nuestro ejército en Sicilia, y queriendo hacer persuadir al mundo que España era la infractora de lo estipulado en Utretch sobre este artículo, apretaron eficazmente al Duque de Orleans, Regente de Francia por la minorenidad de Luis XV, para que, como garante de aquel célebre tratado, lo sostuviese, moviendo el impulso de sus armas ofensivas contra la misma España, á quien sindicaban de haber violado la religion de un público convenio, que dió fin á la dilatada y sangrienta guerra de sucesion. Vióse el Ministerio de Francia en el lance más crítico y apretante, mirándose precisado por las importunas sugestiones de los Gabinetes de Viena, Londres y Turín, á romper contra toda su voluntad con un Soberano nuestro que habia salido del seno de la misma Francia, y cuyos irrefragables derechos á la monarquía Española habia sostenido á costa de tanta sangre, manteniendo firme sobre sus sienes la Corona, que se esforzaron á hacerla bambolear diversas provincias preponderantes de la Europa. Raro fenómeno de la política y del estadismo, ver divididas entre sí dos naciones, las más coligadas en sus intereses recíprocos. ¡Hacerse hostilidades una á la otra, cuando una y otra están de paz! Por eso, con razon, llamaron á este rompimiento guerra galana, en la que en medio del estruendo bullicioso de las armas faltaba á los ánimos aquel furor é irritacion que hace tan terribles las ejecuciones marciales y belicosas. Entonces fué cuando se vió excusarse á los más famosos generales de Francia, de tomar el comando de las tropas destinadas contra España, pues no se sentian con aliento para ser Jefes de unas expediciones militares dirigidas á una nacion tan amiga, haciéndolos retraer todavía más la tierna memoria de Felipe V, cuyo afecto habia echado profundas raices en sus corazones. Declaróse en fin, la guerra, con extraña admiracion de las gentes, é ya eran principios del año 1719 cuando se receló que su primer teatro sería la provincia de Guipúzcoa, segun el número de tropas arregladas que se iban engrosando en la de Labort, frontera suya. Con tan justos temores, escribió San Sebastian al Rey en 23 de Enero, participándole la cercanía del ejército francés y lo destituida que se hallaba la Ciudad de bastimentos y municiones necesarias para sufrir el riguroso sitio que la amenazaba. Respondió S. M. å este aviso en 30 del mismo mes, por medio de su secretario D. Miguel Fernandez Durán, diciendo, esperaba que caso que los franceses invadiesen esta plaza, haria la Ciudad cuanto se prometía de su celo, y que en punto á la escasez de trigo podia surtirse de Nabarra, Rioja, Asturias ó Galicia, á cuyo fin se expedirian las órdenes convenientes, y para este tiempo habian escrito tambien á la Provincia el Cardenal Ministro Alberoni y el mismo Secretario Durán sobre haber nombrado S. M. á D. Francisco José de Emparan por Comandante. para la plaza de Fuenterrabía, la más inmediata á Francia, y proveido se pusiesen en estado de defensa las demás plazas de Guipúzcoa. A la verdad no estaba la de San Sebastian en disposicion para resistir por largo tiempo á la invasion del enemigo, por más que se esforzase el valor generoso de sus habitadores, Sin embargo de ser esta fortaleza una de las más afamadas de España, las murallas del lienzo oriental, ó de la Zurriola, obra de mampostería, no podian rebatir los sacudimientos impetuosos de la artillería gruesa: su guarnicion apenas pasaba de un regimiento: los viveres escaseaban: faltaba, en una palabra, lo más esencial para tolerar las incomodidades y trabajos de un asedie. Vino, en fin, por Comandante interino de las armas de Guipúzcoa el Mariscal de Campo D. Blas de Loya, en lugar del Principe de Campo-florido, quien tuvo órden de transferirse á la Córte, y algunos ingenieros con el mismo Loya para poner en pié respetable las fortificaciones de la provincia; pero se conoció desde el principio de la guerra, que nunca tomó con empeño el Ministerio de España la conservacion de las dos plazas de San Sebastian y Fuenterrabía, pues los preparativos se disponian con notablefrialdad, porque siempre hizo poco caso nuestra Córte de un rompimiento que la Francia ejecutó contra toda su voluntad, y solo sí instigada de las tres potencias referidas antes, para sostener una pura garantía, fuera de que nuestras tropas regladas se hallaban en Sicilia, y era imposible guarnecer con ellas las dos expresadas plazas. Ello fué entrando en España el ejército francés comandado por el Generalísimo Duque de Berwick, hijo del despojado Jacobo II, Rey de Inglaterra, aquel céleble guerrero que hizo admirar tanto su conducta y su talento militar en la sangrienta batalla de Almansa del año 1707, y en otras acciones ruidosas. Apoderóse el Mariscal de Campo Mr. de Cadrieu, destacado por el Teniente General Marqués de Silli, con siete batallones de Vera, pueblo de Nabarra, y desde allí penetró á Irún, primer lugar de Guipúzcoa, por los desfiladeros de montes el dia 20 de Abril; y enen los siguien tes fué juntándose todo el dicho ejército, habiendo rendido primero despues de una valerosa resistencia de la guarnicion, que quedó prisionera de guerra con su Comandante D. Juan Barradas, el Castillo de Behobia, situado sobre el rio Bidasoa, el mismo Marqués, el cual pasó el 23 por Oyarzun y Rentería á Pasajes, y tomó el fuerte de Santa Isabel y la torre de la Ciudad, que solo estaba defendida por su .Regidor D. Tomás Nardiz y 36 hombres, bien que tuvo tiempo aquel para clavar la artillería, y retirarse á la misma Ciudad, la cual, estimulada de su pundonor, sin embargo, le hizo causa por la rendicion de aquella fortaleza suya, que desde siglos muy atrás estaba confiada á su cuidado, aunque hizo la defensa que pudo, á pesar de las baterías que asestaron los franceses desde el fuerte de Santa Isabel. Ya para este tiempo habia publicado el Comandante General Don Blas de Loya un manifiesto declarando que ciertos papeles esparcidos por Claudio Dufay, Teniente General de los ejércitos de S. M. Cristianísima, y Comandante de las fronteras de España, sobre que tenia órden del Duque de Orleans, Regente de Francia, para tomar bajo su proteccion todos los pueblos sujetos á la Monarquía de España que se le rindiesen, y al contrario de tratar con el más severo rigor de la guerra los que se hallasen con las armas en la mano, eran falsos enteramente y forjados por el mismo Dufay, y que así, ningun pueblo de la Provincia admitiese tropas francesas en su jurisdiccion con título de buena armonía y amistad. El mismo General Loya se retiró desde San Sebastian á Hernani, para dirigir desde alli sus órdenes, de comun inteligencia con la Diputacion á guerra de la Provincia, que tambien habia plantificado en aquella villa su plaza de armas, segun costumbre antigua, por ser república muy inmediata á las dos fortalezas de Fuenterrabia'y San Sebastian.

2. Para la defensa de esta última vino por Comandante el Brigadier D. Alejandro de la Mota. Desde el 15 de Mayo en adelante, fueron entrando en Guipúzcoa el Duque de Berwick y gran número de tropas, que venian de las fronteras de Cataluña, donde se creyó al principio que sería el teatro de la guerra, y entre ellas bajaron el Príncipe de Conti, Generalísimo de la Caballería, cinco Tenientes generales, muchos Mariscales y Brigadieres, y hasta el Intendente y Preboste General de los ejércitos del Rey Cristianísimo: por secretario de Berwick, venia el Comisario de Guerra Mr. Echeverri, natural de Urruña, y padre de aquella insigne mujer Madama Echeverri, fundadora del Seminario de Azparren, cuyas virtudes heróicas que andan impresas en su historia impresa en Aviñon, edificaron á toda la Diócesis de Bayona, y merecieron la calificacion de muchos Prelados de aquel Reino: en toda se componia el ejército subordinado á Berwick, de 10 Tenientes Generalès; 17 Mariscales de Campo; 66 batallones de infantería; 60 escuadrones de caballería; 11 regimientos de dragones; un batallon de artillería; 25 ingenieros con algunas compañías de minadores á que se seguia el tren de 40 cañones de batir y 24 morteros; bien que no todas estas tropas, especialmente la caballeria, entraron en Guipúzcoa, por ser su terreno estéril para forrajes. El 16 de Mayo reconoció Berwick personalmente el fuerte de Santa Isabel y la torre de Pasajes, y mandó dar fuego á seis navíos de línea que, por órden del Rey Católico, se estaban construyendo en las gradas del Canal por Simon de Celarain, con otros bajeles que ejecutaba Lorenzo Arzueta, llegando el daño á más de dos millones, segun el Marqués de San Felipe; pero se aprovechó el enemigo de la jarcia, velamen, arboladura y tablazon, que fueron conducidas á Bayona en pinazas. Venido el dia 28 se puso formal sitio sobre la plaza de Fuenterrabía con dos formidables baterías, y habiendo llegado expreso de Paris para empezar á hacer fuego, quedaron á poco tiempo abiertas brechas capaces, apoderándose primero el vencedor del baluarte de la Reina y Medialuna de San Nicolás. En 16 de Junio hizo llamada el Gobernador Comandante de la Ciudad D. Francisco José de Emparan, despues de una vigorosa defensa, y capituló con partidos ventajosos y todos los honores de guerra, pasando la guarnicion á Pamplona. En efecto, ya era inevitable el asalto, para cuya ejecucion se iban desfilando 30 compañías de granaderos con 4000 fusileros. Por ese mismo tiempo habia entrado e! Rey Felipe V en Nabarra, acompañado de la Reina, el Cardenal Alberoni, el Príncipe Pío, y de los Secretarios Don Miguel Fernandez Duran y D. José Patiño, y se internó S. M. hasta la villa de Lesaca, conducido en una litera, por no sufrir carruaje la intratable aspereza de los caminos. Luego que se divulgó en el ejército contrario la cercanía del Católico Monarca, que ya no distaba de las tropas francesas sino el corto espacio de cuatro ó cinco leguas, se tuvo por positivo que venia á socorrer la plaza y el castillo de San Sebastian con un ejército que le seguia de 15.000 hombres, que se juntaron á toda prisa; pero como luego sucedió el regreso de S. M. hácia Pamplona, desde donde fué continuando el viaje á Madrid, se desvanecieron estas apariencias, y todo el mundo se dejó persuadir no haber sido otro el motivo de tan impensada jornada del Rey, que el hacer recuerdo á los Jefes franceses, y aún á todo el ejército que tan cerca se hallaba, de que el monarca, contra cuya plaza se habian dirigido estos movimientos y hostilidades, era aquel mismo Felipe V, aquel mismo nieto de Luis XIV, aquel Duque de Anjou, á quien ellos mismos defendieron con tanto ardor en la guerra de sucesion, oponiéndose á la desmedida ambicion de las demás Córtes de Europa, que eran las que ahora instigaban á la Francia, bien que tambien tenia parte la emulacion de Orleans y Alberoni, que se tiraban á destruir uno al otro, haciéndose intolerable al Regente el despotismo del Cardenal. Sabido en San Sebastian que el Rey Católico se habia aproximado tanto hácia este pueblo, inmediatamente envió la Ciudad con una representacion atenta dirigida á la Real Persona los Diputados D. Martin de Olozaga y D. Pablo Agustin de Aguirre. Halláronle estos en el lugar de Santesteban de Nabarra, y le hicieron presente en los términos más persuasivos el triste conflicto en que se miraba la Ciudad por falta de presidio, bastimentos y municiones, y que aunque sus moradores estaban prontos á derramar su sangre en servicio de S. M., sería imposible resistir enteramente á las fuerzas superiores del enemigo, que venia acercándose ya á sus muros con 16.000 hombres efectivos; que si se perdia la plaza de San Sebastian, toda Guipúzcoa y aún el Señorio de Bizaya correrían peligro de que se entregasen al dominio de la Francia; y que así proveyese S. M. lo que fuese necesario en tan crítica constitucion. El 23 de Junió se plantó en los alrededores de San Sebastian el Duque de Berwick con los 16.000 hombres referidos, siguiéndole el Príncipe de Conti y Guillermo Stanop, Ministro inglés, que venía pôr celador y como fiscal de las operaciones del éjercito francés, cuyos Jefes no llevaban muy á bien su presencia, habiéndose reparado que úno de los mariscales prorrumpió en execraciones contra una escuadra dė navíos británicos, que entró á bloquear los puertos de Fuenterrabía y San Sebastian. El dia 28, á las seis de la mañana, penetraron hasta Hernani las tropas francesas, y el siguiente dia, al romper la aurora, fueron destacándose desde dicha villa una partida de 500 caballos y 2000 infantes, al comando del Teniente General Silli, y habiéndose encaminado hacia Tolosa, se apoderaron de este pueblo para las nueve, sin ejecutar hostilidad alguna, y despues de haber puesto guardias en la parroquia de Santa Maria y demás iglesias de comunidades religiosas, por evitar cualesquiera excesos de la inconsiderada soldadesca, volvieron á salir dichas tropas á la entrada de la noche, y dejando en los lugares de Villabona, Andoain y Urnieta, guardias avanzadas, continuaron hasta Hernani, donde se incorporaron de nuevo con el ejército, y no dejó de experimentarse algun desorden en el pillaje de ganado y otros comestibles. Aquella mañana el Comandante D. Blas de Loya, quien pasó la noche en la casa de Acelain, de Soravilla, se habia retirado á Villafranca, juntamente con el Teniente General D. Diego de Alarcon y los Diputados á guerra de la Provincia, seguidos de 150 caballos, 180 dragones, una compañía del Regimiento de Asturias y tropas de paisanos. La infantería se alojó en Ataun; pero la caballería y dragones quedaron en Villafranca, que de aquí adelante sirvió de plaza de armas á la Diputacion. El dia 30 fueron agregándose á Berwick en el mismo Hernani mayor número de tropas que vadearon el Urumea cerca de Astigarraga, y algunas otras vinieron avanzando á las eminencias inmediatas de la plaza de San Sebastian por la calzada de Pasajes y caminos de Alza, hasta que hicieron alto á la otra parte del dicho rio Urumea en los contornos de San Francisco. El siguiente dia, que fué 1.° de Julio, partió de Hernani Berwick con parte de su ejército, y entró en jurisdiccion de la Ciudad, alojándose aquel general en la casería de Ayete sobre el camino que dirige la misma villa de Hernani, desde cuyo paraje, por ser dominante todo el campamento, podia darse giro á las órdenes y disposiciones del sitio: luego fueron viniendo el dia 2 y3 las-restantes tropas que, apostándose en los collazcs más cercanos, dejaron enteramente bloqueada por tierra á la Ciudad. Así quedó circunvalada la plaza, hasta que fuesen llegando por mar la artillería y demás pertrechos para batir sus murallas. Dentro del recinto de la plaza misma, sólo habia de guarnicion tres regimientos de tropa arreglada, y estos muy incompletos, y hasta la mitad faltos de compañías, que eran el de Zamora, Sevilla y Africa, dotados en gran parte de gente imberbe y bisoña, pues hemos oído referir á hombres ancianos, que cuando se rindió el castillo de la Mota y salió la tropa del presidio, los mismos soldados franceses se admiraban de la poca gentileza de los nuestros, por ser muchachos todavía, bien que las compañías de granaderos debian ser gallardas.

3. Ya se habian cortado los puentes de Santa Catalina y de Loyola en el Urumea; se habia mandado por bando público saliese de la Ciudad toda gente inútil de niños y mujeres, aunque quedaron muchísimos, como tambien permanecieron en ella varios eclesiásticos y Comunidades religiosas de hombres, y solo se ausentaron las de monjas, por ser sus conventos de los más próximos al peligro: se habian armado todos los naturales divididos en ocho compañías, que en adelante fueron montando con alternacion las fortificaciones exteriores del hornabeque, que se les señalaron, dando principio para ejemplo de los demás los mismos Alcaldes y otros Capitulares, y sucediéndoles los vecinos más distinguidos, como el Conde de Villalcázar, GentilHombre de la Cámara se S. M. y otros sujetos de suposicion: gran parte de la artillería, y aún la defensa de la isla de Santa Clara se habia encomendado á los marineros, y aunque á todo paisano se destinó cierto salario á cuenta de Rey, rehusaban esta gratificacion todos en general. Ya desde ántes se habia puesto en aviso á la Ciudad, de haber llegado á Oyarzun el Príncipe Pio con 500 caballos y 1500 infantes, y qne se dirigia á San Sebastian, que con efecto, sucedió asi, metiendo algunas tropas en la plaza, la cual despues de haber recono. cido en persona, volvió á salir para Nabarra: para precaver cualesquiera incendios que pudiesen sobrevenir del fuego del enemigo, y sobre todo de las bombas, se habian sacado de la Ciudad los muebles más importantes, y que ménos pudiesen resistir á la combustion: los papeles de su grande archivo se habian conducido por mar á la villa de Motrico, y desde allí los habian internado hasta las inmediaciones de Alaba en el Santuario de Aranzazu, é igualmente se habian exportado los libros de iglesias y otros públicos monumentos al Real Colegio de Loyola: se habian dispuesto además varias máquinas de contrabombas, entre ellas una en la parroquia de San Vicente para preservar el Tabernáculo de toda funesta contingencia por hallarse la iglesia casi pegante á la muralla, frente á la cual se iba haciendo asiento de las principales baterías. Los hospitales para heridos y enfermos se habian preparado en los conventos de San Telmo y Santa Teresa, aquel para militares, y este para paisanos, habiéndose demolido por órden expresa del Rey el de San Antonio Abad, que tenia la Ciudad extramuros en el barrio de Santa Catalina, con la parroquia del mismo nombre, á fin de que no se fortificase en ellos el enemigo. En fin, se habian hecho provisiones y acopios de bastimentos hasta donde pudo alcanzar el esfuerzo y situacion presente. Las villas de Lequeitio, Marquina, Motrico, Zumaya, Zarauz, Guetaria y Orio, ofrecieron á la Ciudad socorros que se fueron introduciendo por mar con gran cautela, haciéndose primero señal para evitar cualquiera sorpresa del enemigo desde la isla de San Anton de la misma villa de Guetaria. Los pueblos de Azpeitia, Azcoitia, Vergara, Cestona,. Legazpia, Villarreal, Lazcano y otros habian enviado tambien compañías de gente armada á San Sebastian bajo el comando de D. Francisco Ignacio de Alcibar y D. Beltran de Ozaeta, las cuales, incorporadas á las de la Ciudad se alojaron en la montaña de Ulia para observar los movimientos del ejército contrario, aunque despues se retiraron de la plaza: otras compañías de paisanos, entre ellas dos de Oñate, se habian puesto entre Guetaria, Orio y monte de Igueldo para resistir las hostilidades que intentaban contra la costa las barcazas inglesas; pues las demás milicias de naturales, que en todo llegaron á 2.000, y eran comandadas por los sargentos mayores de la Coronelía D. Juan Beltran de Portu, D. Manuel de Aranza, D. Domingo Basazabal, D. Pedro Atorrasagasti, D. Miguel Echezarreta y D. Josef Mandiola, mandó la Diputacion á Guerra se retirasen á sus casas por no necesitarse por entonces de ellas, con órden no obstante de estar prontas para el primer aviso. Estos son los preparativos que se habian puesto en ejecucucion hasta que, segun se ha dicho, quedó bloqueada la Ciudad.

4. Llegado el dia 4 de Julio, se observó que hácia las tres de la mañana hicieron avanzar los franceses una partida de 200 infantes á la montaña de Arrobi ó Igueldo, que domina á la isla de Santa Clara á distancia de un tiro de fusil, y al mismo tięmpo se fueron arrimando hácia la propia isla once barcazas de la escuadra inglesa con algunas compañías de granaderos, que la noche anterior se habian embarcado en Pasajes. La isla estaba guarnecida de tres compañías de paisanos y de dos de artillería, y visto que los enemigos intentaban sorprenderla, empezaron los nuestros á hacer fuego, así á las barcazas como á la gente que se habia apostado en el monte de Igueldo, que tambien de su parte disparaban á la isla, ayudándoles tres navíos de guerra que descargaban la artillería, no solo á la isla misma, sino tambien á la pląza por elevacion, lo que obligó á la Ciudad á ponerse toda ella en armas, acudiendo la mayor parte de los vecinos al muelle, hasta que fueron rechazados los contrarios, habiéndoles roto tambien con el cаñon del castillo la verga mayor de la Capitana inglesa. Este mismo dia, indignados algunos vecinos de la osadía con que los franceses andaban robando el barrio de San Martin, sin embargo del fuego que les hacia la artillería de la plaza y del castillo, salieron en número de solos ocho ó diez á perseguirlos, como lo ejecutaron, volviendo con un prisionero. Con fecha de 5 de Julio dirigió la Ciudad alRey otra carta, quejándose de que los militares de la guarnicion iban subiendo muchas vituallas al castillo de la Mota, quedando destituida de ellas la plaza. Tambien añadió á S. M. que, por irse acercando por instantes el enenigo, recurria á su poderoso amparo si llegase el último apuro, condoliéndose, sobre todo de los Eclesiásticos y Comunidades religiosas que estaban dentro del pueblo, cuya sagrada inmunidad llevaba su mayor cuidado. El mismo dia en que se escribió dicha carta, suplicó al Ayuntamiento el Comandante de la plaza D. Alejandro de la Mota, señalase hasta 50 vecinos con su Capitan para defensa de la torre del muelle, y otros 20 y un teniente para guarnecer la Puerta de marina, como se ejecutó, repartiéndolos por turno el alcalde D. Pedro Antonio Amitesarobe, Coronel de las ocho compañías de paisanos, y tambien entró de refresco en la isla de Santa Clara una compañía de tropa arreglada. Este dia nada se intentó por el campo contrario, manteniéndose en sus puestos formando faginas para los ataques, y perfeccionando los puentes de Ergobia y Loyola, sobre el Urumea, para conducir la artillería y morteros, como tambien para que por este medio se facilitase la comunicacion de todo el ejército, á que se añadia andar robando la soldadesca todas las caserías y sus frutos, y tambien el barrio de San Martin, no obstante el gran fuego que se les disparaba desde la plaza y el castillo. Tampoco emprendió el enemigo cosa particular el dia seis, lo que se atribuyó á lo mucho que habia llovido desde el anterior, y solo se supo por un desertor, que se continuaba en perfeccionar caminos, puentes, faginas y gabiones, para abrir trincheras, y que la artillería, morteros, bombas y demás municiones de guerra, aun los tenian en Pasajes. El siguiente dia 7 de Julio, habiéndose recelado por noticias, que aquella noche intentaria alguna empresa el enemigo contra la isla de Santa Clara con los navíos de la Armada, acudieron los vecinos á reforzar los puestos del muelle, su torre у puerta de mar, donde segun la brevedad que permitia el tiempo, se formaron parapetos y algunas baterías de pedreros y cañones, no pudiendo hacerse más por el descuido anterior de los ingenieros en poner en estado de resistencia los desembarcaderos y avances en la bajamar; sin embargo, fueron bastantes estas disposiciones apresuradas de los paisanos para precaver el peligro. El dia 8 no ocurrió más novedad que de haberse sabido por un tambor que habia venido del campo contrario, continuaba este en hacer faginas y gabiones, y concluir los puentes de comunicacion, añadiendo que, segun voz que corria en el mismo campo, se empezaria á abrir trinchera del dia 16 al 20; sin embargo, ya el dia 11 toda la noche empleó el enemigo en la formacion de un camino cubierto, valiéndose de faginas y gabiones terraplenados con tierra que sacaban de la misma zanja en que abrian la trinchera, dando principio desde la casería de Agustin Beinza, sobre la calzada de San Bartolomé, y atravesando las heredades de las caserías de Charcoaga y Oyararte, hasta llegar á unirse con la calzada misma junto á la casa de Aztina, frente al propio monasterio de San Bartolomé, desde donde se tiró tambien otro ramal que, cuesta abajo, venia á parar en el Hospital de San Martin. Se continuaban con ardor el dia 12 y toda su noche los trabajos de trincheras en los parajes sobredichos; pero no en línea recta, como se habian empezado, sino añadiéndoles un trozo en forma de triángu lo, para que pudiesen bajar las tropas más cubiertas del fuego de la plaza, que les ofendia bastante. Habiendo llegado el dia 13, saliero n de la Ciudad algunos sacerdotes y religiosos con un tambor, á suplicar a Berwick, en nombré de sus iglesias y Comunidades, se dignase mandar no se arrojasen bombas á lo sagrado de los templos, y aunque por entonces se manifestó muy entero el Duque con unas per sonas de tanto carácter sin contestarles nada, sin embargo dió órdenes despues para que no se dirigiese la puntería de los artilleros contra los edificios consagrados á la Religion. La noche de este dia 13 al 14 se iban en aumento las operaciones del enemigo en atrincherarse, pue s emprendió con otro triángulo de camino cubierto en la parte superio é inferior de la calzada de San Bartolomé, levantando además otro retrincheramiento sobre montones de arena con gabiones tras la ermita de San Martin, á manera de un baluarte, que se creyó sería para plantar alguna batería, bien que todavía quedaba muy distante de la plaza. Al mismo tiempo trabajaron los franceses en abrir trincheras en el monte de Igueldo, para ofender desde allí á la guarnicion de la isla de Santa Clara con carabinas rayadas, pues deseaban con mucho ahinco apoderarse de dicha isla, que domina la entrada del puerto. No proseguía con menos teson el dia 14 el enemigo en perfeccionar sus obras, ni tampoco la plaza en disparar la artillería, habiéndose por primera prueba arrojado desde el castillo al campo contrario algunas granadas reales, que hicieron efecto maravilloso, con puntería á las trincheras y á una casería llamadą Beloca, donde se hallaban alojados algunos oficiales. La noche del mismo dia 14 al 15 dió principio el enemigo á la formacion de otra trinchera en los arenales de Ulía, frente á la casería de Arburola, y el dia siguiente, que fué el 15, se observó alguna lentitud en los trabajos, bien que desde la montaña de Igueldo se disparaban carabinas rayadas contra [la guarnicion de la isla de Santa Clara, la cual correspondia por intervalos con las descargas de mosquetería y artillería, no cesando tampoco el fuego de la plaza y castillo, y aunque aquella noche se acercaron á dicha isla hasta nueve barcazas inglesas, con ánimo de hacer 'desembarco en ella, se les obligó á retirarse, y despues que amaneció el dia 16, proseguian los franceses desde las trincheras del monte de Igueldo en incomodar á las compañías de paisanos que defendian la"isla, y al mismo tiempo se supo por un desertor que los enemigos habian bajado al barrio de San Martin algunas piezas de batir de 24, y que tenian otras junto á la casería de Ayete, donde estaba alojado Berwick. Aquella noche se emprendió en el campo contrario una obra superior á las anteriores, pues se abrió trinchera, que empezando á arrancar desde la casería de Arbuloa al pié de Ulía iba discurriendo por los arenales casi pegante á la orilla del mar hasta llegar la línea cerca del puente de Santa Catalina, y se levantó tambien un terraplen de arenas con gabiones frente al convento de San Francisco.

5. La Ciudad, que se hallaba en bastante conflicto por estas operaciones que el ejército enemigo ejecutaba con tanto calor, recibió en 17 de Julio una carta expresiva del Cardenal Alberoni, que de parte de S. M. decia así: «El Rey, que ha visto y oido con su natural clemencia los recursos de V. S. sobre la presente situacion, ha querido que Yo en su Real Nombre, asegure á V. S. que en los benignos efectos de su amor no puede jamás caber circunstancia contraria á cuanto redunda en alivio de V. S., y que tampoco es su Real ánimo dejar á V. S. en el abandono que quizás la malignidad de los, tiempos presentes puede inspirar ó hacer temer. Para afianzar á V. S. el logro de su tranquilidad queda el Rey en aplicar cuantos medios y desvelos sean posibles en testimonio de la generosa atencion con que mira los intereses y consuelo de V. S., y no omitiré lo que esté de mi parte para manifestar á V. S. mi afecto y vivos deseos de su satisfaccion. Guarde Dios á V. S. muchos años. Campo de Assiain II de Julio de 1719.» ¿Quién diria no podia prometerse la Ciudad, en vista de un oficio tan atento del Cardenal Ministro, sería socorrida brevemente con algun refuerzo para su defensa? Pero nunca logró este consuelo, por más que repitió nuevas instancias, dejándose traslucir se miraba con mucha indiferencia la resulta del asedio. El mismo dia 17, en que se recibió la carta de Alberoni, trabajaron los enemigos en conducir dos piezas de cañon al alto de la montaña de Igueldo, formando batería cerca del caserío de Egurrolategui, y de la trinchera que habian abierto frente á la isla de Santa Clara, á donde empezaron á disparar á las de la tarde con intento de incomodar á la gente que guarnecia dicha isla, y cortar su comunicacion con la plaza, dominando las entradas y salidas del puerto, para lograr cuyo fin plantaron tambien otra batería de dos cañones, pegante al Antiguo, que continuó por su parte en hacer fuego contra la propia isla. Aquella noche solo se empleó el campo contrario en perfeccionar la gran trinchera de Ulía, y formar una esplanada con gabiones, faginas y arena al lado de la iglesia de San Francisco, que hacía frente al lienzo de muralla de la Zurriola, y el dia siguiente, que fué el 18, porfiaba el disparo de la artilleria contra Santa Clara, desde los puestos sobredichos. La noche y dia inmediato se trabajó con bastante ardor por el enemigo en las trincheras, á pesar del fuego continuo que se les disparaba de la plaza, sin intermision, desbaratando en parajes sus líneas, pero se notó todavía mayor afan la noche del 19 al 20, abriendo el enemigo otro retrincheramiento más inmediato á la plaza, cuya direccion empezaba por una parte desde San Martin hasta Santa Catalina, por los montones de arena, atravesando la pared y acueducto por donde se encamina la fuente de Morlans, y por otra se enderezaba en línea recta hácia la calzada del Antiguo; ni bastaban para frustrar estas obras del campo, la artillería y mosquetería que se les disparaba de la plaza, tanto que ya el dia siguiente, que fué el 20, amanecieron seis banderas puestas en las líneas, que, segun se creyó, fueron montando dos batallones, empezando en esto á ser más riguroso el fuego de la plaza y castillo, cuyos tiros debieron ser primorosos; pero porfiaba la constancia del contrario, el cual, en medio de ofendérsele vivamente aquella noche por los sitiados desde la estacada, rebellín y hornabeque, tuvo el arrojo de formar otra linea aun más avanzada hácia la plaza, comenzando desde la orilla del rio Urumea en aquel paraje inmediato al glasis hasta donde sube el flujo del mar, y continuando hácia el arenal de la Concha, de manera que sólo quedó esta nueva trinchera á distancia de tiro de fusil de la estacada, y solamente pudo lograrse el dia 22 el desmoronar al enemigo con un fuego incesante muchos gabiones y faginas con que se levantaban estas obras; pero, sin embargo, desde dicho dia hasta el 24, se adelantaron maravillosamente las operaciones de las trincheras, pues no contentos los sitiadores en reforzar con faginas las más lejanas á la plaza, que hasta entónces habian ejecutado, tiraron además un ramal desde el ángulo de la que habian formado al paralelo del glasis, dirigiéndole al par de la punta de Diamante del lado izquierdo de la estacada, y continuándole al frente de esta, y de la otra media punta de Diamante del lado derecho del hornabeque hasta cerca de la orilla de la Concha, de suerte que en algunos parajes sólo quedaba distante de la estacada este nuevo ramal un tiro de pistola; pero se desviaba bastante, y se hacia divergente desde un angulo con que mudaba la direccion en aquella parte por donde corre el agua de la fuente de Morlans. Al mismo tiempo se observó con anteojos de larga vista que el enemigo hizo bajar por el rio Urumea hasta el paraje que llaman de la Amara un gabarron cargado de madera y tablones, que se creyó serian para formar las esplanadas de la artillería y morteros. El dia 24 y toda su noche trabajó sobremanera el campo contrario en consolidar y elevar todas las líneas y trincheras que habia levantado entre el rio Urumea y los arenales de la Concha, y además en conducir la artillería y morteros por la calzada de Pasajes hasta junto al convento de San Francisco. A la verdad, pudiera sorprender la prontitud con que los franceses pusieron en ejecucion todas estas obras; pero nada es extraño en un suelo enteramente flojo y arenisco, que de la noche para la mañana se puede amontonar hasta la altura que se quiera para cubrirse del fuego de la plaza, lo que no se consigue con tanta facilidad en los terrenos duros, y que no ceden tan presto al golpe de la azada.

6. Ello es que ya esta misma noche del 24 al 25 plantaron dos baterías, la una de cuatro troneras, y la otra de cinco, sobre la linea y trinchera que formaron, corriendo toda la orilla á la otra parte de Zurriola, y cerca del puente de Santa Catalina, haciendo frente á la más débil muralla de la plaza por abrir brecha. Habiendo amanecido el dia 25 de Julio, dia tan grato á todo español, y consagrado á un Santo protector á quien se le invoca en las batallas, empezó el enemigo con los crepúsculos de la aurora entre 3 y 4 de la mañana á batir derechamente desde los puestos que colocó á las márgenes del Urumea por la parte de Ulía, el endeble lienzo de la muralla oriental, que estaba entre los dos pastelones ó baluartes redondos, junto á las casas de D. Juan de Amezqueta, arrojando al mismo tiempo crecido número de bombas y granadas reales, así á la muralla y obras exteriores de la Ciudad, como tambien al castillo, y aunque algunas llegaron á caer sobre los edificios, no padecieron ruina notable aquel dia, que tambien empleó el enemigo en perfeccionar sus trincheras entre San Martin y la Plaza, y la noche en extender las líneas más inmediatas á la estacada, desde donde habiéndose tirado muchísimas granadas, hicieron un gran daño. Esta misma noche plantaron los contrarios á la otra parte del rio otras dos baterías, cada una de seis cañones, muy arrimadas á las dos anteriores, y además pusieron otra nueva batería de 'morteros por esta parte de dicho rio. Todas estas cuatro baterías de cañones comenzaron el dia 26, al romper de la aurora, á disparar con 19 piezas de batir contra el mismo lienzo de muralla referido, haciendo bastante estrago en los edificios inmediatos, con las balas que excedian la altura de la misma muralla, y logrando desmontar alguna artillería de los dos pastelones, y tambien otros cañones del baluarte del Gobernador; pero se consiguió igualmente que los nuestros, con el fuego que hacian desde la muralla y el castillo contra las baterías enemigas, les desmontasen dos piezas. Asimismo continuaba el disparo de bombas y granadas reales, que arrojaba el campo á las obras exteriores de la plaza, donde se desgraciaron varios soldados que guarnecian la estacada, y tambien á la plaza misma, arruinándose las casas, sin embargo de haber mandado Berwick, movido de su génió tan humano, no se apuntase á los edificios é iglesias, sino solo contra el casco de los muros; apercibimiento que no era fácil observase exactamente la inteligencia de los artilleros, siendo el pueblo reducido y tocando sus casas á la muralla, en tanto grado, que fué menester que la Ciudad repartiese por barrios muchos oficiales carpinteros, para atajar cualesquiera incendio, y que se sacasen toda la paja y jergones que hubiera en dichas casas. Este dia mismo y el anterior lució el valor y la intrepidez con que varias mujeres de la Ciudad, despreciando el riesgo de las bombas y del fuego de las baterías que caían encima, se emplearon en conducir agua á los soldados que defendian la estacada para llenar las barricas que tenian á este intento.

7. La noche del 26 al 27 se observó que el enemigo habia atravesado con otra línea el barrio de Santa Catalina, por el paraje donde solia estar la huerta del hospital y Casa de Misericordia, que se demolieron en esta ocasion, hasta llegar cerca de la orilla occidental del Urumea, y habia formado tambien otra nueva batería sobre montones de arena, en el partido de Amara al mediodía de la plaza, é igualmente trabajó en levantar y componer las trincheras que se desmoronaron en parte por la artillería de la misma plaza, y además se hizo un ramal de comunicacion entre la ermita de San Martin y el segundo retrincheramiento más avanzado hácia la Ciudad ántes de llegar al glasis. Asimismo se ocupó aquella noche el enemigo en reparar las troneras de las cuatro baterías de la otra parte del rio, habiendo sido algunas de ellas desbaratadas por el ſuego de la plaza, á la cual se arrojaba sin cesar una inundacion de bombas y granadas reales en tanto grado, que, segun observacion que hicieron los sitiados, ya eran cerca de 200 las que se habian tirado cada noche, y otras tantas al dia. Esta misma noche hubo amagos de querer acercarse el enemigo, y forzar á la estacada, mas no lo ejecutó, atribuyéndose al vivo fuego de nuestra artillería y fusilería, que ofendia al campo contrario. El dia 27 doblaron el fuego los franceses, tirando sin medida balas de gran calibre desde sus baterías contra el débil lienzo de muralla que intentaban abrir en brecha, y tambien contra otro trozo que está entre uno de los dos pastelones y necesarias de la misma muralla frente á la salida de la calle de San Juan, igualmente con ánimo de abrir brecha por este paraje, pero no consiguió el enemigo todavía ni aun desmoronar la superficie de ambos lienzos, porque se le desmontaron por nuestro fuego algunos cañones y se le reventaron otros; mas continuaba con obstinacion el impetuoso torrente de bombas y granadas que se precipitaban sobre la plaza, á cuyos espantosos rayos no habia resistencia, de manera que innumerables mujeres, niños y otras personas que, por su pobreza, no pudieron salir á tiempo de la Ciudad, se acogieron á las iglesias de Santa María y San Vicente, distribuyéndoseles á expensas de la Ciudad misma por los dos celosos Párrocos D. Joseph de Eugui y D. Agustin de Egoabil, que nunca quisieron abandonar su atribulada grey, las raciones diarias dentro de dichas iglesias, donde se hospedaban, convirtiéndose en cuarteles los públicos santuarios. Triste necesidad y duro imperio de la guerra, que ni aún á los lugares sagrados perdona, haciendo honesto y lícito lo que en otros tiempos sería profanacion y sacrilegio! Desde este dia fué tambien repartiendo la Ciudad á todos los demás vecinos los socorros que fuesen menester para su subsistencia. La noche de este dia 27 se reparó que se adelantaban las obras con ardor en el campo contrario, perfeccionando las troneras de la nueva batería que se habia dispuesto hácia el partido de Amara, bien que aún no empezaba á disparar contra la plaza; pero se notó al mismo tiempo que el enemigo intentaba avanzar hasta la estacada, sin que nuestra tropa pudiese hacer salida en forma para rechazarle por ser tan poca y necesitarse de ella para la guarnicion del castillo, fortaleza única que se esperaba que nunca la rendiria Berwick, por la aspereza de su situacion, por más que se apoderase de la plaza. El dia 28 se continuaba en el disparo de las cuatro baterías enemigas contra los dos lienzos de la muralla, cuyos parapetos lograron desbaratar, siendo todavía mayor el daño á la raíz de dichos lienzos, y además desmontaron la artillería del baluarte del Gobernador, ni era ménos lastimoso el estrago que este dia hicieron las bombas en los edificios. La noche inmediata dobló la plaza con rigor el fuego de la artillería, fusilería y granadas, asi desde la estacada como del rebellin, hornabeque y murallas, disparándose mayormente contra el ataque del enemigo más cercano á dicha estacada, y sin enmbargo, se atrevieron los franceses á dar dos avances con ánimo de poner sus gabiones arrimados á la misma estacada, y aunque se les rechazó por los nuestros en el primer ímpetu, consiguieron en el segundo plantar los gabiones casi pegantes á la propia estacada en sola la distancia de dos codos poco más ó ménos, formando trinchera sobre la pared del parapeto, y quedando dueños de la estacada y estrada cubierta por ambos lados izquierdo y derecho de la plaza, bien que les costó mucha pérdida de gente y de alguna oficialidad, y no se atrevieron á bajar á la estrada ó camino cubierto, atemorizados de los fuegos del rebellin y hornabeque, que los podian hater pedazos desde sus caras y flancos. Asimismo se trabajó esta noche en los Reales, construyendo una nueva batería con seis cañones, junto al barrio de Santa Catalina, donde fué la huerta del hospital, frente á las dos brechas que se empezaron á abrir por las cuatro baterías, y á la corta distancia de tiro de fusil, poniéndose tambien otra batería de bombas á la entrada del puente de Santa Catalina por la parte de San Francisco, y además formó el enemigo dos líneas 6 ramales de comunicacion entre sus trincheras y ataques para acudir al parecer con más prontitud, y ménos rodeos, á donde urgiese la necesidad.

8. Proseguía con terquedad y más rigor que nunca el fuego de las cinco baterías enemigas el dia 29, abriendo su violencia la flaca muralla que á pedazos se iba desplomando, sin que el que hacía la plaza de su parte bastase para contener la horrible inundacion de la artillería francesa, ni cesaba el estruendo de aquellas máquinas infernales inventadas por el furor guerrero de los hombres, espantosas hasta en el mismo nombre de bombas, que disparadas con direccion parabólica, se precipitaban sobre los tejados y calles de la poblacion. En medio de estos horrores marciales, y á eso de las nueve de la mañana, hicieron lamada los enemigos pidiendo suspension de armas por media hora, para tener lugar de retirar un oficial del mayor carácter que estaba exhalando los últimos alientos junto á la estacada derecha de la plaza, herido de dos balazos que habia recibido, lo que se les concedió; pero no bien se habia cumplido el término, cuando de nuevo empezó con más furia á renovarse el fuego de una y otra parte, padeciendo mucho daño y confusion la plaza. En este aprieto pidió el Comandante La Mota á la Ciudad señalase algunos vecinos determinados é inteligentes para reconocer el estado y capacidad de las brechas, y encargóse de este arriesgado arrojo D. Pablo Agustin de Aguirre, el cual, hácia la media noche, hizo bajar por la muralla con escaleras de cuerda á varios maestros carpinteros, quienes, sin que advirtiese el enemigo, que estaba tan cercano, y que por fortuna habia suspendido el fuego durante algun intérvalo, tomaron la medida de dichas brechas. El dia siguiente, 30 de Julio, pasó avisó el Brigadier Sr. Alejandro La Mota al Gobierno municipal, que hallándose con órdenes de S. M. para que, en caso de estar las brechas capaces de asalto se retirase al castillo, dejando en la Ciudad 300 soldados de guarnicion, saliese á capitular juntamente con los militares que quedaban en el pueblo. Con efecto, esta era la voluntad del Soberano comunicada en 17 de Julio por medio del Secretario Durán á dicho Comandante; pero la Ciudad, obligada del pundonor, renunció gustosa al derecho que le otorgaba S. M. de entrar á concertar las capitulaciones, dejando este cuidado, si llegase el caso de rendirse la plaza, á la discrecion y prudencia de los Jefes de la tropa. A este tiempo apuraba el enemigo con inexorable rigor en sacudir las dos brechas desde las cinco baterías, sin divertirse á otra parte su artillería, pues ya casi todos los cañones de los baluartes y la muralla, ó habian reventado con el contínuo disparo, ó se hallaban desmontados é incapaces de jugar, pero no cesaba el tiro de las bombas que se arrojaban desde los Reales á varios parajes de la Ciudad, causando mucha ruina de personas y edificios. Llegada la noche de este dia, intentó reconocer las brechas el enemigo con uno de sus mejores batallones, aprovechándose de la bajamar, que dejaba en seco las inmediaciones; pero fué rechazado por la fusilería y granadas que se le dispararon desde la tenaza izquierda del hornabeque, y tambien desde el ángulo izquierdo de la estacada, á donde con el abrigo de la noche pudo penetrar una partida de la guarnicion para defender á la plaza de cualesquiera embestidas del contrario hácia las brechas, á que contribuyó tambien un piquete que estaba á la mira en el baluarte del Gobernador, inmediato á una de dichas dos brechas.

9.  Nunca habia sido más terrible y ejecutivo el fuego del enemigo, que el dia 31, consagrado á nuestro Patrono y conciudadano San Ignacio de Loyola, ya por el rigor de las baterías contra la rotura de las brechas, ya por el diluvio de bombas, una de las cuales, habiendo penetrado ente 8 y 9 de la mañana en el Real Almacen donde habia pósito de pólvora, muchas armas blancas y de fuego, provision de aguardientes y otros licores espirituosos, aceite, grasas y otras materias inflamables, todos estos géneros, como tan susceptibles de la llama, empezaron á arder con el almacen con tanta rapidez, que parecia se abrasaba la Ciudad entera. En este fracaso acudieron todos, así vecinos como arreglados, particularmente las compañías de carpinteros, los cuales, sin reparar en el gran riesgo de las balas que con cuidado ó yerro de puntería del enemigo, atravesaban por el hueco de la brecha, frente á la cual estaba el almacen incendiado, derribaron algunas casas inmediatas, porque no tomase más cuerpo el fuego; pero se aumentaba la consternacion por otro peligro mayor que amenazaba, y era que cerca de dicho almacen, á distancia de 14 á 16 pasos, estaban depola la sitados en una bóveda excavada en la muralla más de 80 barriles de pólvora, sin más resguardo que unas puertas de tablas y maderos atravesados para defensa contra bombas. En tan inminente conflicto, exponiéndose á cualesquiera riesgo, pudo lograrse, por fin, que sin otra desgracia se sacasen y condujesen al muelle dichas partidas de pólvora, que si hubieran llegado á prender, no hay duda que con explosion hubiera volado una gran parte de muralla, formándose tercera brecha y espaciosa, para que por ella luego hubiese intentado asalto el enemigo. Las dos anteriores eran ya capaces, y por otra parte no se habia hecho cortadura ó contrabrecha en lo interior de plaza, para contener dicho asalto, y hallándose la Ciudad en una situacion tan lamentable, se deliberó aquella tarde misma sobre capitular, y que subiendo la guarnicion al castillo de la Mota, sólo quedasen en la plaza 300 hombres arreglados; pero no obstante, se determinó no hacer llamada aquel dia y esforzarse lo posible á defender las brechas, á lo que estaban ya determinados los vecinos, aunque los militares lo calificaban de arrojo temerario. Ello es que la noche de este dia 31 de Julio se reforzaron de nuestra parte las dos brechas para sostener cualquiera insulto del enemigo. Se reforzaron tambien la muralla, hornabeque, rebellin y demás parajes oportunos de la plaza. Los vecinos alojaron en la puerta de mar, muelle y su torre para rechazar al contrario, caso que al tiempo de la bajamar intentase alguna embestida por este paraje, á fin de divertir á la gente que guarnecia las brechas. Entre I1 y 12, en que ya empezaba el reflujo del mar, y en cuya coyuntura se temia que al cabo emprenderia asalto el enemigo, se presentaron al Comandante La Mota uno de los alcaldes y otros caballeros y vecinos de la Ciudad, ofreciendo sus personas y compañías de paisanos para defensa de las brechas, pues que así la puerta de mar como el muelle que se habian dejado á su cuidado, quedaban bien guarnecidos. Admiró al Comandante el arrojo con que estos generosos ciudadanos pretendian exponerse al último trance, el más cruel y sangriento que tiene la guerra en sus enojos; pero les agradeció el Jefe militar la animosidad de su valor, y no les consintió lo que pedian. Sin embargo, no se aquietaron á las persuasiones del dicho Jefe aquellos de vecinos los más esforzados patriotas, que juntando una partida de  vecinos los mas escogidos, se apostaron al lado de las brechas amenazadas por cada momento de un asalto. Accion que causó admiracion á los inteligentes, y que aplaudieron los directores de aquel tiempo,' y sólo ella capaz de desvanecer la nota temeraria con que cierto autor moderno, llevado de una ciega preocupacion, tiró á desacreditar injustamente là conducta de los guipuzcoanos en esta ocasion, sindicándolos de haber atendido más á conservar sus Fueros y privilegios, que à sacrificarse en el servicio de la monarquía. Nos es sensible que nuestro principal intento, y el deseo de evitar digresiones no nos permita vindicar con la extension que quisiéramos el honor de la pátria contra la osadía de este escritor, bien que la imparcial relacion con que vamos declarando los sucesos, fundados en papeles originales y diarios que se formaron durante el sitio, no por los mismos vecinos, sino por los militares, será bastante para desimpresionar de toda alucinacion á cualesquiera gentes sensatas, y que procuran instruirse å fondo en los conocimientos históricos, sin contentarse con superficialidades. El mismo Felipe V desagravió á la Provincia de una censura tan indigesta del Marqués, cuando habiendo recibido con particular afabilidad á sus Dipu. tados D. Miguel de Aramburu y D. Sancho de Otalora, quienes pasaron al Escorial poco despues que volvió Guipúzcoa al dominio de España, entre otras finezas merecieron la de oir de boca de S. M, esta cláusula honorífica: Yo estimo á la Provincia y la quiero por su fidelidad y amor. En fin, hace tiempo que un hijo ilustre de la misma Provincia desempeñó dignamente este asunto en una obra inédita intitulada Guipúzcoa defendida de los insultos de una audaz ignorancia.

10. Volviendo á nuestro asunto, habiéndose mantenido la compañía de vecinos junto á las brechas hasta las dos de la mañana, resueltos á sostener cualquiera peligro, nada intentaron los enemigos, sino es conducir cuatro morteros á la inmediata línea de la estacada, y á los dos lados de su punta de diamante izquierdo ó ángulo saliente de la explanada, desde donde empezaron á disparar morteradas de piedra á los granaderos y fusileros nuestros que les hacian fuego del rebellin y hornabeque, entre los cuales se causó bastante estrago. El dia 1.º de Agosto y último del sitio, al amanecer prosiguieron los enemigos la batería de todos sus cañones para allanar más las dos brechas y dar prisa al avance, y reconocido por los nuestros que dichas brechas estaban ya muy capaces, y convidando al asalto, se retiró toda la tropa al castillo, dejando solo 300 hombres arreglados en la plaza. A las ocho de la mañana enarboló bandera blanca la guarnicion sobre el cubo imperial, sin que la ciudad supiese nada, batiendo caja á son de llamada; visto lo cual, y que cesaba el fuego de la plaza, salieron las tropas enemigas de los ataques á la esplanada. Luego partieron al campo el Teniente Coronel D. Fernando Leban y un Capitan de Infanteria. Rehusó el Duque de Berwick admitir la capitulacion, mientras no se entendiese ella y fuese comprensiva de toda la guarnicion, y no solamente de los 300 hombres que habian quedado en la plaza, subiendo los demás al castillo, y el mismo Jefe advirtió á uno de dichos oficiales que bien pudiera la Ciudad misma enviar sus diputados á tratar por sí de algun razonado partido. Viendo el circunspecto magistrado que con la repulsa del Duque hecha á la tropa, se habian retirado al castillo aun los 300 hombres que hasta entónces se habian mantenido en la Ciudad, de manera que ya no quedaba soldado en la plaza, y que Berwick se manifestaba tan grato á esta república, determinó en pleno Ayuntamiento, saliesen á nombre y representacion suya D. Martin de Olozaga y D. Pablo Agustin de Aguirre, ambos sujetos de respeto. Con efecto, pasaron estos comisionados en dicho 1.° de Agosto á la tienda del Duque en el caserío de Ayete, quien los recibió con aquel agrado que siempre formaba su carácter, y se admiró en aquel célebre Jefe, amable á todos. Luego propusieron á S. A. los artículos de la capitulacion, que todos fueron otorgados, y son los siguientes, que hemos sacado de su protocolo: «Serenísimo Señor: La Ciudad de San Sebastian suplica á V. A. que sea mantenida en su libertad, en sus privilegios y en su modo de gobierno, sin alteracion alguna aún en sus propios y rentas, para atender á sus empeños y conservacion, y que lo mismo se entienda en lo que pueda tocar á las Comunidades eclesiásticas y religiosas: Concedido. Que cuando hubiere de entrar la guarnicion nueva, se pongan en todas las iglesias y conventos salvaguardias tan á tiempo, que no puedan los soldados sacar del sagrado nada de lo que han puesto en él los vecinos, y que estos puedan volver á sus casas todo ello, y lo mismo los eclesiásticos todo lo que fuese suyo: Concedido. Que se pongan tambien á tiempo en todas las calles los centinelas bastantes á evitar que los soldados entren á robar, ni á otro ningun desórden en las casas de dentro de los muros, y que si algunos vecinos quisieren para las suyas salvaguardias, se den á tiempo: Concedido. Que desde el dia en que se firmaren las capitulaciones hasta cumplirse el año, los vecinos que están dentro y fuera de la jurisdiccion de la Ciudad, los moradores de ellas, y todos los demás que en ella y en su territorio tuviesen intereses y haciendas, puedan disponer de todo ello, como mejor les estuviere, y aun pasar á vivir á donde quisieren, entendiéndose que este término ó tiempo se extienda á dos años para los vecinos é interesados que no estuviesen en el recinto de estos Reinos, y se hallaren en cualesquiera parte de las Indias: Con cedido. Campo de San Sebastian el dia 1.º de Agosto de 1719. BERWICK.

12. Asentadas las capitulaciones, volvieron los apoderados del campo á la Ciudad, expcniendo ser voluntad del Duque pasasen de nuevo el dia siguiente á su alojamiento con uno de los Alcaldes, por arreglar mejor el cumplimiento de dichas capitulaciones, y desde luego nombró la Ciudad para este efecto á su Alcalde D. Pedro Antonio Amitesarobe. Entre tres y cuatro de la tarde de este dia se hizo la entrega de la Plaza, y entró de guardia el Príncipe de Montovan con su Regimiento de Picardía, que constaba de tres batallones, y fué agasajado por la Ciudad por medio de sus Regidores D. Nicolás de Echeveste y D. Bernardo Arocena con un abundante refresco. Aquella misma tarde, á eso de las seis, se arreglaron los límites entre la Ciudad y Castillo de la Mota, formando el término divisorio junto al convento de Santa Teresa, y camino que se dirige á dicho castillo, habiéndose apostado y puesto de guardia en estos parajes limítrofes la Compañía de granaderos del propio Regimiento de Picardía. Para hacer este amojonamiento, vino en. persona el Duque de Berwick, quien, habiendo reconocido toda la Ciudad, quedó lastimado al ver tantas ruinas y estragos causados en los edificios y en las calles por el fuego contínuo que se disparó mientras el asedio, y movido de tan funesto espectáculo, que le hizo una sensacion la más dolorosa, aseguró su proteccion á cuanto pudiese servir de alivio á tanta miseria y catástrofe.

13. El dia 2 de Agosto se presentaron al Jeſe los capitulares Amitesarobe, Olozaga y Aguirre, y conferenciaron con S. A. sobre la más puntual observancia de las capitulaciones y de los fueros y privilegios de la Ciudad, manifestándoles el Duque haberse expedido órdenes rigurosas á la tropa, para que no diese ningun disgusto al paisanaje, pena de castigar cualesquiera desacatos. Se mandó tambien que se reparasen los caños del grande acueducto por donde corren las aguas á la fuente de la Plaza Vieja, y que habian sido rotos durante el sitio por el ejército, de manera que solo se bebia de los pozos. Este mismo dia á la tarde empezaron los franceses sus operaciones contra el castillo de la Mota, abriendo los ataques al lado del convento de Santa Teresa y en su huerta, y fueron avanzando algunas paralelas hasta llegar sobre la pared de la misma huerta, desde donde siguiendo la caida del monte, tiraron otro ataque hasta descubrir los fuegos de los baluartes de Sarmiento y Mirador, y se mantuvieron en este paraje. Por otra parte, de nuevo empezaba á bramar la formidable artillería del castillo, disparando su guarnicion, sin poderlo remediar, contra la Ciudad, sus casas y aún iglesias, bombas y balas que lastimosamente quitaban la vida á varios naturales que transitaban por las calles y salian de sus alojamientos. Para precaver tan fatales resultas fué menester se levantasen diferentes resguardos en las boca-calles que miraban hácia el mismo castillo, cerrando sus vacíos ó aberturas con vigas y gruesos maderos que estaban destinados para la obra de la Plaza Nueva, que habia empezado á construirse ya por aquellos tiempos. Las calles mismas y los públicos tránsitos estaban llenos de broza y sucio escombro, exhalando una inmunda fetidez, nociva á la salud, y fué necesario tambien iluminarlos de noche para evitar los desórdenes de la tropa.

14. Los dias 3, 4, 5 y 6 de Agosto, no pudiendo avanzar los franceses por el gran fuego del castillo y sus baluartes, ni cubrirse del rigor de dichos fuegos por ser el terreno escarpado de peñas, é incapaz de profundizar con zanjas, y que además era imposible minar, creyeron los generales é ingenieros sería inconquistable aquella eminente fortaleza, mientras no fuese por hambre, y bloqueándola, y que ejecutando así, sería mejor marchase el ejército á Rosellon. El siguiente dia 7, entre once y doce de la mañana, hicieron una salida desde el castillo los granaderos del Regimiento de Sevilla, y otras compañías, al mando del Teniente Coronel D. Nicolás de Alva, dirigiéndose los granaderos por la empalizada del lado izquierdo del mismo castillo, otro piquete por el camino que baja hácia la ciudad, y el tercero por la empalizada y baluartes de la derecha de la fortaleza, siendo, al parecer, su intento, desalojar á los franceses de sus ataques y desbaratarlos; pero habiendo de reunirse los tres piquetes al tiempo que diesen de improviso sobrė los franceses, los granaderos, llevados de ardor, se anticiparon demasiado, bien que tenian ménos que andar para llegar á los ataques. Ello es que bajaron con gran valor, haciendo fuego con solas granadas á dichos ataques, como tambien á la gente que subia de refuerzo, sin que los franceses se atreviesen á salir, ni ponerse á fuego descubierto frente á los granaderos. La accion duró cerca de tres cuartos de hora, mas viendo no remanecian los otros dos piquetes que habian tomado por distinto rumbo, y que los contrarios iban guarneciendo, no solo los ataques, sino tambien la torre ó campanario del convento de Santa Teresa, y que desde la galería alta de su iglesia se les podia ofender mucho, por ser la distancia de solo tiro de fusil, ó aún ménos, se fueron retirando los granaderos en buen órden, habiendo resultado de la refriega muertos y heridos muchos franceses, y de aquellos solo un muerto, con algunos heridos. Este mismo dia entró de guardia en la plaza el Príncipe de Conti, y asentó tambien capitulaciones toda la provincia de Guipúzcoa con el Duque de Berwick, pues habiendo visto ella que su principal poblacion y fortaleza se hallaba ya en poder del vencedor, y que no habia otra que pudiese resistir á los ulteriores progresos del ejército francés, se miró obligada á entregarse, como lo ejecutó por medio de sus Diputados D. Josef Antonio de Yarza, D. Miguel de Aramburu, D. Juan Felipe de Murguía Idiaquez, D. Antonio de Uriarte y el Secretario D. Felipe de Aguirre, valiéndose de una representacion atenta, grave y decorosa. Aguirre, valiéndose de una representacion atenta, grave y decorosa. Los capítulos fueron ventajosos y reducidos en sustancia à que no se alterarian los fueros, privilegios, leyes, usos y costumbres de la Provin. cia, como ni tampoco los de sus ciudades, villas, pueblos, etc.; que los habitantes de la Provincia tendrian comercio libre, no solo en los puertos del Rey Cristianísimo, mas tambien en los de sus confederados: que se pasarian oficios con el Sr. Stanop, Ministro y Plenipotenciario de Inglaterra, en lo tocante al libre comercio y pesca de bacalao en Plasencia y demás puertos de Terranova, á favor de la misma Provincia; que no se innovaría nada en lo perteneciente al tránsito y alojamiento de tropas en el territorio de Guipúzcoa, observándose el cap. 6.°, título 24 del libro de recopilacion de los Fueroş de la Provincia: Dado en el campo de San Sebastian, Agosto 7 de 1719. Berwick: D. Pedro Chieville. Habia creido el Duque que un mes- antes se le hubiese rendido la Provincia de Guipúzcoa, como él mismo suponia á la Diputacion en despacho de dos de Agosto, enviado con un trompeta; pero que eran demasiado lisonjeras sus esperanzas, acreditó la conducta de la misma Provincia en no haberse entregado al vencedor hasta el último apuro, en que se veía ya expuesta al mayor rigor de las ejecuciones militares, llegado cuyo caso tuvo órden del Rey de hacer asi.

15. Hácia este tiempo habia pasado el Ministro británico Stanop con su pequeña escuadra, donde iban embarcados 800 franceses mandados por el Caballero Guires á Santander, Colindres y Santoña, y se apoderaron de este último, quemando tres navíos que se estaban construyendo en sus gradas á cuenta del Rey, y luego volvió á la Concha. de San Sebastian la division británica. Desde el dia 8 de Agosto hasta el 1.6, no cesaron los franceses en batir dia y noche al baluarte que está en el camino del Castillo sobre San Telmo, disparando del barrio de Santa Catalina, y además plantaron dos baterías de morteros, la una en el juego de pelota, y la otra dentro del baluarte nuevo, desde donde arrojaban crecido número de bombas, así al castillo y sus fortines exteriores, como á la gente que se guarecía á la otra parte del monte hácia la mar, lo que no dejó de causar bastante daño; pero era mucho mayor el que hacian los del castillo á los franceses, tirando granadas reales y sencillas, que con solo dar fuego y dejar caer por la montaña abajo, se precipitaban de plomo hasta meterse en los más de los ataques con gran ruina de la gente, la cual se aumentaba más por las disformes piedras que se les arrojaban tambien desde lo alto del monte, sin embargo de hallarse cubiertos dichos ataques de tablones y maderas, para que dando de bote sobre ellos cuanto bajaba rodando por la caida y declivio de la sierra, fuese á parar con el vuelo más adelante. Esta fué la manera de defensa que hizo el castillo todas las noches durante el sitio, sin que los contrarios osasen dar unun paso adelante.

16. Cada vez parecia más trabajoso el asedio del castillo de la Mota, у todo el valor del Duque de Berwick, tan acreditado en otras ocasiones ilustres, llegó á desconfiar de que pudiese rendir una fortaleza de las mejor reputadas de Europa. No eran bastantes para adelantar un palmo de tierra todos los golpes de la artilleria francesa y de sus ingeniosas máquinas. Desengañado, pues, Berwick de tan árdua empresa, resolvió por fin levantar el sitio, dejando bloqueada la ciudad con seis mil hombres. Para eso despachó á París un expreso sobre su última determinacion, y enterado el Ministerio cuán difícil era la conquista del castillo, aprobó en un todo el parecer del Duque; pero joh lo que es un raro acaso que muchas veces logra los aciertos que no pudieron á los mayores ardides de la guerra! viniendo ya órden del Duque de Orleans Regente, para que se retirasen las tropas y se dirigiesen al Rosellon, aconteció la funesta desgracia de que, ó ya por descuido imprevisto, ó ya por alguna bomba descaminada, prendiesen fuego los almacenes donde estaban amontonados los repuestos de municiones de boca. Quedó la guarnicion con este trágico suceso cual se deja entender, sin tener que comer, aumentando el conflicto haberse quemado tambien el hospital con la botica y demás auxilios necesarios para la curacion de los heridos, que ya eran muchos. Viéndose en esta consternacion el Comandante D. Alejandro de la Mota, fué preciso hiciese llamada en 17 de Agosto entre una y dos de la tarde, habiéndose fijado bandera blanca sobre el Macho, ó plaza alta, cosa que los franceses no acababan de creer, por el horror que habian concebido la fortaleza, hasta que se persuadieron ser cierto, cuando llegaron á saber el fracaso ocurrido. Se ajustaron las capitulaciones con partidos ventajosos, que fueron: salir la guarnicion con todos los honores militares: dos carros cubiertos: dos piezas de artillería; y el bagaje para el transporte de la tropa al presidio de Pamplona. Grande fué el aplauso con que celebró Berwick la conquista de una ciudad y de un castillo, que jamás hasta entónces se habian rendido á la espada de ningun General, por diferentes invasiones que hubiesen sufrido años atrás de parte de Francia, como el de 1476 por Aman de Labrit; en 1512 por el célebre Cárlos, Duque de Borbon; el de 1638 por el Príncipe de Condé. En fin, este mismo dia 17 se entregó la isla de Santa Clara, y su guarnicion salió con los mismos honores que la del castillo.

17. Luego que se dió fin á las hostilidades que dejaron desfigurado el aspecto de la ciudad, se proveyó sobre restaurar los edificios que habian desmerecido tanto, entre ellos las dos parroquias de Santa María y San Vicente, los conventos de San Telmo y Santa Teresa y Colegio que fué de la Compañía, puestos todos ellos à la raíz del castillo, con lo que volvió á restituirse al pueblo la agradable perspectiva antigua, en la cual reedificacion y en otras ocurrencias de la guerra agotó la ciudad exorbitantes sumas, como se verá despues. Pidió el Duque de Berwick á la misma alojamiento para las tropas que habian de guarnecer la plaza en número de 2.000 hombres, y quedó estipulado contribuyese á ese fin, segun se habia acostumbrado ántes, con la cantidad y servicio voluntario de 20.000 rs. vellon al año. En 22 de Agosto entabló pretension el Comandante de la artillería francesa Duque de Maine, de que, conforme á estilo de guerra, le pertenecian por derecho de conquista todas las campanas y metales de la ciudad: práctica observada ciertamente por la disciplina militar en muchos casos se mejantes: pero si ella sea muy decorosa y cristiana, se dejará comprender á quien considere lo sagrado de unos instrumentos sonoros de que se sirve la Religion para fomentar el culto divino, á cuyo fiu tiene la Iglesia fórmulas rituales para consagrar las campanas, ni hemos visto tratar este punto por los publicistas que han hablado de derechos de guerra y paz. Sólo sabemos ser de dictámen el gran Marqués de Santa Cruz, que si tal práctica se continuaba, convendría incluir en la capitulacion una tasa en dinero proporcionado á estos metales. Sea lo que fuere, lo cierto es que los Jefes de artillería exigian la suma de 12.000 escudos por redimir dichas campanas de las iglesias parroquiales, y demás del distrito de la ciudad, siendo así que, aún cuando fuese honesta tal exaccion, solo debiera comprender los templos de dentro del pueblo que se ha conquistado, y no los extramurales, como declararon en esta ocasion al Obispo de Pamplona varios militares de gerarquía, de quienes ses informó el Prelado para su gobierno, y lo propio dió á entender despues el Inspector francés Maigne, Teniente General de artillería, que vino á reconocer el presidio de San Sebastian. Pareció excesiva á la ciudad la cantidad de los 12.000 escudos, y despues de haber tratado sobre el asunto con los Párrocos y Prelados de Comunidades, atendiendo al valor efectivo de las campanas, у å las presentes circunstancias, ofreció 3.000 escudos, y la propuesta desagradó tanto á los cficiales de artillería, que amenazaron las arrancarian de las torres mismas, y con efecto, sin que refrenase su arrojo la interposicion de personas caracterizadas, habiendo subido á los campanarios de Santa María.y Colegio de la Compañía, bajaron sin más respeto al Santuario, algunas de dichas campanas. Para redimir estas vejaciones, añadió la ciudad otros 1.200 escudos más, con cuyo aumento se aquietaron los interesados, que á más del referido Duque, eran los Sres. Dubunville y Guibert, Comisarios provinciales, Bailli, Sargento Mayor y Comisario Ordenador, y Blanc, Tesorero de artilleria, habiendo contribuido tambien de su parte á pagar 'las cantidades las mismas Iglesias y Conventos, y las Cofradías de San Pedro de Mareantes y Vera-Cruz.

18. Retiróse Berwick estos dias á Bayona, y en 26 de Agosto entraron en San Sebastian los tres regimientos de Conti, Chartres y Languedoc, que se componian de 2.00o hombres efectivos, sobre cuyo alojamiento hubo muchos debates que vencer. De 3 al 4 de Septiembre vino por Comandante General de esta frontera el Mariscal Alejandro Bebrieu, y se hospedó en el palacio del Duque de Ciudad-Real, residencia ordinaria de los Capitanes Generales, desde que abandonaron el que tenian por el Rey en Fuenterrabía. Por Comisario Ordenador llegó D. Pedro Dubarbie, encargado de su Corte para arreglar el curso de la moneda francesa, y su equivalencia á la española, lo cual se ejecutó con intervencion de algunos Comisionados de la Ciudad y del Consulado, inteligentes en el comercio, para el giro de dinero en Guipúzcoa y Alaba.

19. En 24 de Noviembre de este año circuló carta la Diputacion de la Provincia de Guipúzcoa á todas sus repúblicas, participando haber ordenado el Rey Cristianísimo se arreglase la administracion de justicia en el territorio de dicha Provincia y haber mandado el Mariscal Berwick propusiese ella sujetos para Corregidor, y para un Tribunal Supremo en que se evacuasen las causas por apelacion, como antes solian en Valladolid. Agradeció la Provincia la justa confianza de Berwick, y por corresponder á ella se deliberó por los pueblos sería acertado que el dicho Tribunal Supremo se arraigase en la Diputacion, la cual sustanciase con los mismos Ministros del Corregimiento las causas de última instancia. En lo demás, nada varió el Gobierno de la república los dos años que se mantuvo la guarnicion francesa en San Sebastian, segun quedó arreglado en las capitulaciones, y hasta la insigne prerrogativa que goza la ciudad de que sus alcaldes hayan de cerrar con una de las dos llaves las puertas de tierra, muelle y subida al castillo, y reconocer si están bien ajustados los cerrojos que pertenecen al Gobernador militar, mandó el Rey Cristianísimo se le guardase inviolablemente, segun participó á la Ciudad misma el Comandante General D. Gabriel de Lamota, sucesor deBebrieu y del Marqués de Tarneau. Igualmente se mandó continuasé uno de los Regidores en la residencia personal de la torre de Pasajes, fortaleza primi tiva de la ciudad, conforme se habia acostumbrado antes. El Duque de Berwick, aunque se ausentó y no volvió más á San Sebastian, siempre manifestó, sin embargo, con aquel genial candor que le caracterizaba, una particular predileccion hácia la Ciudad, como lo acreditan diferentes cartas suyas, entre ellas una de 15 de Abril de 1720, escrita desde París, que concluye así: «estaré muy gustoso de las ocasiones en que pueda dar á Vdes. señales de mi amistad*y,de hacerles conocer que nadie puede ser, señores, más perfectamente vuestro, que lo soy yo de Vdes.:Berwick.» Y en otra de 17 del mismo, añade: Si en adelante ocurriese alguna cosa en que pueda ser å Vdes. útil, me complaceré con ardor en executarlo, no habiendo persona alguna, señores, que estime á Vdes. y ame más que yo, siendo enteramente suyo: Berwick: Sres. del Magistrado de San Sebastian.»

20. Pero como siempre á las calamidades de la guerra se siguen otros infortunios, experimentó San Sebastian los efectos de esta consecuencia funesta: entre ellos fué el más sensible una enfermedad contagiosa, de cuyo rigor morian victimas muchas personas de toda edad y sexo, sin embargo de que se procuraba aplacar la cólera de Dios en públicas piadosas demostraciones dirigidas al Cielo para desenojar la terrible espada de su justicia. Recelóse que esta plaga, la cual igualmente se habia propagado por los contornos, llegase á agravarse más con la comunicacion de las provincias trasmarinas, y por eso, á fin de atajar sus progresos se formó en San Sebastian una Junta de Sanidad que vigilase sobre no admitir embarcaciones que viniesen de regiones sospechosas, y más si fuesen de Marsella y escalas de Levante, donde hacia estragos la peste: Junta importante, que despues ha ido formalizándose segun el pié ventajoso en que ahora se halla para atender á la conservacion de la salud pública: se ordenó tambien por Berwick que ningun comerciante vendiese géneros sin previo consentimiento de las justicias, cuyo bando se observó con rigor, quemando las embarcaciones que aportasen de parajes inficionados, ó á lo menos, obligándoseles á alejarse de la Ciudad.

21. Fuera de tan adversos contratiempos, fueron grandes las sumas en que fué perjudicada la Ciudad con ocasion de la guerra, y las pérdidas que sobrevinieron á los moradores en sus bienes, intereses y haciendas. Por lo que toca á ella, expendió más de veinte mil ducados sólo en las prevenciones hechas para el sitio, y los vecinos quedaron deteriorados, segun cálculo de peritos que examinaron todas las ruinas de los edificios intra y extramurales en la enorme cantidad de 317.000 pesos, siendo los más damnificados los poseedores de los vínculos de Amezqueta, Jaureguiondo, Atocha y Marqueses de San Millan, sin entrar en esta cuenta los 134.203 rs. pta. en que se avaluó el hospital de San Antonio Abad, del barrio de Santa Catalina, que se demolió juntamente con la Parroquia del mismo título, Patronato de los Condes de Villa-Alcázar. De todos estos daños se hizo representacion á S. M., bien que por los notorios atrasos del Real Erario, no fué reintegrada la Ciudad y demás interesados, así en los referidos daños como en el rompimiento de la gran fuente de Morlans y puente de Santa Catalina. ¡Con cuánta razon escribia San Agustin hablando de la guerra! Hec itaque mala tam magna, tam horrenda, tam sava, quisquis cum dolore considerat miseriam necesse est fateatur, y exclamaba Hegesipo, historiador grave y antiguo: Maxime omnium miserabile claudi obsidione! Pero dejando olvidar estas ideas trágicas de la guerra, el más cruel azote del género humano, aun cuando se hace con el menor rigor posible, llegó ya el dia ſeliz en que se vió restituida la Ciudad de San Sebastian al legítimo y suave dominio de los Monarcas de España, por cuya gloriosa época suspiraba ella tanto. El 25 de Agosto de 1721, dia que siempre será memorable en los fastos de esta república, evacuaron su plaza las armas del Rey Cristianísimo, celebrándose con públicas aclamaciones que inspiraba la Religion, el gozo de verse por este dichoso postliminio y reversion nuevamente incorporada á la Real Corona de Castilla, á quien se habia agregado desde el siglo XII. Este mismo dia entraron de guarnicion, tomando posesion de dicha plaza, las tropas del Rey Católico Felipe V, comandadas por el Brigadier D. Fermin de Veraiz. Fueron nombrados por Comandante General de las armas de Guipúzcoa D. Gonzalo Chacon, y por Gobernador de la plaza D. Pedro Eraso y Burunda. Las ánsias con que S. M. Católica deseaba esta recuperacion de San Sebastian, Fuenterrabía y demás pueblos de la provincia, nadie podrá expresar mejor que una carta escrita á la Ciudad por el Marqués de Grimaldo desde San Lorenzo á I1 de Agosto de aquel año de 21. «Me manda S. M. (dice) manifieste á V. S. en su Real nombre la particular gratitud con que queda al celo y amor de V. S., y que estando ajustado que S. M. Cristianísima mandara restituir á las tropas del Rey Nuestro Señor esa plaza, la de Fuenterrabía y los demás lugares y fuertes de esa provincia ccupados en la última guerra, se promete S. M. con la posesion de ella ver restituida á su Corona una joYA tan de la estimacion y aprecio de S. M., y ofreciéndome yo con este motivo al servicio de V. S. para quanto quisiere mandarme, deseo guarde Dios á V. S., etc. El Marqués de Grimaldo: Sres. de la M. N. y M. L. Ciudad de San Sebastian.» Igualmente felicitaron á la Ciudad, con este plausible moti vo, varios personajes y repúblicas, entre ellas la de San Juan de Luz, pueblo de Francia.

22. En lo que restó del reinado de Felipe V. hasta su fallecimiento, nada ocurrió de particular, sino solo haberse esparcido voces en 1740 de que Inglaterra y Holanda, que favorecian el partido de la Archiduquesa Maria Teresa, hija de Cárlos VI, contra Francia, España, Baviera y Prusia, intentaban alguna empresa de acometer estas costas. San Sebastian, siguiendo las órdenes del Comandante General D. Antonio Manso y de la Diputacion de la provincia, se previno para la defensa, y escogió del Cuerpo de Marineros los que en caso de necesidad hubiesen de hacer de artilleros, y además se levantaron algunas compañías de paisanos, y el siguiente año de 1742, continuando los recelos de invasion, se pusieron baterías en el puntal de Ulía con cañones de á 12, que prestó la Compañía de Caracas, y por haber pasado á Cataluña la tropa reglada que guarnecia las plazas de San Sebastian y Fuenterrabía, fueron sustituidos en su lugar los naturales que atendiesen á la defensa.

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