Felipe II: Entrada de los de San Sebastian con los demás guipuzcoanos en la Provincia de Labort, y rindese San Juan de Luz: sobresale la conducta de aquellos en la expedicion á Magallanes: batalla naval en las Terceras, yjornada à Inglaterra bajo el General D. Miguel de Oquendo: viene á San Sebastian la Reina D.a Isabel de la Paz: amenazan á dicha plaza los hugonotes de Francia: vése acosada la villa de la peste y la socorre el Rey.
1. Vivia ya retirado Cárlos V en la soledad del monasterio de San Juste, donde se encerró para consagrar á Dios el último tercio de su vida, desengañado de las grandezas del mundo, cuando entre su hijo Felipe II, á quien habia entregado por renuncia las riendas del Gobierno, y Enrique II, Rey de Francia, se embraveció con nuevo furor la guerra, año 1557, de cuyo rompimiento se ocasionó la batalla y célebre victoria de San Quintin, bajo el mando del duque de Saboya Filiberto, y continuando no con ménos rigor el de 1558, hizo una entrada en la provincia de Labort D. Beltran de la Cueva, Virrey de Nabarra, con un ejército en que entre otras tropas iban hasta dos mil guipuzcoanos, comandados por D. Juan de Borja y Loyola, Duque de Gandía, hijo de San Francisco de Borja, llevando la vanguardia 418 hombres de San Sebastian con la bandera de la misma villa bajo el Capitan Francisco Mutiloa, Juan de Berastegui, Alférez, y Domingo de Erauso, Sargento, y fueron los primeros en la toma de San Juan de Luz, la cual sufrió los rigores que permite el derecho de gentes en el severo azote de la guerra; pero sin ofender en sus personas á los moradores, entre quienes y los mismos guipuzcoanos hay concordias desde inmemorial tiempo, para que aun en ocasiones de rompimiento se correspondan con la mayor humanidad posible, y sin interrumpirse el comercio: concordias que han sido aprobadas por los mismos soberanos de España y Francia. Este año mismo salió de San Sebastian ua Armada de naos y marinería guipuzcoana, la mayor parte de ella bajo el mando de D. Luis de Carabajal, Capitan general del Mar de Poniente, y habiendo llegado á Calais, se debió á este socorro la victoria de Grabelinas contra Mr. Tourmes, el cual, si no hubiese acudido á tiempo nuestra gente, hubiera deshecho, sin duda, toda la caballería é infantería del Conde de Egmont, á quien traia ya á los alcances contando por seguro el triunfo.
2. A la cruel guerra que duró tantos años entre España y Francia dieron fin las paces de Cambray de 1559, en que habiendo fallecido la reina María de Inglaterra, mujer de Felipe II, se echó el sello á los tratados por el casamiento de este príncipe, ajustado con Isabela de la Paz. Este mismo año de 59 hubo entredicho en las iglesias de San Sebastian yу demás del Arcipreztazgo mayor de Guipúzcoa, originándose la suspension de los Divinos Oficios de haber prendido el Corregidor Licenciado Maldonado á dos clérigos, D. Juan Martin de Atodo, y don Juan Mendizabal, de resultas de unas muertes que se hicieron en Tolosa, y aquel Ministro fué absuelto públicamente en la iglesia de SanSebastian el siguiente año por el Juez Foráneo, y el mismo dia hubo Congregacion del clero en San Vicente.
3. Queriendo la Reina D.* Isabel pasar á Bayona, año de 1565, á verse con su hermano Cárlos IX, y su augusta madre Catalina, Reina de Francia, salió de Madrid á fines de la Cuaresma, y despues de haber atravesado Nabarra y entrado por Burunda en Guipúżcoa, llegó á San Sebastian en trece de Junio, tercer dia de Pentecostés, acompañada de los obispos de Pamplona, Calahorra y Orihuela, de los Duques de Alba, Osuna y Nájera, los Condes de Benavente y Saldaña, los Marqueses de Falces, Poza y Velada, la Condesa de Ureña, Camarera mayor, la Duquesa de Osuna, Marquesa de Cañete, el Duque de Orleans y otros Caballeros y Damas de España y Francia, como tambien los Diputados de la provincia, el Comendador D. Juan de Idiaquez, D. Pedro de Zuazola, Domingo de Orbea, Fermin de Atodo, Bernardino de Zabala y otros asociados. Magnifica fué la entrada que hizo la Reina en San Sebastian. Al bajar S. M. la cuesta de San Bartolomé, dió principio el estruendo de salvas del Castillo, murallas'y navios surtos en la Concha, los cuales unos contra ótros armaban agradables escaramuzas, estremeciendo los aires con su estampido, y con la retumbancia de los montes circunvecinos en que se iban á encontrar los ecos de la artillería. Asegura Garibay, quien se halló presente á toda esta funcion para informarse ocularmente de ella, que los mismos Caballeros franceses, quienes venian vestidos con arrogante ostentacion, acompañando á la Reina, como fuera de sí, y abandonando la Real Comitiva, corrian con sus caballos á los arenales, perdido el tino de la gravedad y el decoro, por disfrutar mejor desde aquel paraje tan extraordinario espectáculo, para cuya mayor plausibilidad hizo la villa costosas expensas. Habiendo descansado aquella'noche la Reina en San Sebastian, partió al dia siguiente para Bayona, donde despues de haberse detenido diez y siete dias, durante cuya estancia echó resto de su generosidad el Magistrado, volvió otra vez S. M. con el Delfin á San Sebastian el 4 de Julio siguiente, en cuya tarde anduvo paseando por la Concha en un barco vistosamente adornado, enseñoreando con su real real presencia las ondas del Mar Occéano, que le rindieron homenaje con la serenidad del dia y mansedumbre de las aguas, y abatieron la soberbia de sus olas, que en tiempos procelosos le hacen terrible, aun á los que de léjos le miran. Al dia inmediato salió la Reina de San Sebastian, continuando el viaje por la provincia y demás parajes por donde habia venido, y fué grande el concurso de gentes que de todas partes habia acudido con esta ocasion.
4. No cesaba San Sebastian de hacer repetidos servicios á la Monarquía en el feliz reinado de Felipe II. Tal fué el celo con que envió ella á la Córte á Pedro de Barcaiztegui, que acababa de llegar de la Florida, para informar al Rey del estado y particularidad de aquella provincia, á que se manifestó agradecido el soberano en carta gratulatoria de 21 de Febrero de 1566. El siguiente de 1570 avisó á la villa de San Sebastian D. Juan de Acuña, Capitan General de la provincia, el mes de Agosto, que las tropas rebeldes de los hugonotes.de Bearne estaban cerca de Bayona, y que no pudiendo apoderarse de aquella plaza, pasarian en lo regular á insultar á San Juan de Luz y otros pueblos rayanos, y que así estuviesen prevenidos los vecinos á todo lance; pero no osaron los bearneses penetrar á Guipúzcoa, y solo se entretuvieron en alborotar á la Francia con otros de su faccion y de su herejía. Habia tenido noticia Felipe II el año de 1571, de que en las costas del mismo Reino de Francia se levantaba una gruesa Armada de 70 á 80 navíos, con otros 18 del Príncipe de Orange, y el Conde Ludovico, su hermano, á más de otros bajeles que andaban surcando el mar, los cuales todos juntos, antes de encaminarse á las Islas Azores, intentaban sorprender algun puerto de Guipúzcoa, especialmente el de San Sebastian, y para precaver todo peligro, mandó al Corregidor de la provincia en 8 de Junio se hiciesen los preparativos necesarios contra cualquiera invasion hostil, habiéndose comunicado iguales órdenes al Capitan General D. Juan de Acuña.
5. Merecen no omitirse en la historia de San Sebastian el socorro con que asistieron sus vecinos el año de 1574, enviando varias embarcaciones gruesas dotadas de gente y municiones, para completar la Armada que, por órden de Felipe II, se estaba habilitando en Santander á cargo del Adelantado Pedro Melendez, entre las cuales iba una del Capitan Ayerdi con ciedto y cinco marineros: la bizarría con que el año siguiente de 1575 acudió el General Miguel de Oquendo eon su persona y una nao propia de setecientas toneladas, tripulada de ciento y diez marineros, para una expedicion contra las costas africanas del Mediterráneo; y sobre todo, el haberse hallado en otra expedicion á Magallanes, que se emprendió por disposicion del monarca el año 1581 los navíos de los Capitanes Martin de Arriola, y Soroa, naturales de San Sebastian, de los cuales el primero tuvo el fracaso de hundirse en las costas del Brasil, con 600 personas, y el segundo regresó de América al cabo de tres años. Era menester una elocuen te pluma para ponderar aquí las proezas del General Miguel de Oquendo, hijo de un caserío de San Sebastian, á quien habiendo despachado título de tal Felipe II en Aranjuez å 13 de Mayo de 1577, por sus relevantes méritos, aprontó el de 82 en el canal de Pasajes una Armada de catorce navios de alto bordo, todos ellos de vecinos particulares de San Sebastian, y habiéndose incorporado con la escuadra del Marqués de Santa Cruz en Lisboa, fué destacada nuestra Armada guipuzcoana á las Islas Terceras, mientras aquella seguia los pasos á la Escuadra francesa, mandada por Felipe Strosi, muy superior á la nuestra, que se componia de 27 bajeles. Se encontraron una y otra el 25 de Julio cerca de la isla de San Miguel, poniéndose á la vanguardia en primera línea los navíos guipuzcoanos del mando de Oquendo. Habiéndose trabado batalla, fué horrible el estrago, hasta llegar á abordar los nuestres á la Capitana y Almiranta francesa: de manera que se peleaba cuerpo á cuerpo, y como si todos combatiesen dentro de un mismo navio. Ensangrentáronse los mares con multitud de cadáveres que caian degollados, y fueron 3300 de los enemigos. El navío de Oquendo estaba traspasado de un grande balazo á la lumbre del agua; muchos de los contrarios se echaron á pique; otros quedaron abandonados; se cogieron diferentes banderas y estandartes que el mismo Oquendo trajo á San Sebastian, y los dejó vinculados á su mayorazgo, añadiéndolos por orla y blason al antiguo escudo de sus armas. Se rindió la Capitana francesa, siendo muerto el General Strosi; la accion duró cinco horas; se consiguió victoria cumplida, y el Prior de Ocrato, pretenso Rey de Portugal, quien fué el fuego que encendió esta guerra, se refugió á una de las islas. Logrado el triunfo, se encaminó el General Oquendo en 29 de Juļio á la isla de San Miguel para reconocer los desembarcaderos por donde podia ser entrada, y el dia 4 de Agosto capituló y se entregó dicha isla al Marqués de Santa Cruz, en nombre del Rey Católico, volviendo nuestra escuadra á Cádiz desde esta gloriosa jornada. En ella se hallaron, á más del General Oquendo, otros distinguidos vecinos de San Sebastian, entre ellos e! Capitan Garagarza y el Capitan Arriola, habiéndose tambien portado con valor los Capitanes Benesa, de Fuenterrabía, Villaviciosa de Pasajes, y Domingo de Adurriaga, con otros acreditados guipuzcoanos. Toda esta relacion la confirma Antonio Herrera y la Historia pontificia. Las correrías de Francisco Dracke, célebre corsario inglés, pusieron en alguna consternacion á Guipúzcoa el año 1585, y para estar prevenido, mandó el Capitan General Garcia de Arce saliesen de noche dos pinazas bien equipadas de San Sebastian á observar los movimientos de dicho corsario, quien volvia á Inglaterra, despues de haber robado con furia los puertos de Galicia.
6. Cuando el año de 1588 se aprestó en la ria de Lisboa aquel soberbio armamento, el mayor que se habia visto en España, y acaso en el mundo, llamado el Invencible, y que se componia de 230 velas, 30.000 hombres de pelea, 2730 piezas de artillería, bajo el mando del Duque de Medina-Sidonia, resto del último poder de un Felipe II contra la altivez de Isabela, Reina de Inglaterra, se agregaron á reforzar esta formidable escuadra once navios gruesos á la direccion del mismo General Miguel de Oquendo, con 1263 marineros. Esta grande Armada, á la cual nunca hubiera sido capaz de vencer la escuadra contraria, mandada por el Almirante y famoso corsario Francisco Dracke, se hizo trozos á impulsos de una tempestad furiosa, estrellándose contra las costas de Holanda, cuya catástrofe, que costó á España la pérdida de su más valiente marinería, se hubiera evitado acаso, si conforme aconsejaban repetidas veces el General Oquendo y Juan Martinez Recalde al Duque Geheralisimo, se hubiese embestido desde el principio y con todo el golpe la Armada enemiga, no habiéndose hecho sino escaramuzarla. Sea lo que fuese, la tragedia fué funesta para todos; los de San Sebastian quedaron arruinados con la falta de gente y navios, y para mayor desgracia voló dentro del canal de Pasajes uno de los bajeles de la Armada de Oquendo, despues que se recogieron allí, con 400 hombres, haciendo un horrible estallido, cuyo estremeci:niento aterró los contornos. A los que vinicron enfermos, asistió la ciudad con mucha humanidad, de que se dió por agra decido el Rey en carta de 29 de Octubre del propio año.
7. El siguiente de 89 hizo lo mismo el Monarca, por el celo con que ella dió aviso á D. Juan de Idiaquez, hijo suyo, y Secretario de Estado, sobre algunos ingleses que residían en San Sebastian, sospechosos, y que comunicaban á San Juan de Luz cuanto pasaba en el pueblo, de que resultó encargarse al Corregidor de Guipúzcoa órdenes secretas con el mayor sigilo para precaver toda consecuencia funesta, y al mismo tiempo escribió el rey á la Vílla, que, sin decir tenía órden suya para ello, procurase enviar á la Corte uno de los mercaderes ó marineros de cierto navío irlandés, cuyo Maestre habi a dado algunas noticias de D. Alonso de Leiba. El mismo año de 89, se aprestó en Pasajes una Real Armada, sobre cuyo más breve despacho instaba el Monarca á la Villa en carta dirigida desde San Lorenzo е 26 de Junio.
8. Omitiendo otros servicios hechos por San Sebastian en el reinado de Felipe II, como tambien muchas Reales Cédulas con que se dignó favorecerle aquel prudente monarca, sólo no debe dejar de insertarse aquí una de 16 de Noviembre de 1592, escrita desde los arcos de Nabarra, á vuelta de las Córtes que celebró en Tarazona para la pacificacion del Reino de Aragon, despues de los alborotos causados por el famoso Secretario Antonio Perez. La carta, pues, dice asi: «El Rey. »Fieles y bien amados nuestros Alcalde, Justicia, Regidores, de la >Noble y Leal Villa de San Sebastian: Vi vuestra carta de 1o de este, »y todo lo que decís en ella, y lo demás que me refirieron de vuestra »parte el Capitan Martin de Arriola, y Ojer de Lormendi, estoy cierto »procede del amor y voluntad que me teneis, que corresponde bien >å la que en mi hay para mirar y favorecer vuestras cosas, y si las »que se traen entre manos dieran lugar para poder pasar por essa »>Villa, holgára Yo mucho de ello, assi por daros este contentamiento, »como por el que Yo y mis Hijos tubiéramos de ver tan buenos y »fieles vasallos: De Arcos, etc.» Este monumento será bastante para inferir el concepto que San Sebastian y sus vecinos supieron merecer un soberano tan grande como Felipe II, å pesar de la critica demasiado severa y menos justificada de algunos autores extranjeros sobre la memoria de este Príncipe recto y de los mejores que tuvo la Monarquía.
9. Nuevamente se receló año de 1596 sería acometida Guipúzcoa de las tropas bearnesas, las cuales, segun apariencias, habían de embarcarse en el bocal viejo de Bayona. El Capitan General D. Francisco Velazquez y la Diputacion de la Provincia encargaron á las Repúblicas estuviesen prevenidas con armas que mandó el Rey sacar á ese fin de las fábricas de Placencia, y en esto dió aviso la Villa de Motrico se divisaban ya varias embarcaciones enemigas cerca de la costa; mas no tuvieron efecto los temores de sorpresa.
10. El inmediato año 1597 afligió furiosamente á San Sebastian un maligno contagio, viéndose en peligro de perecer toda ella á no haberla socorrido con poderosos auxilios el Obispo de Pamplona don Antonio Zapata, la Ciudad misma de Pamplona, Salvatierra de Alaba y otras repúblicas, habiendo, para mayor desgracia, vuelto á picar la epidemia el siguiente año de 98, por la imprudencia de haber reservado alguna ropa virulenta. Mucho tiempo estuvo interrumpida la comunicacion entre la Villa y pueblos circunvecinos, temerosos de que'cundiese más la peste, hasta que, mediante informacion recibida por el Licenciado Fernandez de Arteaga, Corregidor de la Provincia, sobre haberse desvanecido la lúe epidémica, mandó el Rey volviese á abrirse el comercio de San Sebastian con las demás Repúblicas, y además señaló cuatro mil ducados que entregó el limosnero mayor Garcia Loaisa, Arzobispo de Toledo, al Cura de Santa Cruz, de Madrid, para que los trajese al mismo San Sebastian, distribuyendo dicha cantidad con intervencion de los Vicarios de Santa María y San Vicente, y de la Villa, en los Conventos, Hospital y pobres de ella, y aún para aliviar mejor al pueblo, se les habilitó á sus vecinos por Real Despacho, á fin de que armasen navíos que anduviesen en corso contra ingleses, holandeses y flamencos rebeldes, pudiendo la misma Villa comunicar estas licencias de corso á otros lugares marítimos, de manera que todo el valor procedido de las presas, exceptuado el quinto, se refundiese en beneficio general y particular del pueblo mismo.
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