miércoles, 9 de julio de 2025

FELIPE IV

 Felipe IV: su exaltacion al Trono se preconiza en San Sebastian: amenazan á esta los holandeses, despues que ocultamente hicieron reconocimiento de su puerto: proezas de los corsarios de San Sebastian: hostilidades temidas de parte de Francia é Inglaterra: entrada de los guipuzcoanos en Labort: conducta de la Villa durante el sitio de Fuenterrabía en que sirvió sobremanera: mantiénese mucho tiempo en San Sebastian la Córte con motivo de la venida del Rey y la Infanta: dáse fin à la paz del Pirineo, y remunera el Rey mismo á San Sebastian con título de Ciudad.

1. Luego que empuñó el cetro de España el gran Felipe IV, el año de 1621, fué proclamado en San Sebastian, así como en los demás pueblos principales de la Nacion, á cuyo fin, levantándose en la Plaza Vieja un vistoso Teatro con dos tablados, en, uno de los cuales estaba sentado el Gobierno municipal, subió al otro Martin de Amezqueta, Alcalde ordinario, con el Real estandarte, y tremolándole, gritó tres veces segun estilo, á que se siguió la descarga de toda la artilleria de guarnicion, y de 500 arcabuceros, que costosamente vestidos presenciaron el acto, todo ello à expensas de la Ciudad misma, la cual había solido hacer igualmente estas públicas demostraciones con los Reyes antecesores, cuando se preconizaba su exaltacion al Trono, y lo mis. mo ha acostumbrado despues.

2. El año 1622, habiendo hecho liga los holandeses con los argelinos para embestir las costas de España, se mandó å la Villa de San Sebastian estuviese prevenida, y se pusiesen cañones en el cubo del Ingente y Muelle, á fin de defender la Concha, pues andaban ya enemigos en las inmediaciones. El siguiente de 1623 escribió el Rey á la misma Villa, encargándole, que por la satisfaccion que tenía con repetidas pruebas de lo bien que acudía á su Real servicio, asistiese al Proveedor Martin Arano Balenceguí, con el mayor número posible de marineros escogidos, ya que habia en ella tantos que se empleaban en viajes á Terranova y otros destinos. Igualmente avisó el Monarca el propio año de 1623, se remitiesen desde San Sebastian á Santander varias piezas de artillería con otras armas y municiones que se necesitaban alli, hasta que se embarcase Cárlos, Principe de Gales, quien salió por Setiembre de Madrid, á donde había ido en posta, y disfrazado, á solicitar los desposorios con la Infanta D.ª Maria, lo que no tuvo efecto.

3.Continuando las hostilidades de la Holanda, tuvo noticias á principios del año de 1624 el Virrey de Nabarra y Capitan General de Guipúzcoa D. Bernardo Castrillo, de que algunos bajeles de aquella Nacion rebelde habían reconocido de intento la Villa y puerto de San Sebastian, para sorprenderla por el muelle, hallándola desprevenida, y que otro tanto intentaban ejecutar contra Pasajes, por lo que puso en cuenta el mismo Virrey á la Villa, para que mirase por su defensa. Hallábase en este tiempo exhausta de gente la escuadra de. Guipúzcoa que fué menester reemplazar con marineros de San Sebastian para hacerse á la vela, y debia estar en Pasajes. Amenazaba tambien el inmediato año de 1625 á la plaza de Fuenterrabía una invasion de los ingleses, como avisó sobre ello el Rey á la Provincia, para cuyo socorro mandó entrasen algunas partidas de alabeses, bien que representó dicha Provincia no ser necesarios. Se aumentaron los recelos de alguna sorpresa por el inglés en 1626, cuındo hubo órden de la Córte, para que en San Sebastian se formasen armerías y otros preparativos marciales, así como en los demás puertos principales del Reino, por el acometimiento que intentó el enemigo contra Cidiz, en cuya bahia entraron de improviso mis de cien bajeles británicos, sin conseguir su empeño, porque fueron rechazados, perdiendo su reputacion. Con este motivo se mandó cerrar la puerta de Santa Cataliaa, y fijar una eştacada desde la Puerta de tierra hasta el Arenal.

4. Sobresalia hácia estos tiempos el valor de los corsarios de San Sebastian, autorizados con patentes, pues sin perdonar å la industria y á la fatiga, apresaron más de 120 navíos de 400 toneladas abajo, con mercaderías de Holanda y la Rochela, y esto en el corto espacio de tres años, segun relaciones antiguas, lo que nada es increible con lo que se dirá despues del coraje de dichos corsarios.

5. Se habian esparcido á principios del año 1629 rumores de los bélicos aparatos que se levantaban en Francia, por lo que encargó el Rey á San Sebastian informase del estado de la plaza, y disposicion en que se hallaba la artillería para ponerla á toda defensa. Hácia fines de 1630 bajaron tropas de Castilla en número de 1.300 hombres, para embarcarse en la escuadra del General D. Francisco Acebedo, surta en Раsajes, y se alojaron entre tanto en el Castillo de la Mota de San Sebastian, asistiéndoles esta con los socorros posibles. En el mismo puerto de Pasajes se hallaban por Junio de 1632 la Capitana y Almiranta Real para la Armada del Mar Océano con otros bajeles, y recelándose pudieran ser acometidos por el enemigo, escribió el Rey á la Villa, que hasta que zarpasen del Canal aquellas embarcaciones, pusiese todo cuidado, así para la defensa de dicho puerto, como de los navíos que estaban allí, conforme lo habia hecho hasta entonces, segun informó á S. M. D. Martin Arano de Balencegui, Proveedor de Armadas. El siguiente año de 1633, habiéndose hecho reconocimiento por órden del Monarca, de las murallas de San Sebastian, por D. Luis Brabo y Acuña, Virrey de Nabarra y Capitan General de Guipúzcoa, y visto este la peligrosa disposicion del Cubo del Ingente, se mandó repararlo, contribuyendo la Villa con materiales cuyo valor ascendía hasta doce mil ducados, y el Rey con otros dos mil deducidos del donativo que le hizo la Provincia. Desde este año hasta el de 36, todo era aparatos de guerra, pues el Duque de Pernon estaba en Bayona con tropas que amenazaban hostilidades, y en la ria de Burdeos se hallaban surtas las Armadas de Francia con amagos de intentar alguna empresa contra San Sebastian, Pasajes y otros puertos de Guipúzcoa, y además, iba levantando gente el Duque de Gramont en la Guiena. Continuaban con teson en 1636 los armamentos navales de la Francia, y así se dió parte al Rey por la Villa de una escuadra que se iba formando en los puertos maritimos de aquel Reino, y de las prevenciones con que dicha Villa se iba preparando para cualquier caso de invasion, y mandó S. M. prosiguiese así, pues veía lo que importaba, y en 14 de Junio del mismo año manifestó á la propia Villa su Real gratitud por el maderamen que había suministrado para la fábrica de puentes levadizos y otros efectos, y además por el cuidado con que dispuso la conduccion de artillería y demás pertrechos que llevaron á Perpiñan, sirviendo å ese fin con 128 yuntas de bueyes, y además las mulas y bagajes de la gente que los conducía.

6. Por Octubre de este mismo año de 36, fué la entrada de los guipuzcoanos y nabarros, comandados por el Marqués de Valparaiso, en la provincia de Labort, por divertir á Francia y Holanda de sus empresas contra Flandes, cuya defensa se había encargado á Fernando de Austria. Era Coronel de los guipuzcoanos D. Diego de Isasi, y bien presto se apoderaron las tropas de los lugares de Urruña, Endaya, Ciburu, Socoa y San Juan de Luz, habiendo sido la Compañia de San Sebastian la primera en la toma de este último pueblo, cuyos vecinos salieron con un Crucifijo adelante á pedir partidos al Jefe de la expedicion. Aquí se mantuvieron los españoles hasta fines de 1637, en que, habiendo enfermado las tropas, por hambre y corrupcion del aire, en tanto grado, que murieron hasta siete mil personas, fué preciso que, obligados de tantas calamidades se retirasen, derribando primero las fortificaciones de los puestos que lhabían ocupado.

7. Fué notable el año de 1638, en que sucedió el famoso sitio de Fuenterrabía, uno de los más porfiados que se habian visto en el mundo, del cual como se ha escrito tanto, particularmente por Palafox y Moret, poco se dirá aquí, y solo si que ántes de ponerse dicho sitio en forma, se plantó el ejército francés del Príncipe de Condé sobre San Sebastian, quemando sus caserías, despues que se habia apoderado de Irún, Oyarzun, Rentería y Pasajes, y sentando el campo en las inmediaciones de la ciudad y llanuras de Loyola; pero por haberse roto con anticipacion el puente de Santa Catalina, de órden del Corregidor D. Juan Chacon, y estar preparados los vecinos útiles á hacer una vigorosa defensa de la plaza, cuyas murallas habian guarnecido ya de gente casi á vista del ejército contrario, despues de haber hecho salir afuera toda la que fucse inútil, desistió el enemigo de los amagos de sitiar un pueblo tan fuerte, y que jamás hasta entónces se habia rendido á vencedor alguno por repetidos ataques que hubiese sufrido, sin embargo de que ya Condé era dueño, sin ninguna efusion de sangre, de todo el distrito que hay entre los rios Bidasoa y Urumea. Y si pareciere extraño que el Principe de Condé, un hombre de tanta experiencia militar, hubiese querido cargar primero sobre San Sebastian, dejando á las espaldas á Fuenterrabía, sería tal vez por calificar más sus triunfos en la conquista de una poblacion, la más grande у opulenta de la provincia de Guipúzcoa, que venía á invadir. A la verdad, tendría presente el ejemplar de los años de 1476 y 15 12, en que Aman de Labrit, y el Duque de Borbon, ántes pusieron asedio á San Sebastian que á Fuenterrabía, no obstante hallarse esta última plaza á la misma raya del Reino. Sea lo que fuere, lo cierto es que los vecinos de San Sebastian no solo miraron por su resguardo, proveyendo de bastimentos á la villa, levantando una fortificacion nueva junto á San Bartolomé, en que trabajaban á porfía, sin distincion de sexo, enviando varias partidas de hombres armados á ofender á los franceses que estaban apoderados del puerto de Pasajes, su torre y el castillo de Santa Isabel, quemando las lonjas del Arenal, corrigiendo los públicos excesos que pudieran acarrear la ira del Dios de los ejércitos, y tomando otras precauciones; sino que además, habiendo retrocedido las tropas del Rey Cristianísimo, que constaban de 25.000 infantes y 2000 caballos, con un formidable tren de artillería, y plantado formal sitio sobre Fuenterrabía, ayudaron á la conservacion de aquella insigne fortaleza, donde metieron socorros por medio de varias chalupas, despues que ya el castillo de Iguer estaba en poder del enemigo, é hicieron de artilleros los marineros que fueron de San Sebastian. Merecen tambien superior elogio el valor con que Don Juan de Vergara, Regidor de la Torre de Pasajes, defendió aquel fuerte hasta que se vió en precision de arrojarse al agua, por haber volado un barril de pólvora, y la intrepidez del alcalde Juan de Eguzquiza, que obligó al francés á retirarse de Alza, cuyos caserios estaba quemando lastimosamente.

8. No faltaron algunos émulos de San Sebastian, quienes diesen informes siniestros al Rey de no haber servido ella con alojamientos á varias tropas, que, con ocasion del sitio de Fuenterrabía, se hallaban en su distrito, especialmente las de irlandeses, siendo así que habia consumido más de doscientos mil ducados en la asistencia al Almirante de Castilla, otros oficiales de su séquito, mucha gente de Guipúzcoa y Alaba, y los vecinos de Oyarzun, Rentería y Lezo, que se recogieron a San Sebastian, habiendo sido quemados sus pueblos, y en otros igua les lances del Real Servicio. Enterado el Consejo de todo esto en consulta dirigida al Rey en 13 de Octubre de 1638, exponía que habiendo cumplido San Sebastian tan bien con su obligacion, y padecido tanto aquel verano, era justo que S. M. la consolase, mandándola responder, y dándose por servido de ella. El Rey puso de puño propio á la márgen de la consulta la cláusula siguiente que hemos sacado del original mismo, y que tanto realza á la Ciudad. Parece que no se ajustan bien las consultas, porque si San Sebastian ha cumplido conviene reprender à quien dijo que no cumplia, pero antes parece que es justo darle vista; pues se ha escrito de manera que os obligó á consultarme sobre ello, no pudiendo dejar de decir que no hay cosa que más pueda Yo sentir, que referirme que no me sirven los vasallos que me sirven.' ¡Gallarda expresion y laconismo de un Felipe IV!

9. No era de omitir, que no obstante la victoria naval que ganó aquel año con motivo del sitio de Fuenterrabía la escuadra de Mr. Sourdis, Arzobispo de Burdeos, de 37 navíos, contra D. Lope de Hoces á 22 de Agosto á vista de San Sebastian (cosa bien extraña en un Prelado de la Iglesia que pontificaba en su Arzobispado, y ahora abandonando el cayado pastoral, empuñaba el baston, no contra infieles, sino contra católicos) no se atrevió á hacer tentativa alguna sobre el puerto de San Sebastian, sin embargo de haber sido así su intento cegando la entrada de la Concha con un navío grande que traían para echarle á pique entre Santa Clara y castillo de la Mota, segun avisos que vinieron de Francia.

10. El siguiente año de 1639, temiéndose que por durar todavia el mayor ardor de la guerra entre las Coronas de España y Francia emprendería el enemigo sitiar la plaza de San Sebastian, se empezaron á reparar sus murallas y fortificaciones con tanto empeño, que todos los vecinos, hombres y mujeres, sin reserva de nadie trabajaban á cuál más, no queriendo admitir, aun la gente más pobre y misera, ningun jornal; tal era la eficacia y desinterés con que acudian todos al Real Servicio, segun se expresa al pié de la letra en una Cédula gratulatoria del Rey, expedida sobre tan generosa demostracion, en Madrid á 13 de Marzo del mismo año de 1639, en la cual encargó tambien el Rey mismo á la Villa pusiese una gruesa cadena en el bocal y gargantas del canal de Pasajes, cerrando su puerto con ella de noche, como se habia acostumbrado ántes para contener la sorpresa de cualesquiera bajeles enemigos, mayormente los que traian artificios de fuego á fin de abrasar los navios surtos en dicho puerto, cuyas órdenes volvieron á inculcarse los años de 1640, 41, 42 y 44, porque, á la verdad, de esta manera se hacia impenetrable aquella ensenada á todo acometimiento, atravesando la cadena en su mayor espacio á la entrada del puerto. No cesaban en 1645 los temores de hostilidades y tuvo que 'escribir el Rey á la Provincia y su Corregidor se pusiese å San Sebastian en estado de defensa, con municiones y guarnicion necesaria, recelándose la sitiaría el ejército francés, y tambien á Fuenterrabía, segun noticias que habia recibido S. M., quien el inmediato año de 1646 encargó á la villa suministrase á D. Pedro Barreda, Corregidor de Guipúzcoa, algunas cantidades de arbitrios concedidos para fortificaciones, á fin de que se pudicse construir una plataforma en el islote de San Anton de Guetaria para oponerse al francés, que intentaba invadir á la Provincia, apoderándose primero de la misma villa de Guetaria, á la'cual igualmente la quisieron sorprender años atrás, que fué el de 1637, acometiéndola de noche 36 embarcaciones pescadoras de Labort, con otros cuatro navíos de mediano porte, que habian venido de Bayona, y fueron rechazados por D. Alonso Idiaquez, que fué á perseguirlos con algunos bajeles de San Sebastian y de otros puertos, despues que habian cogido los primeros unas chalupas que habian salido cargadas desde Deva para Pasajes.

11. Noticioso el Capital General de Guipúzcoa D. Juan de Garay se acercaban partidas de caballería francesa en 1648 hácia San Juan de Luz, cuyo principal motivo, aunque al parecer era arrestar algunos Nobles de aquella villa, que se habia opuesto al establecimiento de la gabela impuesta por el Rey de Francia, no obstante tambien se podia recelar se encaminasen á las fronteras de la Provineia, hizo estuviesen prevenidas á todo lance sus repúblicas para la defensa. El siguiente año de 1650 mandó el Rey á la villa, que de la infantería que guarnecía á plaza tomase la gente necesaria para tripular la Real Armada, que estaba aprontando aqui, y que mientras llegaban las tropas, que en lugar habian de residir en dicha plaza, se encargasen de suplir guarnicion los vecinos, fiando del celo y amor con que acudian à su Real servicio, el cual acreditaron tambien en los auxilios suministrados en 1651 para la salida de los bajeles de S. M. desde el puerto de Pasajes; ponderando al Rey la eficacia con que acudieron á esto el Baron de Bateville, Capitan General de Guipúzcoa. Nunca más que entre este tiempo y el año de 1657 aterraron los mares los famosos corsarios de San Sebastian, causando espanto á todo el poder marítimo de la Gran Bretaña. Las hostilidades que sintia la Inglaterra, dice un escritor, de las fragatas de San Sebastian y del Pasaje, fueron uno de los motivos que la obligaron å desear la paz,' cuyas cláusulas nos parecerian exageradas, si no las viésemos comprobadas en la Real Cédula de ereccion del Consulado de San Sebastian del año 1682, donde se asegura, que en 1656 habia en los puertos de esta Ciudad de naturales de ella y la Provincia cincuenta y seis navios de guerra con que ha cian hostilidad á los enemigos de la Corona, siendo constante, que el grave daño que de estos habia recibido la navegacion y comercio de Inglaterra habia obligado á aquel Reino á hacer paces.

13. En el mismo año de 1657 se resistía, por su enorme grandeza, la Capitana Real que se habia fabricado en los astilleros de San Sebastian á los mayores impulsos de máquinas que se habian puesto en movimiento para hacerle fletar, semejante al gran navío de Hyeron Rey de Sicilia, y á la nao de la Madre de los Dioses que, viniendo de Troya, se habia encallado en las aguas del Tiber; pero al fin no faltaron ingenios de Arquímedes, y de la célebre virgen vestal, que prevaleciesen contra el inmenso peso del bajel, que despues fué coñducido al puerto de Pasajes, celebrando el Rey mismo su feliz éxito en carta dirigida á San Sebastian desde el Pardo en 15 de Enero.

14. Es digna de ocupar aquí nuestra atencion la feliz época del año 1660: feliz época le llamo, y cuya grata memoria nunca se borrará en los siglos venideros por haber tenido principio en ella la más gloriosa revolucion, la cual, cortando de una vez el fatal influjo con que habia dominado tantos años el ceñudo Marte sobre las casas de Austria y Borbon, dió lugar á la Paz del Pirineo, fomentada por el nudo sagrado del tálamo entre la Infanta de España María Teresa de Austria y su primo Luis XIV. Este año, pues, de 1660, habiendo el Rey Católico Felipe IV salido de Madrid con dicha Infanta su hija, y la mayor parte y más ilustre de su Córte y Grandeza de España, para solemnizar con más aplauso en las fronteras del Reino un matrimonio, en cuyo soberano enlace iba á interesarse no ménos que la Europa toda, despues de haber transitado por diferentes pueblos de Guipúzcoa, llegó felizmente á San Sebastian en 11 de Mayo á las 6 de la tarde, en el cual dia se dió principio á la conferencia de D. Luis de Haro y el Cardenal Mazarino en la isla de los Faisanes, centro del Bidasoa, isla afamada por haber sido el teatro de la palestra y desafio á que provocó de persona á persona Francisco I á Cárlos V.

15. En el alto de Oriamendi hizo al Rey un honroso recibimiento el Baron de Bateville, Capitan general de Guipúzcoa, con otros militares de superior gerarquía. No bien se descubrió desde la muralla el coche en que venian las Reales personas, cuando la artillería empezó á ejecutar sus funciones, arrojando volcanes, y conmoviendo la atmósfera con el estruendo de sus ecos que unos sobre otros se repetian. Realzaba sobremanera tan célebre regocijo un escuadron de 1500 paisanos, todos vecinos de San Sebastian, y todos vestidos de exquisitos trajes y plumajes, en que brillaba la ostentacion del pueblo, que con tan ricos jaeces los habia adornado, comandando á esta lucida falange D. Bernardo de Aguirre, uno de los alcaldes, á cuya voz obedecieron todos descargando hasta seis salvas de mosquetería al tiempo que bajaba el Rey la cuesta de San Bartolomé, y haciendo más ruidoso el estruendo marcial los tiros de las embarcaciones que bordeaban la Concha. Antes de llegar el Rey á las puertas de la Ciudad, le presentó las. llaves el alcalde D. Francisco de Orendain sobre una bandeja, á cuya demostracion contestó el monarca, diciendo con agrado, que las llaves estaban bien en su poder, y luego fué á parar al Palacio del Duque de Ciudad-Real en la calle Mayor: dichoso edificio, al cual han ilustrado con su persona tantos soberanos. Al siguiente dia 12 pasó á besar la Real mano todo el Gobierno Municipal, compuesto de los dos referidos alcaldes Aguirre y Orendain, los jurados Antonio de Veroiz y Blas Falcorena, los Regidores D. Lázaro de Tompes, Caballero de Calatrava, D. Juan de Leiza y D. Domingo de Ruiloba, Secretario de S. M., su Veedor y Contador en Guipúzcoa, y lo propio hicieron el dia inmediato con la Infanta D.a María Teresa. El 14 por la tarde fueron en coche SS. MM. á Pasajes, y llegados á la Herrera, se embarcaron en una soberbia gabarra, que tirándole á remolque varias lanchas, entró en el canal, siguiéndole por detrás más de 200 barcas, inundadas de gente de diversas provincias y naciones, gobernadas por mujeres del país, cuya destreza en el manejo del remo admiró á la Córte, tanto que de allí á dos años fué solicitada la Ciudad por el Duque de Medina de las Torres, para que enviase á Madrid hasta doce de ellas, á fin de divertir á la Reina en el lago del Buen Retiro. En dicho canal de Pasajes habia á la sazon muchas fragatas de guerra, el galeon Roncesvalles, y la Capitana Real, de mil quinientas veinte y dos toneladas y noventa cañones, la mayor que hasta entónces, dicen, se habia visto en los mares de Europa. El Rey y su hija subieron á bordo de esta gran nao, y mientras tanto que se mantuvieron en ella, fué grande el golpe de artillería que se disparó de los navios y de la torre de la Ciudad, corrigiendo de cuando en cuando el demasiado estruendo repetidas armonías de instrumentos músicos que con intérvalos resonaban con dulzura por los aires, y luego volvieron á San Sebastian, manifestando el monarca lo agradable que le habia sido aquella deliciosa funcion, á que contribuyó tambien la serenidad del dia, que fué opaco y templado. Muchas veces habia representado Marte, dice un escritor, testigo ocular, más formidablēs.y horrorosos espectáculos que este en las jurisdicciones de Neptuno; pero nunca habian visto los mares sobre sus espaldas tan bermoso, tan admirable, ni tan autorizado teatro.'(1) D. Leonardo del Castillo.-Viaje de Felipe IV á la frontera de Francia: obra de más que vulgar mérito.

16. Los siguientes dias fueron viniendo á San Sebastian Madama Bove, primera Camarera de Francia, muchos gentiles-hombres de aquel reino, entre ellos dos sobrinos de los Cardenales Richelieu y Mazarini: los Diputados del Reino de Nabarra y Señorío de Bizcaya, y otros personajes, á presentarse al Rey. Su Majestad gustaba mucho de salir varias tardes al arenal para disfrutar la diversion de la pesca, para lo cual se tiraban redes en la Concha, y despues que estuviesen bien cargadas, sacaban los peces al pié del mismo coche en que andaba el Rey, y se le vió á la Infanta coger en sus manos algunas langostas y otros pescados vivos, que palpitaban todavía, recien salidos del agua. No habia dia en que no se representase delante del Palacio algun entretenimiento, fuese serio ó fuese burlesco, ya danzas al estilo del país, ya mojigangas de hasta 500 hombres inventando el capricho, las figuras y actitudes más extravagantes y ridículas. Mereció aplauso un gracioso festejo que hicieron los muchachos delante del Rey, andando con un barco á la bolina, y sumergiéndose todos de un golpe en el mar con sus vestidos, de manera que pareciese tragedia casual lo que fué empeño estudiado, y parase en risotada lo que primero se aparentó funesta desgracia. Ni fué menos celebrado el chiste con que un venerable religioso, Lego Carmelita Descalzo engañó á las Damas de Palacio, presentándoles unas recetas místicas con términos facultativos de farmacopea para remediar los achaques de que ellas se quejaban, lo que cayó tan en gracia del Rey, que mandó entrase en su cuarto el autor de este pasaje. En fin, era de ver cómo en un pueblo, no tan extendido, se daba evasion á todo. La Corte cada dia se iba acrecentando más con las gentes que venian de Francia y acudian á tropeles por ver á su futura Reina. De otras provincias inmediatas bullia el gentío. La tropa era crecidísima, pues aun de guardias se hallaban aquí partidas de la Compañía Española y la Borgoñona. Los pesebres fué menester se hiciesen en las cabañas, y aun fuera de los muros; pero á todo se proveia con abundancia y acierto.

17. Proseguia la conferencia en la isla de Faisanes entre el Cardenal Mazarini y D. Luis de Haro, Plenipotenciarios de Francia y España. Este último contínuamente enviaba á San Sebastian correos partici - pando al Rey lo que se iba adelantando en aquel árduo negocio, á cuya espectativa se hallaba toda la Europa. El monarca pasó al convento de San Telmo en 17, segundo dia de Pentecostés, y despues de oida Misa, reconoció todo aquel vasto edificio, y la soberbia escalera de su claustro, que tiene con razon fama entre ląs cosas memorables, dice el escritor de este viaje de Felipe IV á la frontera de Francia. Desde dicho dia hasta el 22 fué entrando de nuevo mucha en gente San Sebastian, á donde vino tambien el Abad de Montegut, Enviado de Carlos Stuard II, Rey de Inglaterra, á congratularse con el nuestro, y besarle su mano, dándole tambien noticia de haber sido llamado á Breda el mismo Carlos por el Parlamento y nobleza de su Reino para restablecerle en la monarquía británica. El 23 y 24. llegaron á presentarse al Rey el Conde de Fuensaldaña, nuevo Consejero de Estado, quien luego hizo la jura de tal, y el Conde Marsin, tan distinguido en los ejércitos de España y Francia en que sirvió alternativamente. El dia inmediato, que fué el 25, envió la Reina madre de Francia á su sobrina y futura nuera, la Infanta, un regalo exquisito de varias frutas que proporcionaba la estacion del año. Este dia mismo volvió á presentarse al monarca el Gobierno municipal de San Sebastian con dos memoriales, solicitando en el primero se dignase S. M. condecorarle con título de Ciudad, y en el segundo que se le adjudicase la propiedad del Prebostazgo, á cuyas súplicas manifestó el Rey su agrado, mandando se remitiesen ambos memoriales al Ministro don Luis 'de Haro, que se hallaba en la Isla de las Conferencias. El 26 por la tarde avisó el Rey á la villa, por medio de D. Bernardo Contreras, su Secretario, que el siguiente dia, que era el mismo en que la Iglesia celebraba la gran festividad de Corpus, autorizaria con su Augusta presencia la procesion que habia de salir de la parroquia matriz de Santa María. Con efecto, habiéndose dispuesto los magnificos aparatos que requería tan solemne religioso motivo, pasó el monarca á dicha iglesia entre nueve y diez de la mañana, acompañado de toda su Corte, ocupando un suntuoso sitial que se le preparó al lado del Evangelio. La Misa cantó de Pontifical el Obispo de Pamplona D. Diego de Tejada, con asistencia del Patriarca de Indias Arzobispo de Tiro, y Clero de la Real Capilla, diaconando dos canónigos dé la misma Santa Iglesia de Pamplona, de donde habian venido tambien varias dignidades por órden del Rey. Despues del ofertorio, presentó á S. M. uno de los Regidores sobre una fuente seis velas, dos grandes, dos medianas y dos pequeñas, y escogió la menor. Acabada la Misa, salió la procesion, llevando la Custodia el mismo Obispo de Pamplona, y tras ella iba el monarca con su vela en la mano, edificando con tan tierno devoto acto al innumerable concurso que habia asistido, y siendo todavía más fervoroso el ejemplo por la circunstancia del excesivo cаlor que apretó aquel dia. El palio, que era muy rico, llevaron los capitulares sostenido de ocho varas. La carrera se adornó con ostentacion, cubriendo las casas de preciosas tapicerías, colgando de sus balcones las banderas de los insignes generales D. Antonio de Oquendo, D. Juan de Echeverri y de otros ilustres hijos de la pátria: ni se omitió un lucido baile de espadas, que, al estilo del país, componian hasta cien hombres diestros, y ágiles en el manejo de ellas, cuyo género de danzas tan acostumbrado en Guipúzcoa, y uno de los más antiguos de España, satisfizo mucho la curiosidad de la Córte. Finalizada la funcion, se restituyó el Rey á las doce al Palacio, dando á entender cuánto le habia agradado el aparato y pompa con que se habia celebrado en San Sebastian el gran dia de Corpus, uno de los más clásicos que la Cristiandad tiene consagrados á la Religion desde el Pontificado de Urbano IV para confusion de los heterodoxos que tanto abatieron la grandeza de este misterio. La Infanta vió la procesion desde el balcon de Palacio, y concurrió mucha gente de Francia. Habiéndose terminado felizmente la dilatada conferencia de la Isla de Faisanes el lúnes 31 de Mayo, llegó el mártes á las dos de la mañana un extraordinario despachado al Rey, noticiándole haberse ajustado ya la gran paz del Pirineo, y que así S. M. podia salir luego de San Sebastian para Fuenterrabía á fin de hacer las entregas reales de la Infanta á su futuro esposo Luis XIV, que tambien estaba ya en San Juan de Luz con su madre Ana de Austria, y ratificar con solemne juramento los artículos de esta nueva Confederacion anhelada por ambas naciones. Alborozada nuestra Córte con tan alegre noticia, determinó el Rey la partida para el siguente dia 2 de Junio, y en efecto, salió á las nueve de la mañana, haciéndosele los mismos honores que á la venida, y habiendo llegado á la Herrera se embarcó en la gabarra de la Ciudad que tiraban á remolque varias lanchas de ella, y S. M. fué á comer á Rentería, continuando de allí el viaje á Fuenterrabia, donde entró aquella misma tarde. El dia 3 se efectuaron los Reales Desposorios en la Parroquia de aquella Ciudad por el Obispo de Pamplona entre la Infanta y D. Luis de Haro, en nombre de Luis XIV, de quien tenia poderes, y en los siguientes se ejecutaron aquellas grandes vistas de ambos monarcas, una de las mejores funciones que se habian visto á la raya de los dos Reinos. Se hizo la entrega y se ratificaron los capítulos del Tratado.

18. El 14 vino á San Sebastian el mismo D. Luis de Haro, y se hospedó en las casas del general Oquendo, acompañado de sus hijos. Luego que entró en ella llamó á los del Ayuntamiento, y les declaró haberse dignado S. M. remunerar á la Villa por sus importantes servicios con el ilustre título de Ciudad, cuya gracia no se divulgó, sin embargo, hasta el año de 1662, en que expidió el Rey su Diploma en Madrid, con fecha de 7 de Marzo, el cual, por ser tan notable, se ponen aquí sus principales cláusulas, que son como se sigue: «Don Felipe >IV de este nombre, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, etc. Saved »que teniendo consideracion á los servicios que me ha hecho en di- >ferentes tiempos la Noble y Leal Villa de San Sebastian, y con aten- »cion tambien á haver asistido Yo en ella en ocasion tan grande со- >mo la conclusion de las Pazes de mi Corona con la de Francia, y >casamiento de la Infanta D. María Theresa, mi Hija, para que quede >con señales de quan agradables me han sido sus servicios, de mi pro»prio motu, cierta ciencia y poderío Real absoluto de que en esta parte >quiero usar, he resuelto hacer la merced como por la presente se la >»hago de intitularla como la intitulo Noble y Leal Ciudad de San Se- >bastian, para que de aquí adelante lo sea, y se llame assi...» Son muchas otras Reales Cédulas que dirigió este Gran Monarca á la Ciudad, distinguiéndola con los términos más honorificos y expresiones regaladas de su Real cariño, las cuales omitimos por evitar molestia, y no engrosar demasiado este volúmen, sólo sí diciendo que varias de ellas pertenecen á materias de guerra y fortificaciones.

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