Felipe III: hechos memorables de algunos vecinos de San Sebastian, cerca de Peniche: raro prodigio en el arribo á su puerto del cuerpo de D.3 Luisa de Caravajal: venida del Rey con las Infantas de España y Francia: hace medir mismo los muelles de San Sebastian, para los que iba á construir en Gibraltar: temores de rompimiento por esta frontera.
1. Habiendo fallecido el año 1598 Felipe II en su retiro de San Lorenzo, aquel incomparable edificio igual á los más soberbios monumentos de Grecia y Roma antigua, y que solo la grandeza de su ánimo hubiera sido capaz de erigirle, entró á reinar Felipe III, cuya mоnarquía pacifica y libre del estruendo de las armas, no dió tanto lugar á las acciones estrepitcsas y marciales de San Sebastian, como se habia visto en tiempo de sus progenitores, y se vió despues en adelante, bien que no faltaron algunas bastante ruidosas. Por Julio de 1599 tuvo noticias la Córte de que en Holanda y Zelanda se estaban armando varios navios, para embestir con algunos otros de Inglaterra á los puertos de Guipúzcoa, á la cual escribió el Rey mirase por su defensa, siguiendo las órdenes de D. Juan de Cardona, Virrey de Nabarra y Capitan General de dicha provincia, cuyos empleos andaban unidos por aquel tiempo, y el Corregidor D. Pedro Gonzalez del Castillo mandó surtir á la plaza de San Sebastian de municiones de guerra, que, con licencia del Rey mismo, se habian comprado en las fábricas de Pamplona.
2. Habian salido de Pasajes año de 1606 para Andalucía tres navios, uno del Capitan Juan de Amezqueta, el segundo de Juan de Portu, vecinos de San Sebastian, y el tercero de Motrico. Al continuar su derrota por frente á Peniche de Portugal tropezaron con una gruesa armada holandesa de veinte y tres bajeles, los cuales, habiéndose retirado los dos últimos, dieron caza al primero que hizo prodigios de valor y una increible resistencia, defendiéndose un solo barco contra tan superior escuadra, jugando su artillería y mosquetería; bien que de resultas quedó desarbolado y casi hecho trozos, en cuyo estado se refugió á Peniche con seis muertos, y veinte y cinco mal heridos, despues de sufrir tan recio combate desde la mañana hasta las cinco de la tarde contra todo el poder del enemigo.
3. Año de 1607, con data de 21 de Julio, escribió el Rey á la Ciudad, agradeciéndole haber ayudado con gentes, lanchas y pilotos á la salida de la escuadra de Guipúzcoa. Se habia disputado vivamente entre guipuzcoanos y bizcainos sobre si esta escuadra se habia de llamar de Guipúzcoa ó de Bizcaya, y declaróse lo primero por Real Orden del mismo año. En 5 de Octubre del mismo volvió á repetir igual demostracion por la buena acogida que hizo á un bajel que entró en Pasajes, y venia con órdenes del Archiduque Alberto de Austria, tio y cuñado del Rey, y anteriormente Arzobispo de T'oledo, para ir en demanda del Almirante de la Escuadra holandesa. Este año mismo pasó con encargo del Rey á San Sebastian el veedor Jerónimo Torrellas para informarse de la guarnicion de la plaza, sobre cuya poca disciplina militar, y abusos que se notaban en la gente de tropa, que á estilo de aquel tiempo solian ser dos compañias, cada una de 225 hombres, dió quejas amargas la Ciudad.
4. Sin embargo del suave y pacífico reinado de Felipe III, siempre se estaba á la mira de alguna sorpresa que pudiesen intentar los ejércitos de Francia contra Guipúzcoa y otras fronteras, por no hallarse en armonía ambas Coronas. Con efecto, habiendo entrado en Aragon las tropas del Rey Cristianísimo, y determinado tambien apoderarse de la Isla de los Faisanes en el rio Bidasoa, último de España, y de la misma Provincia, mandó á esta el mismo Felipe III, se pusiese en estado de defensa contra cualquiera invasion. No cesaban todavía el siguiente año de 1610 cstos bélicos aparatos, y se repitieron órdenes del Rey para atender á la defensa de Fuenterrabía amėnazada de un sitio, arreglándose á las disposiciones del Maestre de Campo Gonzalo de Luna y Mora. Por fio, ya se concibieron en 1612 esperanzas de un ajuste solemne de paces, y el dia 23 de Junio fué recibido en San Sebastian con gran regocijo el Duque de Humena, que venia de Paris, acompañado de mucha noblezi de aquella Córte, á tratar de esponsales entre Luis XIII de Francia y la Infanta D. Ana de Austria, hija de Felipe III, los que se efectuaron, segun se verá despues, como tambien los del Principe Felipe IV con Isabela de Borbon. La Villa en cuerpo de Ayuntamiento, salió al encuentro del Duque, juntamente con el Corregidor de la Provincia, hasta Pasajes.
5. Piadosamente se at.ibuyó á particular providencia del Poder. Supremo aquel raro fenómeno, sucedido el año 1614, de haber llegado felizmente al puerto de San Sebastian una embarcacion que salió de Lóndres, donde venía de órden de Felipe III, emba'samado y metido en una presiosa urna el cuerpo de aquella inmortal mujer, la venerable D.a L.uisa Caravajal, cuyas heróicas virtudes asombraron á la Córte de Inglaterra en que falleció en olor de santidad, despues de haber sufrido muchos trabajos y persecuciones, por su ardiente celo en defensa de la Religion Católica; pues el navío que condujo hasta el muelle de San Sebastian este sagrado depóšito, se reparó tenia junto á la quilla un grande agujero, y sin embargo, refieren, no haberle penetrado el agua.' De aquí le llevaron á Madrid, y se colocó en el Real Convento de la Encarnacion.
6. La presencia de los Reyes ilustra á los pueblos por donde transitan. Nadie extrañará, pues, que siempre refiera con individualidad las funciones reales que en varios tiempos han ocurrido en San Sebastian. Una de ellas fué la venida de Felipe III á dicha Ciudad año de 1615, con su bija la Infanta D.ª Ana de Austria que pasaba á Francia por esposa de Luis XIII, segun antes se ha insinuado. Llegó, pues, el. Monarca á San Sebastian la tarde de 4 de Noviembre, acompañado del Duque de Uceda, D. Fray Prudencio Sandoval, Obispo de Pamplona, el confesor del Rey Fr. Mateo Aliaga, Dominicano, el limosnero D. Diego Guzman, Patriarca de Indias, el Almirante de Castilla, "los Duques de Maqueda, Sesa, Pastrana, Cea, Monteleon, Marqueses de Velada, Laguna, Peñafiel, Almazan, Povar, Camarasa, Siete Iglesias, San Roman, Florez-Dávila, Mirabel y Elizeda, los Condes de Olivares, Saldaña, Altamira, Barajas, Castro-Paredes, Santisteban, Villamor y Ciudad-Rodrigo, á que se seguian los Consejos de Guerra y Estado. Todo el tren de la Corte asistia en 74 coches, 174 literas, 190 carrozas, 548 carros, 2750 mulas de silla, 128 acémilas con reposteros bordados, otras 246 acémilas, 1750 machos con cascabeles de plata, 6500 personas de rolde en todo. «Fué mucho de ver, dice un escritor de aquel tiempo, la entrada que Sus Magestades hizieron Miércoles á 4 de Noviembre. Llegando S. M. á un alto llamado el pie de la Corona (cuesta de San Bartolomé), paró mirando con mucho gusto aquel sitio tan peregrino de la Villa y de la Mar. Habia en el arenal gran número de gente natural, y forastera, y formados esquadrones con 3500 infantes lucidísimos, y en la Concha estaban muchas Chalupas y Bergantines armados algunos navíos con mucha arti llería y llenos de banderas, flámulas y estandartes tendidos como en las murallas. Haciéndose una señal con humo desde la montaña, respondió la Villa con una pieza, y al mismo punto la Arcabuceria del Castillo, la Artillería, la Inſantería del Presidio, las Arcabucerías y Mosquetería de los esquadrones, la Artilleria de los Navíos, haciendo lo mismo las Chalupas y Bergantines que andaban por la Concha escaramuzando unas con otras. Despues de haber dado la segunda carga, comenzó S. M. á bajar la cuesta. Presentaron al Rey los Regidores (debe decir el Alcalde, que lo era Martin de Miravalles) las Llabes de la Villa y S. M. mandó que las diesen á la Reyna de Francia, y tomándolas con muestras de agradecimiento las volvió á los Alcaldes y Regidores. Apeáronse SS. MM. en casa del Comendador mayor de Leon D. Alonso de Idiaquez (hoy palacio del Marqués de Mortara en la calle Mayor) y luego se comenzó otra grandisima salva en mar y tierra, con tanto estruendo, que temblaban las casas; quedó la Córte tan bien aposentada y el Lugar con tan gran silencio, que no se oyeron voces, ni ruidos de los que suele causar la apretura por las calles, que fué cosa de admiracion, por donde se saca la comodidad y riquezas del Lugar. El siguiente dia dijo Misa á SS. MM. el Obispo de Pamplona (en la iglesia de Santa María), y despues de comer fueron al Cubo del Ingente á ver echar al Mar un Galeon de -600 Toneladas, entreteniéndose de ver mover á viva fuerza una máquina tan grande. Mandó llamar S. M. el Galeon Santa Ana.» Hasta aquí el historiador Guadalajara.' Y todo es conforme á los Registros de la Ciudad de aquel año. Seguían á las Reales personas hasta 4000 guipuzcoanos armados de órden del Rey, pues convenia anduviesen con todo este aparato para causar terror á los Religionarios de Francia, comandados por el Príncipe de Condé, que insolentemente se oponian al nuevo enlace que se iba å contraer entre las esclarecidas familias de Austria y Borbon, y aun tenian gentes apostadas entre Burdeos y Bayona por estorbar el paso al monarca Cristianísimo, cosa que apenas creeriamos si no nos refiriesen las historias de aquel tiempo, y no supiésemos hasta en qué apuros puso á Luis XIII el fanatismo de los calvinistas. Es verdad que la provincia de Guipúzcoa siempre tuvo preparados además hasta 6.500 infantes sin que hubiese necesidad de que viniesen los que fueron pedidos por el Rey para esta funcion á Bizcaya, Álaba y Rioja, á lo cual se resistian grandemente los guipuzcoanos, pareciéndoles que solos ellos serian bastantes. La tarde misma en que vieron los Reyes lanzar al agua el Galeon Santa Ana, que era de Francisco Veroiz, disfrutado cste espectáculo, pasaron á visitar el monasterio de las Canónigas de San Bartolomé, donde les sirvió un exquisito refresco el Obispo de Pamplona, y el viérnes siguiente fueron igualmente al Convento de San Telmo, y de allí al del. Antiguo, ambos de la Orden de Predicadores, y en este último les hizo semejante agasajo al del Obispo, el Duque de Ciudad-Real, su Patrono. El sábado por la mañana subió el Rey al Castillo de la Mota, montado sobre un caballo lozano, y bajó á pié acompañándole el Virrey de Nabarra, y otros Grandes, á quienes ponderó las vistas del mar, y sobre todo que se descubriesen tan claro las costas y arenales de Francia desde el mismo castillo, cuyas fortificaciones anduvo reconociendo despacio. A la tarde salieron los Reyes para Fuenterrabía, haciendo primero la Villa adornar vistosamente el puente de Santa Catalina, y aseguran haber llovido tanto aquel dia, que el Rey mismo llegó mojado hasta la camisa á las diez de la noche, despues que pasó por Rentería, en cuya gabarra, magnificamente empabesada, se habia embarcado, y aún se vió expuesto á bastante peligro por los pantanos que se formaron, y donde se encenegaron algunas caballerias. Mereció singular complacencia de la Reina el modo con que la festejaron algunas señoras de Rentería, componiendo una danza al estilo del país. En el paso y rio Bidasoa se ejecutaron las Reales entregas, yendo á Francia la Infanta D.a Ana, y viniendo á España D.ª Isabel de Borbon, por mujer de Felipe IV, la cual entró en San Sebastian la tarde del mártes siguiente 10 de Noviembre y fué recibida con el mismo solemne aparato que el Rey, segun se ha visto ántes, hospedándose en el propio Palacio de D. A!onso Idiaquez, Virrey de Nabarra y Coronel de Guipúzcoa, para ambos recibimientos. La Princesa, despues de oida Misa el miércoles en Santa María, y comido en la Villa, salió para Tolosa, y fué continuando el viaje hasta encontrarse con el Rey su suegro, que caminaba para Castilla á jornadas adelantadas, y habia subido desde Oñate á visitar el Santuario de Nuestra Señora de Aranzazu. La Ciudad gastó sumas considerables en todas estas funciones Reales, ni es extraño que en remuneracion á estos y otros semejantes servicios hubiese querido el Rey cenfirmarla todos sus Fueros y privilegios por una Cédula expedida en Madrid á 20 de Enero de 1616, otra de 1o de Mayo del mismo año, donde expresa: que considerando de nuebo quanto convenia conservar å San Sebastian en su entero ser, per ser Plaza tan importante, no se hiziese novedad cn sus usos, costumbres y y demás Privilegios.Siendo el muelle de San Sebastian una obra verdaderamente magnifica y de dificil construccion, empezada á ejecutarse al gusto moder no desde el reinado de Carlos V, y continuado en el de Felipe II, capaz de 70 navíos, batida siempre con incesante accion y reaccion del mar, y con la violencia de sus resacas; movido el Rey de tan ventajosas circunstancias, pidió á la villa en 1617 remitiese razon individual de las medidas del grosor y altura del propio muelle con informe de su coste, á fin de que sirviese de regla para la ſabrica del que se iba á levantar en Gibraltar, y tambien mandó se le enviase una traza del ponton ó máquina con que se limpiaba dicho muelle.
7. Alguna inquietud causaron á San Sebastian y Guipúzcoa el año de 1618 la llegada del Duque de Humena con sus tropas á Bayona, y los intentos del Conde de Gramont, emprendiendo levantar un castillo en el burgo de Endaya. Este mismo año propuso la villa al Rey varios sugetos naturales de ella, quienes se ofrecían á servir con sus personas y galeones en la escuadrą de Guipúzcoa, y eran Antonio Lascando, Juan Lopez Reiru, Martin de Amezqueta, Esteban de Echeverría, Lorenzo de Urbieta, Tomás de Arriola, el Licenciado Grez, y el proveedor Martin Arano de Balencegui, todos hombres acreditados, pidiendo patente de Capitanes de mar y guerra. Hácia estos tiempos empezaba ya á sonar tambien la fama de aquel hombre, 6 héroe el más grande que ha tenido San Sebastian en la carrera de marina, el inmortal don Antonio de Oquendo, cuyas proezas, como fueron tantas y tales, se reservan para el fin de esta obra, donde se dará.noticia de los insignes varones del mismo San Sebastian, y sin detenernos más en'el reinado de Felipe III, es tiempo que entremos ya en el dilatado de Felipe IV
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